Se acabó

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"Hablar", es un término que no es muy exacto para describir la última discusión que tuvimos en la habitación del hotel, estábamos francamente peleando. Ya habíamos pasado de las recriminaciones por infidelidad y Santiago comenzó a defenderse diciendo que también era culpa mía lo que estaba pasando, yo no aceptaba que encima, me hiciera responsable por sus actos.

 -¿Me reprochas haber olvidado nuestra relación?-

Santiago hacía esfuerzos para no gritar pero hablaba en tono alto, -¡No, te reprocho haberte olvidado de ti!-

-Pues no parecías tan inconforme, cuando me volcaba en tus necesidades primero Santiago-

-Pero exagerabas, ¿Qué de malo había en que te arreglaras un poco, en que cuidaras tu peso? Siempre que te invitaba a salir estabas cansada y solo querías ver televisión, todo era tus hijos, la escuela, que estabas agotada del quehacer...¿Dime cuándo te reclamé por la limpieza de la casa? Incluso cuando estabas deprimida, que era todo el tiempo, te ayudaba con la comida y las labores. Te consentía todo lo que podía-.

-¿Y por qué crees que estaba cansada? eso de "todo el tiempo" es ridículo ¿Crees que la casa se mantenía sola o que los niños tenían nana? ¿Ayudarme?, no es como que por trabajar no te tocaba hacer lo mínimo en casa, si vivieras solo igual tendrías que lavar tus platos o preparar comida; tú ganabas dinero trabajando, yo te ahorraba dinero administrando. Podíamos jugar o platicar en vez de ver televisión, pero no te cogías un libro ni por equivocación, no tenías intereses más allá de tu trabajo, ¿qué clase de plática de pareja es esa? Y no me digas que no reclamaste nunca, porque para eso hacías dueto con tu madre-.

-¿Cuántas veces te voy a decir que eso es cosa del pasado? desde hace años mi madre no tiene nada que ver con nuestra casa, por eso me partía el lomo en el trabajo, para poder darte un lugar decente dónde vivir, me desesperaba ver la casa como una mazmorra, verte trabajar sin descanso para que viviéramos en un lugar agradable, ¿crees que no ví, lo mucho que te esforzaste por que estuviéramos cómodos?-

-Yo tampoco desprecio tus esfuerzos, pero precisamente por eso me reservaba tanto de hacer gastos innecesarios, hubo una época en que cada prenda de ropa era preciosa porque eran pocas, no podía disponer de dinero para comprar más. Empezamos de la nada y, gracias a mucho esfuerzo, logramos una estabilidad económica cómoda, en serio ¿crees que podía gastar en ropa, maquillaje y una nutrición premium, cuando con trabajos, conseguía dinero para enviar a mis hijos al colegio bien comidos? si tenía dinero extra, me gustaba que saliéramos todos juntos y por eso tus hijos te adoran, porque creamos un vínculo a pesar de tus largas ausencias por el trabajo. Yo me dediqué a mi familia, no a mi manicura-

-Tú sabías que yo no contaba con apoyo de nadie para salir adelante económicamente, mis padres decidieron invertir su dinero en otras cosas, me he esforzado todo lo posible y si insistí en que estuvieras en casa fué también por el bien de los hijos, se han criado maravillosamente, ¿no querías estar en la casa con tus hijos?-

-¡No me salgas con el chantaje de los hijos! Sí he sido feliz en casa pero mis tristezas no tienen que ver con ellos sino contigo, no me importó jamás que no tuvieras dinero, está bien que tus padres invirtieron en lo que desearon, es su dinero-.

Santiago y yo, pasábamos de un tema al otro con singular alegría sin solucionar ninguno, evidentemente, éramos conscientes de los esfuerzos del otro por tener un matrimonio exitoso, pero también teníamos un alúd de desacuerdos que no habían sido examinados adecuadamente, y faltaba el tema estrella: la infidelidad. Santiago a este punto, ya había ido más allá de lo que toleraba normalmente antes de dejar de discutir, se daba por vencido mucho antes.

-No Santiago, quisiste una esposa a tiempo completo, solícita y austera, que no saliera a ganar un sustento propio; ¿y ahora te quejas de que, como las mujeres que tienen un salario y salen a su oficina en tacones, con bolsos de marca, no me arreglaba diariamente? Me encanta la manera en que tu cerebro se hace una lobotomía en la zona del recuerdo tan a gusto para ti, ¿quieres saber por qué tengo sobrepeso? déjame te informo, porque esos datos se te borraron: la maldita depresión, ¡voilá! un culpable, la maldita depresión después de tu primer engaño, de las estúpidas comparaciones con tus amantes, de tu falta de respeto hacia mi persona; no quería despertar, me levantaba todos los días a bañarme y sin mirar el espejo me ponía un pants y me recogía el cabello, día tras día durante meses; cuando volví a ver mi imagen, era una gorda demacrada y triste, acabaste con mi personalidad en tres acostones asquerosos y rompiste el espejo del tocador cuando hiciste la rabieta porque decidí irme, ¿crees que tenía ganas de mirarme en los añicos de eso?-

Ya estaba furiosa, no resolvíamos nada y mi espíritu se rompió de nuevo recordando lo mal que la pasaba, siempre terminaba llorando y él mudo. Ya estaba cansada de esa rutina enferma.

-No Santiago, no hagas como que soy la culpable de tu falta de carácter, querías una mujer trofeo para presumir pero no te fijaste que tenía cerebro y te dió miedo, tu falta de madurez te hicieron maltratarme hasta la humillación y yo fuí tan estúpida de creer, cada vez, que "ahora si ibas a cambiar". No te culpo por mis errores pero no me pienso cargar los tuyos ¡ya no!- 

Salí de la habitación y como nunca antes había ocurrido, Santiago no me siguió, yo me había rendido pero él tampoco tenía ganas de seguir adelante. 

Esa tarde Santiago sacó sus cosas de la casa y, platicamos con nuestros hijos sobre la necesidad que teníamos de tomarnos un tiempo separados, ellos un poco sorprendidos lo tomaron con tranquilidad y expresaron su apoyo a ambos mientras durara la situación. 

Tras solo dos semanas, contacté a un abogado y envié a Santiago la notificación de divorcio.

Hoy amanecí cansadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora