Capítulo No. 43

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Ya eran pasadas las 8 de la mañana cuando Miguel salió de la habitación de Mia. Tuvo que tomar de todas sus fuerzas para dejarla. No quería irse, no quería dejar de besarla, de estar con ella.

Al cerrar la puerta, se recuesta un momento cerrando los ojos, rememorando la noche que acababan de pasar. Siente que fue irreal, increíble, íntimo, único y podría continuar y continuar.

No durmió en toda la noche, no pudo, no quería dormir para luego despertar pensando que todo fue un sueño. Cuando sintió que ella se había dormido entre sus brazos se dedicó a mirarla, prometiéndose así mismo que haría todo lo posible, para que lo acababan de vivir no fuera el último momento juntos.

Entró a su cuarto y se lanzó en la cama poniendo sus manos debajo su cabeza. Esperaba que realmente le diera ese tiempo que le había pedido. Ella no le había dicho tácitamente que sí, porque sus besos y sus caricias habían hablado por ella.

Cuanto la amaba. Amaba cada parte de ella, su piel, su boca, sus senos, todo su cuerpo. El placer que habían sentido juntos era inigualable. Eso eran ellos, juntos eran perfectos. Cada vez que la había besado se sintió en casa, donde pertenecía, con ella.

Volvió a cerrar los ojos recordando donde y como ella lo había tocado, besado y amado. Jamás imaginó que ella tocaría su erección, volviendo loco. Pero cuando sintió que abrió el botón de su pantalón y su pequeña mano sobre él combinado con su cuerpo, no fue consciente de sí mismo, sólo de ella, de lo que ella le hacía sentir.

Y ni hablar cuando él la había tocado a ella, sintiendo su humedad, el placer que su cuerpo reflejaba y que él le había provocado, como gemía y suspiraba entre sus brazos, como decía su nombre pidiéndole que no se detuviera. Siempre iba a amar verla llegar al clímax, ver como abría ligeramente los labios, como arqueaba su espalda echando la cabeza para atrás, lanzando un pequeño grito de desahogo de su cuerpo.

No podía perderla, no tan cerca. Le iba a pedir perdón por todo lo que había hecho. Conocía mejor nadie todos sus errores, todo lo que le había hecho sufrir, pero si tenía que tomarse toda la vida compensándoselo, así sería. No le importaba el tiempo y cuánto le costara, sólo sabía que no podía vivir sin ella. Todo este tiempo que han estado separados ha sido un infierno. Aun con los pocos momentos que habían estado juntos han sido únicos, él los sentía cortos, efímeros. Quería más, quería todo con ella.

El sonido de que estaban tocando su puerta lo trajo de vuelta a la tierra. Se levantó y cuando abrió se encontró con Diego, que lo miraba con una sonrisa en su rostro.

—Buenos días, aunque para ti creo que eso está demás.

—No voy a decir nada.

—No tienes que... —respondió entrando a la habitación y sentándose en el sofá— Si sabes que estamos todos en mismo pasillo, ¿verdad?

—¿Qué tanto se escuchó? —preguntó preocupado. No le importaba lo que pensaran los demás, ellos se amaban y todos los sabían, pero no quería ella se sintiera incómoda al saber que los demás habían escuchado.

—Tranquilo, no se escuchó nada. Bueno... sí un poco de su discusión al principio, pero cuando ya luego hubo silencio y tú no saliste... se sumó dos más dos...

—No tuvimos sexo, si es lo que preguntas —dijo sentándose a su lado.

—¿Ah no? Pues pensé... como no saliste de su cuarto en toda la noche... pensé que se habían reconciliado.

—Le pedí tiempo... tiempo para tener el video en mis manos y poder enfrentar a Sabrina.

—No manches ¿Le dijiste del video?

Mi Maldito Error - Mia y Miguel RBDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora