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Estaba loca, creo que esa era la definición de mí misma en estos instantes. ¿Irme a vivir a casa de unos desconocidos para mí, pero conocidos para más de medio Londres? Estoy segura de que estoy cumpliendo el sueño de muchos ahora mismo.

Creo que a mis padres les daría un infarto, de hecho, no descarto que a mi hermana menor Frankie le guste este grupo y cuando se entere venga a asesinarme por estar conviviendo con ellos. Lo veo bastante viable siendo como es.

Mi madre siempre me lo ha recriminado, el hecho de ser tan impulsiva, el dejarme llevar tanto como pueda, el vivir sin tener una meta fija, decía que debía establecer orden en mi cabeza. Por ello todo lo volcaba en una hoja de papel, porque en mi cabeza eso no existía. No entendía que debía haber un orden, me parecía aburrido. No existía una pausa, era todo un completo desastre.

Después de esa conversación, llamé al casero, estábamos a principios de mes y me tocaba pagar el alquiler en un par de días, le expliqué que por motivos personales debía mudarme de zona y que si seguía disponible el piso volvería en unos meses. Así que después de ello, los cuatros íbamos subidos en el coche y no podía dejar de pensar en lo surrealista que era todo.

Trixy iba a enloquecer, sé que es fan de ellos y a Oliver seguramente le dé un infarto porque da igual lo famosos que sean, no sabes nunca quien puede llegar a ser un psicópata y yo me metía en la boca del lobo. Como siempre.

Llegamos a mi apartamento, cogimos las cajas vacías del maletero y subimos las escaleras, porque el ascensor era muy pequeño e iba cuando le daba la inspiración.

―¿Vivías aquí? ―Inquirió Ethan―. Es demasiado pequeño.

―No necesitaba nada más para vivir yo sola ―me encogí de hombros―. Y por si aún no te has enterado, mi sueldo no me daba para más.

―Eres muy hostil ―dijo Ethan con las manos en alto.

―Y tú un bocazas ―le solté yo.

―Mejor nos ponemos a poner cosas en las cajas... ―Suspiró Finn―. ¿Tienes muchas?

Negué con la cabeza.

―La mayoría son libretas, libros, ropa y utensilios de dibujo, no hay mucho más que eso ―dije dirigiéndome a la habitación.

Tenía la suerte de ser algo ordenada, tenía varias cosas en cajas etiquetadas con lo que había dentro de ellas, así que fue más fácil. Cabía todo, no tenía muchas cosas materiales ya que cuando veía que algo no iba a darle uso lo vendía por internet y ese dinero extra era como ver la luz.

De camino a su casa, volví a sentirme una extraña en esto. Vivir en Camden, tener que revisar las líneas del metro bien para tenerlo todo claro, pensar en cómo decirles a mis amigos que me voy a vivir con unos desconocidos que realmente son algo así como famosos y que me han chantajeado... y yo he dejado que todo sucediera.

Sé que mis amigos saben lo que son mis cuadernos para mí, son un reflejo de mi mente, sentimientos y mi vida, por ello acepté esta locura. Perder un cuaderno es como perder una parte de mí misma y no estaba dispuesta a perderme todavía más.

―Pues esa es tu habitación ―dijo Finn sacándome de mis pensamientos―. Tendrás baño propio puesto que hay dos... y eres la única chica que hay viviendo en esta casa, así que...

Asentí. Al menos tendría privacidad, tanto en el baño como el cuarto tenían pestillo. Era una habitación espaciosa, como todo el piso en sí era lujosa. Los muebles en blanco, bien pulcro y limpio todo, una cama grande que tenía pinta de ser de matrimonio, con un escritorio que tenía encima una ventana, un armario lo suficientemente grande como para que me sobrara espacio, con estanterías y baldas por las paredes. Me iba a sobrar habitación. Me sentía muy pequeña, aunque un cuarto así era algo normal y no el cuchitril al que estaba acostumbrada a dormir.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora