Aquello fue el detonante de todo, algo en mí explotó. Su mirada fija en mí, como intentaba tragar saliva y como veía un bulto en su entrepierna. La camiseta de manga corta que se ajustaba en esos brazos visiblemente trabajados.
Yo seguía tocando la guitarra a la par que cantaba, él me abría las piernas con lentitud, pero con ansias y yo no rechacé semejante acto. Tampoco podía pensar con claridad y menos con aquellos ojos azules mirándome mientras deslizaba mi ropa interior hasta acabar en el suelo. Como introducía la cabeza dentro del vestido jugueteando con mis pliegues húmedos, deslizando la lengua con suavidad y convicción, sus dedos introduciéndose.
―Intenta no gemir mientras cantas ―murmuraba intentando contenerse.
¿Cómo se hacía eso cuando lo tenía ahí? Me estaba encendiendo como una cerilla, igual de rápido. A pesar de eso, seguí tocando la guitarra y cantando. Todo lo segura que podía hacerlo porque él seguía jugueteando debajo de mi vestido, ¿la canción más larga de la historia? Podría ser.
Mi humedad iba incrementándose hasta que la canción dio por finalizada y dejé la guitarra en el suelo, a los pies de la cama. Dylan no frenó, pude agarrarme de las sábanas recién puestas tirando la cabeza hacía atrás, podía observar de reojo que estaba arrodillado en el suelo y podía notar como la humedad era cada vez mayor.
―Dylan... ―Dije en un hilo de voz, todo lo que logré decir antes de lamerse los dedos y mirarme atentamente.
Hostia puta.
―¿Quieres que me vaya? ―Inquirió cerca de mí.
Tragué saliva y negué con la cabeza.
―Dímelo.
―No, no quiero Dylan.
Se quitó la camiseta con una mano, lanzándola al suelo. Miré de reojo, la puerta estaba cerrada y con el pestillo puesto. Debía dejar de sumergirme en mi mundo cuando cantaba porque luego me encontraba en estas tesituras.
Me tiró en la cama mientras me levantaba el vestido hasta quedar tirado en el suelo, no tenía mucha experiencia y sentía que algo no iba a ir bien. Su mirada estaba cargada de deseo, de pasión, ardiente. Esos ojos azulados me miraban como si fuera la delicia hecha persona, el pecado que tanto quisiera cometer.
Juguetee con su pantalón mientras le desabrochaba el cinturón y se lo iba bajando con lentitud, una que él no soportaba en estos instantes, mostrándome como el bulto salía de la presión a la que estaba sometido. Madre mía. Madre mía.
―No sé si eres consciente de lo húmeda que estás ―susurró en mi oído.
Los dos estábamos en ropa interior, aunque cabe destacar que yo solo llevaba sujetador. Pude fijarme mejor en el cuerpo que tenía encima de mí. Trabajado, no tenía ni un hueco sin tatuajes, todo su dorso estaba repleto e incluso las piernas tenían grandes obras de arte. Aquellos brazos que se notaban fuertes, la V marcada y los abdominales. Ya tenía claro que si existía el cielo y el infierno no iba a irme ahí arriba, pero ahora mismo, me había quedado claro que de cabeza viajaba de tanto pecar. ¿Se podía pecar tanto mirando a una persona? No lo sé, pero estaba claro que yo ahora era el ejemplo.
Jugueteó con mis pechos sacándolos del sujetador con una habilidad que me dejó algo boquiabierta. Atrapó un pezón y lo lamió con ganas y lo mordía con suavidad. Yo no iba a aguantar mucho más, vaya autocontrol tenía. Di gracias de tomar las anticonceptivas en este preciso momento.
―Dylan, por favor ―supliqué.
―¿Qué necesitas? ―Dijo mirándome a los ojos.
―No juegues con eso ―advertí.
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ARTE EN EL ADN
Teen FictionVincent Van Gogh dijo un día que el sufrimiento es lo que lleva a los artistas a expresarse con mayor energía, un lema que permanecía en la mente de Lilith; para ella el arte era su mundo. El arte debería llevar por definición el nombre de ella. Cor...