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DESTINO PERDIDO

Will nos dejó descansar unos días después de la gira, que fue un no parar. Oliver se encargó de ir subiendo las fotografías pertinentes de cada lugar en el que estuvimos actuando. El feed del Instagram de la banda sin duda quedó digno de admirar.

Me había ido a casa de Frankie donde estaban Oliver, Trixy y, de la mano de ésta, Mery. Yo estaba ya perdida con tanta relación. Aunque puesto a mencionar romances, Oliver y Finn tenían una relación amorosa más que confirmada, salió en los medios y todo. Digno de ver.

―Entonces, que me quede claro... ―Decía Frankie―. ¿No renuevas contrato?

Negué con la cabeza.

―He cumplido el propósito por el que vine ―desvié la mirada.

―Pero todo ha cambiado ―apuntaba Trixy.

Se refería a Dylan.

―Fui para ayudarles a pagar el alquiler, lo he hecho de sobras. ¿Sabes cuánto dinero ganan? ―Suspiré.

―Mucho ―comentó Oliver.

―Eso es trampa, sales con el bajista ―le señaló Mery indignada.

―Y tú con la estilista ―replicaba Oliver.

La madre que los parió. A todos y cada uno de ellos.

―Manda huevos que yo tenga una crisis existencial y os estéis señalando las parejas de cada uno. De nada ―me atribuí los méritos.

―¿Y qué harás? ―Preguntó Mery―. Porque algo tendrás que decir, o que hacer. No lo sé

―Bueno, en verdad he hablado con Will, no vamos a renovar contrato, pero solo lo sabéis vosotros ―advertí.

―Pues a ver como lo hablas con Dylan, no dejará que te vayas ―decía Trixy haciendo un mohín.

―Oliver, ¿están en casa? ―Pregunté.

―No, Finn me ha dicho que iban al estudio a dejar unas cosas.

―¿Y de eso hace cuánto? ―Volví a preguntar nerviosa.

―Se han ido hará veinte minutos.

No dejé que nadie dijera una palabra más, salí escopeteada del piso para bajar al nuestro, ignoré el olor a perfume One Million de Dylan que inundaba medio piso. Abrí la maleta que apenas deshice, sé que me habían seguido porque los tenía a todos hablando a la vez. Llené la maleta todo lo que pude y más. Tenía que hacerlo, no podía seguir. Estaba agobiada, la ansiedad me consumía y no quería volver a caer en ese pozo, Daniel siempre me ha dicho que haga lo que el corazón me dijera, aunque al resto no le parecía bien. Ese hombre debe ser vidente y no psicólogo.

Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas mientras arrancaba una hoja del cuaderno de dibujo y cogía un bolígrafo. Era la peor forma de irse y era consciente, pero no me atrevía a enfrentarlo. Decirle que este mundo igual no es para mí, no debí meterme en el mundo de la fama y no es para todas las personas. Al igual que me había otorgado los mejores momentos de mi vida y todos tenían nombre y apellido también lo había pasado horrible. La fama tiene una parte que nadie te explica, pero que es jodida y dolorosa.

―No me jodas, Lilith ―exclamaba Trixy.

Me sequé las lágrimas que caían a borbotones y me abrigué fuerte, finales de octubre en Londres era muy frío. Me venían recuerdos de cuando trabajaba en el Starbucks, de cómo les tomé el pedido, la pérdida de mi libreta. El cómo me fui enamorando sin querer de Dylan, el chico que tenía un cartel neón encima que brillaba más que mi futuro. Ahora no hacían falta carteles ni flechas de colores, brillaba con luz propia y con esfuerzo lo logró.

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