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Entramos en la cafetería a tomarnos un café caliente y esperar que al menos nos secáramos un poco. Estuvimos una hora ahí dentro y aun así cuando salimos de la cafetería, seguía lloviendo, pero había disminuido así que si íbamos debajo de los edificios igual no nos mojaríamos tanto.

Mi pelo era un caos total, por no decir que mis tejanos se volvieron a manchas más oscuras por las zonas que seguían húmedas, el abrigo otro tanto de lo mismo.

Entonces un grupo de niñas, que debían tener unos diez años nos pararon en medio de la calle, mientras andábamos bajo el techo de algún balcón.

―¡Mira es Lilith de Storm of Fire! ―Exclamaba una.

―Hola, ¿podemos hacernos una foto? ―Preguntó una niña mirándome solo a mí.

La madre solo negaba la cabeza con una sonrisa.

―Perdona que hayan sido tan directas, las llevé a dar un paseo a ella y sus amigas y os vieron entrar en la cafetería ―dijo la madre.

―Sí, pero mamá nos dejó esperaros a que salierais de ahí porque dijo que era de mala educación molestar a las personas mientras hablaban.

Dylan quería reírse y no de la niña, sino porque verme la cara habría sido una cosa digna de ver.

―¿Queréis os haga yo la foto? ―Se ofreció Dylan―. No soy tan guay como la cantante principal, pero me quedará una muy buena foto.

―Mi amiga quiere que seas su novio, ¿quieres ser su novio? ―Inquirió una de las niñas.

Dylan se puso a reír y negó con la cabeza.

―Sois unas renacuajas ―dijo Dylan revolviéndole el pelo a la niña―. Lo que sí puedo hacer es hacerme una foto con todas y un autógrafo.

Se miraron entre ellas y asintieron ferozmente.

―Pero nuestra favorita es Lilith ―recalcó una de las niñas.

―Ah sí, ¿por qué? ―Contestó Dylan poniéndose a su altura mientras iba firmando autógrafos en la libreta de la niña.

―Porque canta muy bien y es muy bonita, parece una muñequita ―decía sonriendo la niña―. ¿La has visto? Tiene pequitas y parece una zanahoria pequeña.

―No te falta razón en nada ―dijo Dylan sonriendo―. ¿Nos hacemos la foto y luego os la hago con ella?

Todas asintieron súper contentas mientras la madre les hacía una foto con Dylan en el centro.

―Te toca ―me susurró Dylan.

Intenté pasarme las manos por el pelo para al menos dejarlo decente, esto que te pidieran fotos en cualquier momento de tu vida era algo extraño. Te pillaba en situaciones imprevistas.

―¿Puedo tocarte el pelo? ―Preguntó la niña curiosa.

―No seas maleducada ―le reñía la madre.

―Tranquila... ―Dije con una risa nerviosa― Claro que puedes, pero ahora está un poco mojado por la lluvia.

La niña me acarició el pelo y me tendió la libreta donde había cinco hojas con cinco firmas de Dylan. Firmé las cinco hojas y me puse en medio para la foto. Las dos niñas que estaban a mi lado me abrazaban con sus pequeñas manos y salían muy contentas.

―Va os hago una foto con los dos y los dejamos tranquilos, ¿vale chicas? ―Les dijo la señora.

Todas asintieron y Dylan se colocó a mi lado. Hizo otra foto y nos sonrió.

―Gracias por pararos a esto ―decía ella―. Mi hija tiene una hermana mayor que escucha vuestra música, ella ahora también y es como una plaga ―dijo riéndose.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora