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Os mentiría si dijera que mi vida es pintar y colorear, sí lo sé, se dice coser y cantar, pero qué queréis de una persona que está graduada de Bellas Artes.

Digamos que acabé la universidad a los veinte y que hice un curso de un año de dibujo para perfeccionar todo aquello que había aprendido. No me canso de aprender. Así que acabé de estudiar con veintiún años y este año ya voy para los veintidós.

Qué sencillo parece, ¿no? La verdad es que no, vivía siempre esperando a que mis padres se sintieran orgullosos de mí. Venía de una familia adinerada, mi padre es uno de los grandes médicos de Londres y mi madre dirigía una empresa donde se movían más ceros que yo moviéndome en el trabajo cuando iba estresada. Y no es poco el vaivén que hay en una cafetería en pleno Londres.

Siempre estaban diciendo "Lilith, debes de labrar tu futuro", "tienes que estudiar algo que valga la pena", "eso no te dará de comer", "no te hemos educado para que estudies algo como eso". Cierto era que, lo que yo quería estudiar tenía pocas salidas laborables o era casi imposible hacerse un hueco en esa industria. No era nada fácil y es un mundo demasiado amplio, no era la única que aspiraba a triunfar. Pero, ¿por ello iba a dejar de lado mi sueño?

Era de las pocas personas que pensaba que debía estudiar algo que de verdad quisiera y que me gustara, en vez de desaprovechar tres años de mi vida estudiando algo que no iba a satisfacerme, para luego trabajar ocho horas diarias con ganas de colocarme una pistola en la frente porque no soportaría mi trabajo. Directo, pero simple. Por eso mismo, llevo trabajando muchos años para poder pagarme la carrera que quería, puesto que mis padres no querían hacerlo y no por falta de dinero (de eso iban más que sobrados), sino por el pensamiento antiguo que tenían.

He trabajado limpiando hoteles, de guía turística, de camarera en tantos bares como me fueron posibles, tiendas de ropa, de souvenirs... de lo que surgiera. Incluso he frecuentado pubs porque se ganaba un extra de noche, pero eso es otro de mis maravillosos momentos. De esta forma logré poder pagarme la universidad y me sentía orgullosa.

La gente de mi edad vivía la edad que le tocaba vivir y yo en la secundaria me amoldaba a estudiar por las mañanas, trabajar por las tardes y rezarle a quien fuera para que tuviera tiempo para poder hacerlo todo a la vez y, a pesar de todo, obtuve una matrícula de honor y pude entrar en la universidad de arte más prestigiosa de Londres, junto con una beca. Nada me vino regalado, nunca. Con sudor y esfuerzo puede conseguirse, soy consciente de que si quiero algo no voy a dejar que me lo regalen porque yo no he estado toda mi vida luchando por seguir aquí a día de hoy.

Y si os preguntáis si tenía amigos en la primaria: negativo. Mis padres me apuntaron a tantas extraescolares diferentes en esos años como les fue posible, por lo que iba cambiando siempre de sitio. Sé tocar la guitarra y el piano, canto, dibujo, intentaron meterme en extraescolares de literatura y también te sé escribir algún que otro poema. Luego lo intentaron en el mundo de la biología y los números, pero ahí ya se rindieron: se dieron cuenta de que lo mío era el arte y no algo relacionado con lo suyo y desde entonces todo fue en caída.

En verdad, tampoco era que yo fuera la persona más extrovertida del mundo, me guardaba mis cosas como si fueran el mayor secreto y mis sentimientos solo salían a la luz en una libreta. Parándome a pensar, tengo más libretas llenas de dibujos y bocetos que años tengo.

Volviendo al presente, una vez acabé la universidad, logré independizarme, en un piso bastante decente en Dalston, mientras hacía el curso, que tampoco eran muchas horas y me permitía ganar ese dinero para sostenerme.

Trabajo en un Starbucks en el centro de Londres, lo que viene siendo a cuarenta y cinco minutos en metro haciendo paradas. Es lo que tiene que te cueste llegar a fin de mes y no poder permitirte comprar un coche ni de segunda mano. Cierto es, que logré sacarme el carnet de coche, trabajar tanto dio sus frutos y logré pagarlo, pero se quedó ahí. De momento tengo prioridades, como pagar la luz, el gas y el alquiler.

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