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Cogí a Dylan del brazo y lo arrastré a la multitud de gente que bailaba bajo esos focos neón. Nadie se fijaría en nosotros, cada uno iba o borracho, drogado o volando por el espacio perfectamente.

Entonces empecé a moverme, detrás tenía a Dylan, que no sabía que tenía estos conocimientos de baile. Sinceramente, se movía bien.

Bailando muy pegados uno del otro, como si la noche fuera infinita. Como si el momento lo fuera, bajo aquellos focos que se movían de un lado a otro de diversos colores.

―¿También fuiste a clases de baile? ―Preguntó Dylan por encima de la música.

Asentí.

―Tengo hasta baile para el estribillo de esta ―chillaba por encima de la música.

Era un baile que me había inventado con Trixy y Oliver una noche que nos quedamos a dormir a su casa. Perdí totalmente la vergüenza o eso quería creer, porque pensar que tenía la suficiente confianza como para hacer un baile con perreo incluido con Dylan, era demasiado para mí.

Podía observar cómo Dylan no se perdía ni un solo movimiento, sobre todo en la parte de mover el culo, entonces se acercó a mí y nos pusimos a cantar y a bailar.

―He admitir que me gusta como bailas ―susurraba en mi oído.

Esto se está desmadrando, yo voy avisando.

―El alcohol habla por ti, Dylan ―le repliqué.

―¿Tienes miedo de que me guste? ―Inquirió con una sonrisa burlona.

Negué con la cabeza.

―Tengo miedo de que me guste a mí ―dije seriamente.

Lo cierto es que para mí una gota de alcohol ya significaba un mínimo de descontrol y ahora me encontraba en la tesitura de si seguir bailando o salir corriendo de ahí.

―Créeme, yo estoy totalmente bien, es a ti a quien le ha subido algo el alcohol ―me dijo sin perder el ritmo de las canciones que iban sonando.

―¿Tú crees? ―Pregunté mirándolo―. Me veo estupendamente.

Dylan negaba con la cabeza.

―Estás sacando a relucir una parte de Lilith que no conocía, así que sí, te ha subido el alcohol ―dijo cogiéndome de las manos y bailando.

―Soy consciente de todo ―le repliqué―. Solo llevo dos vasos de esos... bueno y medio del tuyo ―empecé a reírme.

―Deberíamos salir a que te dé el aire, Lilith ―dijo él negando con la cabeza.

Quién diría que fuera él quien me diría aquello y no al revés. Qué cosas.

―Pero la música está muy guay ahora, no podemos irnos Dylan.

―Si sigo así haré cosas de las que me voy a arrepentir.

―La vida es una, ¿no? ―Dije sonriendo―. Haz lo que tengas que hacer Dylan, nadie te está impidiendo nada.

―No digas que no te lo advertí luego.

En un momento, tenía sus manos en mi cintura, agarrándome firmemente mientras su boca se posaba en la mía, diría que fue dulce pero no, sabía a pomelo, sabía a intensidad y adrenalina... y mentiría si dijera que no le seguí el beso. Quizá fue el alcohol o quizá este me serviría de excusa al día siguiente. Entonces me separé de él, algo descolocada por la situación, ¿me había besado con Dylan?

Noté su mirada en mí. Me lo advirtió y de no ser por el alcohol podría haber visto el maldito cartel neón del que tanto intentan alejarme mis amigos. No de Dylan, del cartelito luminoso al que parece que me haya pegado como un imán.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora