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Aquella mañana me pidieron perdón en el desayuno, aunque más bien era ya casi la hora de comer porque eran las dos de la tarde. Algunos habían seguido con su rutina como Finn, otros dormían reventados de la noche anterior y yo no tenía fuerzas para levantarme de la cama a afrontar la vida.

La incomodidad desapareció, pero algo me indicaba que seguiría habiendo problemas, no conmigo, pero si con ellos mismos. Porque por separado eran una bomba, pero juntos eran una granada.

Teníamos un bolo esta noche, pero decidí ir al estudio un rato después de comer para poder tocar tranquila, necesitaba paz y música. Había estado haciendo bocetos acerca del disco mientras comía un sándwich. El concepto en sí lo tenía, querían ilustración una de nosotros así que bueno tendríamos que hacernos una sesión de fotos para que pudiera guiarme mejor porque vaya desastre era mi cabeza.

Me puse unos tejanos junto con una sudadera, vendría a tiempo para cambiarme porque seguramente Trixy me espere con la ropa preparada ya que ella se adelanta a todos los acontecimientos.

―¿Dónde vas? ―Inquirió Finn que apartó la vista del libro.

―Necesito despejar la mente, vuelvo para vestirme e irnos ―comenté.

Salí de ahí sin esperar respuesta de nadie, cogí un taxi que me dejara en el estudio y abrí con la llave que me dieron. Se me había venido la canción a la mente y aunque no fuera muy de mi estilo estaba empezándome a sentir como la letra de esta misma.

Colgué el abrigo en el perchero de la entrada y me acomodé frente al piano, había dos: uno replegado en una esquina y otro de cola. Claramente me fui al de cola. Busqué la partitura en el móvil junto con la letra porque no me la sabía de memoria, lo coloqué donde debería ir el papel y puse los dedos sobre las teclas, inspirando hondo.

Seguí tocando la canción con el piano, notaba como una caliente gota se deslizaba por mis mejillas. No dejé de cantar, no dejé de tocar. Me estaba tocando hondo, esto era culpa de Trixy que tenía que ponerme canciones de la persona que tiene una para cada momento de la vida. This Is Me Trying de Taylor Swift calaba muy hondo.

Me rompí entera cantando esa canción, tenía una melodía tan suave pero tan explosiva que era imposible no sentir absolutamente nada escuchándola.

No recuerdo en qué momento las lágrimas caían una detrás de otra y de verdad que lo estaba intentando. Mil pensamientos negativos jugaban en mi contra a la par que una guitarra acústica sonaba acompañando al sonido del piano y de mi voz. Giré mi cabeza un par de segundos, un cabello desordenado y rubio apuntaba hacía mí. Dylan estaba tocando la canción, se confundió con algún acorde al principio dándome a entender que no conocía la canción, pero le pilló el ritmo enseguida, indicando que realmente era muy bueno en esto. Que daba igual que no hubiera ido a la universidad porque ahí no iban a enseñarle a ser lo que es. Un músico. Un compositor.

Cuando acabé de tocar, me sequé las lágrimas con rapidez mojando la manga de mi sudadera.

―Finn puede ser un bocazas ―comentaba Dylan sentándose a mi lado en el asiento del piano.

―¿Por qué te lo ha dicho?

―Pregunté ―dijo con sequedad.

―¿A qué se debe?

―Te veo siempre dibujando, escapando de tu realidad y no podía imaginar que ahora escapes también tocando.

―En mi casa tocaba la guitarra ―murmuré―. Y en los bolos que hacía los fines de semana.

Él negó con la cabeza.

―Una cosa es hacerlo en casa porque te apetece y tocar en bolos porque te pagan por ello. Otra distinta es salir de tu casa y dirigirte a un estudio a tocar una canción triste. Sentirla y hacerla tuya. Antes no tenías esta oportunidad y te refugiabas en los ratos que podías dibujar, seguro no tenías tiempo para tocar la guitarra.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora