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Cuando por fin llegamos a casa, la primera imagen que vimos los tres fue como Dylan se paseaba en calzoncillos por la casa y en el sofá una chica en ropa interior. Podrían habernos hecho una foto a los tres y sin duda sería para enmarcarla.

―¿Dylan qué haces? ―Preguntó Finn.

―¿Yo? ―Inquirió Dylan―. Pues vivir la vida hombre, no fallar a mi fama.

―¿Tirándote a una tía en tu habitación para luego pasearla por el piso para que la veamos? ―Dijo esta vez Ethan enfadado.

Ya era difícil ver a Ethan enfadado, siempre estaba de risas y con bromas, pero me daba que no era la primera vez que sucedía.

―Todos podéis hacerlo, pero si no queréis ya no es culpa mía ―Dylan se encogió de hombros.

―¿Por qué Dylan? ―Suspiró Finn cansado.

―¿Por qué no Finn? ―dijo Dylan imitándolo.

―¿Puedes vestirte e irte? ―Insistió Finn intentando mantener la calma― Por favor.

Finn le lanzó el mini vestido que estaba tirado en el suelo. La chica tampoco dijo nada y se lo puso.

―Un placer Dylan, llámame ―dijo ella guiñándole un ojo.

―¡Nunca llamo! ―Exclamaba él mientras ella se iba.

―¿Has visto Lilith? Este es Dylan, el famoooso Dylan ―dijo él riéndose.

―Sabes que no ―me crucé de brazos.

―Me conoces desde hace un mes, qué sabrás ―dijo enfadado.

―Dylan, ese no eres tú ―volví a insistir.

―¿Qué sabrás? ―volvió a repetir.

―Porque el verdadero Dylan... ―Dije mientras buscaba en la mochila de Finn―. Está en esta puta libreta ―solté estampándosela en el pecho.

Wow... eso si es tener carácter ―dijo Ethan bajito, aunque todos le hayamos escuchado.

―Ese es el puto Dylan de verdad y no la apariencia que te traes, ¿te ha servido de algo enseñarnos esto? ―dije de los nervios.

Su silencio dijo mucho más que las palabras.

―Por supuesto que no, no te ha servido de nada. Solo te has denigrado a ti mismo y a la pobre chica que has usado ―dije mirándolo a los ojos.

―No soy el de las canciones ―dijo Dylan―. No lo soy ―decía más para convencerse a sí mismo que a nosotros.

―No te conozco como te conocen tus amigos, de eso estoy convencida, pero tampoco es que no hayamos pasado tiempo como para no observar cómo te comportas ―volví a insistir―. Deja de decir que este eres tú, ¿por qué? ¿solo porque así te ven? ―Negué con la cabeza―. Te conozco de hace poco, pero puedo asegurarte que el verdadero Dylan era el que vi esta tarde. No el de ahora.

―¿Por qué mierdas te enfadas? ―Se encaraba Dylan.

―Porque eres un hipócrita Dylan! ―Le chillé en la cara―. Cuando me dijiste que no querías ser como antes, cuando me contaste que tu pasado era difícil y que a veces se te iba la cabeza, incluso cuando has venido al estudio porque me viste mal y te digo que el Dylan que veo ahora mismo no hubiera hecho tal cosa. Quizá para ti no fue nada o no lo sé, pero para mí si significó que te preocupabas un mínimo por mí. Esto lo has hecho por tocar los cojones y te aplaudo, porque lo has logrado y ni si quiera sé por qué.

Desde entonces me pasé varios días encerrada en mi cuarto dibujando sin parar, en constante movimiento de muñeca y lápiz.

Excepto aquellos días en los que iba a ensayar, no hablaba con Dylan. Su comportamiento me pareció lo que viene siendo de alguien inmaduro, ni si quiera dio explicaciones, cogió y se fue. Según Will nos comunicó por el grupo de WhatsApp que lo vieron salir del pub con la chica, así que tuvo que mover hilos para que no se enterara la prensa y saliera en las portadas.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora