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Pasaron unos días y cada vez se acercaba más el día de Navidad, montamos entre todos el árbol y decoramos un poco la casa. Con Dylan el asunto seguía como siempre, quiero decir en el sentido de que agradecí que me contara lo sucedido con Erika, pero algo fallaba o lo hacíamos nosotros. Qué sencilla era la vida cuando una es pobre.

Me veía en la obligación de comprar un regalo a cada uno de esta casa, nos hicieron el favor de dejarnos pasar aquí las navidades, así que menos que tener un detalle. Lo más probable era que a Meredith y Nelson les regalase una cesta con surtido, a Tracy le regalaría un retrato pintado a color, a Frankie... cualquier cosa que indicara que era de una marca cara y a Dylan estaba pensando en comprarle una guitarra eléctrica nueva.

Así que ese día lo dediqué exclusivamente a salir de compras con mi GPS y a pintar el retrato de Tracy, me costaba pintar a color, no solía hacerlo mucho pero después de todo lo que ha hecho por mí estando aquí, se lo merecía.

Tenía todos los paquetes envueltos en papel de regalo de color rojo con un lazo verde, quedaba bastante navideño pero bonito.

―Veo que lo tienes todo preparado ―decía Frankie.

―Sí, qué menos que hacer algún detalle.

Detallazo querrás decir, tienen pinta de cosas caras por su tamaño ―se reía.

―Bueno, eso es lo de menos, la intención es lo que cuenta.

Dylan irrumpió como un tornado en el cuarto sin llamar anteriormente, bastante alterado.

―Tenemos que ir a urgencias.

Frankie y yo los mirábamos alarmadas.

―¿Qué ha pasado? ―Pregunté poniéndome los zapatos y una sudadera encima de la camiseta grande que llevaba.

Frankie hizo lo mismo, parecíamos dos vagabundas con los leggins y sudaderas XL, pero ahora era lo que menos importaba.

―No preguntéis, os explico en el coche ―decía Dylan agitado.

Bajamos corriendo las escaleras y nos introducimos dentro del coche, me hubiera ofrecido conducir yo debido al estado en el que se encontraba Dylan, pero no sé dónde quedaba urgencias.

Frankie y yo íbamos bien sujetas al coche porque Dylan conducía seguramente a más de lo permitido y no iba a quejarme de la velocidad teniendo en cuenta que algo grave había sucedido. En vez de bajarnos del coche, creo que los tres dimos un salto y nos encontramos al grupo de nuevo sentados en la sala de espera.

―¿Por qué mierdas las traes? ―Decía Erika.

―Primero, controla tú tono Erika y segundo: Lilith, es de la banda. Merece estar al tanto y estar aquí incluso más que tú ―sentenció Dylan.

―Seguimos sin saber qué ha pasado, ¿dónde está Ethan? ―Pregunté yo.

―A Ethan le ha dado un blancazo bastante fuerte ―contestó Candy suspirando―, nada extraño.

―¿Nada extraño Candy? ―Decía Dylan incrédulo―. Ya había vuelto a fumar, ¿sabíais que lo había dejado en la universidad y que iba disminuyendo el consumo? Sabía que volviendo aquí con vosotros volvería a suceder esto.

―¿Nos hechas la culpa, tío? ―Respondió Jack―. Él es quien decide si hacerlo o no.

―Estoy seguro de que le habéis presionado, ¿creéis que no os conozco? ―Bufó Dylan de los nervios―. Como le vuelva a pasar... juro que entonces no vais ni a reconocerme.

―Perdón, pero... ―Dije algo cortada―. ¿Qué es un blancazo?

―Es cuando ingieres mucha cantidad de marihuana, bien fumándotela o comiéndola en bizcochos generalmente ―contestó Jack, aclarándomelo.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora