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Nos alejamos del local para no ocasionarles más problemas de los que habían sucedido ya.

Yo me sentía muy vulnerable y expuesta, aquel tema siempre dejará una espinita clavada en mi interior, debí denunciar, pero... ¿mis padres me hubieran creído? Dudo que mis padres en esto me hubieran apoyado, encima hubiera salido perdiendo yo porque los padres de Alan taparían eso y quedaría como una desquiciada.

Aunque intentase en su momento hablar con mi hermana del tema, siempre lo esquivaba y por ello nunca supe la verdad, ¿sería mi hermana capaz de hacerme algo así? Esperaba que todo fuera por culpa de mi madre, aunque no quiere decir que no hubiera participado, pero ahora ella es como una marioneta.

Mientras veíamos como Will hablaba con Alan, sin saber muy bien qué debe estar diciendo, se le veía muy sereno, como si tuviera un as bajo la manga. Era Ethan el que le curaba las pocas heridas que tenía Dylan en la cara y nudillos, había servido de algo estudiar enfermería, se le daba muy bien. Debió de decirle Finn que lo hiciera él, tenía todo el sentido del mundo.

―¿Estás bien? ―Pregunté acercándome a Dylan.

Él me miró y asintió.

―Jamás le había puesto cara... ―Decía Trixy sopesando―. Cuando me lo contaste nunca me enseñaste como era.

―No era necesario, forma parte de mi pasado ―dije secamente.

― ¿Por qué no denunciaste? ―Inquirió Ethan.

―Porque estaba sola, porque mis padres no iban a creer lo que había pasado y son capaces de hacer creer a cualquiera que me lo inventaba, borrarían la foto de la faz de la tierra y enterrarían eso como quien no quiere la cosa ―dije desviando la mirada―. Y gracias, Dylan.

Fue lo único que logré decir. Ojalá haberlo conocido antes, si esto hubiera pasado en el instituto yo me hubiera sentido algo mejor porque alguien creería en mí, porque él tendría su merecido. O parte de lo que se merece.

―No has de darlas ―dijo fríamente.

―¿Podéis dejarnos solos un momento? ―Les dije al resto.

Ninguno se opuso así que eso fue lo que hicieron. Dylan estaba apoyado en el maletero del coche de brazos cruzados, así que hice lo mismo que él y me puse a su lado, también apoyada en el maletero.

―Creo que jamás nadie me defendió, siempre tuve que hacerlo por mí misma, por sobrevivir a lo duro que es el instituto ―dije mirando a la nada―. Quizá la violencia bruta no sea la solución más eficaz pero sí que es más de lo que alguien hizo por mí.

―No es la primera que vez dejo así a alguien ―contestó él.

―¿Puedo saber por qué? ―Pregunté curiosa.

―No tengo un pasado muy bonito, Lilith.

―El mío tampoco lo fue, pero aquí estamos, ¿no?, da igual lo que hiciste Dylan, no te ha hecho desviarte del camino para ser lo que quieres ser.

―Algún día lo sabrás ―fue lo único que dijo.

―Nada que me cuentes va a sorprenderme Dylan... ni te veré diferente, imagino qué cosas pueden ser, porque por la forma que metías esos golpes, has pasado muchos años haciéndolo.

Se giró de golpe para mirarme.

―¿Importa eso? ―Me preguntó.

Negué con la cabeza.

―Todos hemos cometido fallos en nuestras vidas, por ello somos quienes somos hoy en día. Si un día te animas a contármelo, te escucharé Dylan y yo no voy a juzgarte. No somos santos, y yo menos ―dije levantándome del maletero del coche.

ARTE EN EL ADNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora