Capítulo 32

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La noche me parece eterna, me la paso vuelta y vuelta pero no llego a una solución. Lo más probable es que no la haya, pero no pierdo nada con buscarla.

Logro quedarme dormido como a las cinco de la mañana, pero cuando vuelvo a abrir los ojos ya pasan de las diez y hay una nota pegada en mi almohada, sé que es de ella por su letra.

“No me fui sin despedirme, pero no quise despertarte. Fui al doctor para ver cómo van los puntos, no sé cuánto voy a tardar. Helián va a regresar, se va a quedar hoy también. Los quiero.”

Aprieto la nota en mi mano preguntándole a Dios qué hice mal o qué estoy pagando como para tener que verlos juntos. Llevo una semana viendo como él intenta ganársela y cómo ella le abre las puertas de su corazón mientras que a mí se me cierran, y no sé qué tanto podré aguantar.

Me levanto de la cama porque no escucho a nadie, Jota tampoco está, así que regreso y pongo cualquier pendejada en Netflix, pero no le pongo atención, solo pienso en todo lo que hablé con Jota y en qué voy a hacer al respecto.

No estuve solo mucho rato, como a la una tocaron la puerta, no quiero abrir, yo sé quién es, y no quiero verlo, pero tengo qué.

Cuando abro, ahí está él. Viene solo, como siempre, pero por una vez quisiera que ella viniera con él, así podría asegurarme de que está bien.

—Qué onda. — Me saluda chocando nuestras manos, luego entra. —¿Está Ana?

—No, fue al doctor, pensé que te había dicho.

—No, no me dijo... Temo que últimamente nadie me dice nada.

Alzo los hombros. —Qué mal. — Me doy la vuelta y me dirijo a la cocina.  —¿Quieres un café?

—No me vendría mal.

Hasta que el agua hierve nos invade un silencio súper incómodo, de esos que me cagan, pero claro, él esperó a tener su café en la mano para empezar a hablar.

—Quiero decirte algo, Daniel.

—¿Qué pasó?

—Escuché lo que hablaste ayer con Jota... Todo.

El piso se me mueve, lo veo todo borroso y no sé qué contestarle, pero si lo escuchó no tiene caso negárselo.

—No tengo nada que decir.

—¿No lo niegas, entonces?

—No. — Me encojo de hombros. —No es algo de lo que deba avergonzarme, al contrario, — Me recargo en la barra. —Me hace sentir orgulloso amarla porque ella es lo único que tengo.

Le sorprende mi actitud tan a la defensiva, lo veo en sus expresiones.

—Me lo dices como si no fuera su novio.

—No lo eres. Sales con ella, eso es muy diferente, no están en nada.

—Pero lo estaremos.

—Y por mí no tienen que preocuparse, te lo aseguro, no soy tan idiota como para no dejarla ser feliz.

—Qué bueno que lo tienes en mente, porque... No sé cómo explicarte lo miserable que la hiciste sentir y lo mucho que dejó de quererte desde que le dijiste todas esas cosas terribles por la muerte de su mamá. Seguro comprenderás que está en mí que no vuelva a sentirse así.

—Sé lo dije y me disculpé, además tú no eres nadie para venir a reprocharme algo y menos a mi casa.

—Solo te advierto que no me la vas a quitar.

—Ella no es tuya, ni mía, ni de nadie. Si la quisieras la mitad de lo que yo la quiero, entenderías que ella es muy grande como para pertenecerle a alguien.

—¿Tú? ¿Quererla? — Se ríe. Ya sacó boleto éste hijo de la chingada.

—No tengo por qué darte explicaciones, pero lo haré por el puro placer de llenarme la boca diciéndote que jamás podrás amarla como yo, porque no la conoces. — Hablo cerca de su cara. —No sabes quién es ella, lo que le gusta, lo que no, ni conoces sus ambiciones. La amo porque lo que sé que ha tenido que pasar y porque se merece ser feliz contigo o con cualquier otro pendejo.

—Ya deja de decir pendejadas, Daniel.

—¡No son pendejadas! ¡Te guste o no, yo amo Ana, y haré hasta lo imposible por ganarme su amor! La amo y estoy hasta la madre de fingir que no. Y hazle como quieras, pero tú no me la vas a quitar a mí.

Cruzo el pequeño pasillo que me separa de la sala, pero no llego, porque ella está ahí convertida en un mar de llanto... ¿Qué he hecho?

Si decido esperarte •|Daniel Gal|• SAGA WIPLASH #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora