Capítulo 40

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—Anita, ¿puedes abrir? 

—Sí, voy.

Me levanto y voy hacia la puerta, no pregunto ni veo quién es, nada más abro.

Daniel está detrás de la puerta, agitado, nervioso y parece que ha pasado toda una vida sin vernos.

—Daniel...

Me observa con detenimiento unos segundos y luego se me viene encima.—Perdóname, perdóname... —Me pide llorando. —Te prometo que todo será diferente ahora, que tendrás mi amor por siempre, pero no me dejes...

El pecho me duele otra vez, quisiera creerle, pero no puedo. Ha pasado una semana y nunca recibí un mensaje o una llamada... Nada. Creo que no tiene derecho a parecerse así como así.

—Suéltame. —Me suelto de su agarre.—Vete.

Sus ojos buscan los míos y al hacer el contacto logro comprender muchas cosas que al parecer no tienen pies ni cabeza, pero todas constituyen la única verdad de la que he estado segura: por más que intente, jamás dejaré de querer a Daniel. 

Nuestro contacto visual dura poco tiempo, después él desvía la mirada y ve por encima de mi hombro, pero de la nada su rostro se desencaja.

—¿Atenea? —Pregunta claramente sorprendido mientras mira a Arantza, y fue lo único que dijo antes de desplomarse.

—¡Daniel! —Gritó mientras lo sostengo, pero es tan pesado que ambos caemos al piso.

—¡Levántenlo! —Grita Arantza del otro lado de la sala, pero corre a levantarme mientras Jota y Rodrigo levantan a Daniel.

—¡No mamen! —Grita una voz desde la puerta una voz que conozco perfectamente.—Alguien dígale este pendejo que se vaya a dormir a su casa. 

Diego entra, la puerta estaba abierta, pero casi nadie le presta atención, están ocupados en intentar despertar a Daniel. Tuvo la misma reacción que todos nosotros al ver a Arantza. La verdad nos sorprendió, de hecho creo que también Diego estuvo a punto de desmayarse.

Después de que Arantza me levanta y de que intentaran revivir a Daniel corrí escabullirme en el cuarto de Rodrigo. La verdad no sé porque estoy llorando tanto si solo se desmayó, pero la verdad creo que es más por nervios e impresión.

Los segundos pasan y siento cómo mi cuerpo se libera de la tensión cuando escucho su voz, pero dura poco porque es reemplazada por sus pasos. Yo me quedo parada en un rincón del cuarto y ahí me encuentra cuando entra. El color todavía no regresa sus mejillas, no se ha recuperado del desmayo.

—Ana...- 

—Vete, no te quiero ver. —Digo tan rápido como puedo.

—Solo te pido un momento, por favor... No tienes que hablar si no quieres. De hecho me interesa mucho tu silencio... Por favor... 

En los últimos 30 segundos me di cuenta de que muy en el fondo sigo esperando una explicación de su parte, fue por eso que decidí cerrar la puerta y dejar a todos afuera para poder escucharlo. En realidad solo estoy buscando un pretexto para poder perdonarlo.

—Habla. —Digo tajante.

Suspira y se limpia el sudor de las manos en el pantalón.—Bueno... Los últimos días no han sido muy buenos...—Se queda esperando mi respuesta, pero no abro la boca.—Sé que no te he escrito y que es la primera vez en esta semana que he intentado verte, pero necesitábamos tiempo...-

—¿Más? —Pregunto antes de siquiera pensarlo. Sus ojos llorosos delatan loo mucho que le remuerden los años años perdidos. 

—Fui un idiota, lo sé, pero el día que tuve que llevarte al hospital algo cambió dentro de mí, supe que si te perdía no me quedaría nada más y ahora me aterra la idea de que me dejes... 

De pronto se queda sin habla y eso me da miedo, porque verdaderamente quiero encontrar una excusa para perdonarlo, pero de repente todo se congela.

—¿Por qué tú nunca me dijiste que me querías? 

Últimamente mi boca viaja más rápido que mis pensamientos, así que le contesto:—Estamos hablando de ti. Además no puedes asegurar que yo te quiera.

Se me acerca y me toma de las manos, una conocida corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo hasta crear una chispa que vuelve a encender esa llama que evitaba mi pecho.

—Tú y hasta el fin del mundo, ¿verdad? Pero ya no tienes que esperarme más,  Ana...

Tardó unos segundos en reaccionar ante sus palabras, intentando recordar en dónde había escuchado aquello. Para su muy mala suerte, fui yo la que lo escribió.

Me suelto bruscamente de sus manos y me aparto de él.—¿Qué dijiste? —No me contesta, lo que lo delata. —¿Por qué dijiste eso? —Sigue sin responder. —¡Contéstame!

Los ojos se le ponen llorosos y no tarda en dejar caer las primeras lágrimas.—Perdón...

—¿¡Leíste mi diario?! 

Asiente. —Necesitaba muchas respuestas...

—¡Eso era mío! —Grito tan fuerte como me lo permite la garganta que se me cierra por el llanto. —¡No tenías que leerlo! ¡Eres un imbécil! —Le gritó mientras le pego en el pecho. Me duelen las manos de lo mucho que le estoy pegando, él trata de esquivar mis manotazos pero no lo consigue del todo, se lleva la mayor parte de los golpes.

—¡Escúchame! —Grita cuando al fin logra sostenerme las manos.—Tenía que buscar una señal que me permitiera venir a ti...

—¡Nunca has necesitado una excusa! ¡Yo siempre iba a tener el corazón abierto por si querías entrar, pero al parecer tuve que haberme casi muerto para que te dieras cuenta! 

—Ya me di cuenta... Y no, si algo te hubiera pasado estar muerto sería lo mejor.

No le respondo, tengo la garganta cerrada por el llanto y veo mi reflejo en sus ojos. Tengo miedo de mí misma y de qué tan grande es lo que siento por él, porque no puedo responderle tampoco. No tiene que pedirme nada, accederé a todo, aun cuando no me lo pida.

En un segundo y casi sin darme cuenta, su boca está más cerca que nunca, siento su aliento cálido en mi boca y, otra vez, ya es demasiado tarde, lo sé cuando siento tus labios encima de los míos.

Me preocupa no haberle puesto resistencia, pero es que he esperado tanto tiempo este momento que ponerle un alto me parece una crueldad. No para él, sino para mí. Pero no... No voy a dejárselo tan fácil, después de todo, yo también creo merecer que luchen por mí.

Aprovecho un momento en particular para poderme zafar de él y cuando lo hago mi mano vuela más rápido que mi pensamiento y se estampa contra su mejilla, pero no dice nada, se queda ahí parado.

—Puedes pegarme todo lo que quieras, pero acabas de confirmarme que aún tengo una oportunidad y no pienso desperdiciarla.

No le contesto, solo salgo del cuarto de dirección a la puerta del departamento y la abro.—Vete ya, Daniel.

Voltea a ver a Jota antes de salir. —¿Vienes?

—Al rato te alcanzo.

Daniel asiente y camina hacia la entrada, pero se detiene en el umbral. 

—Te amo—Dice sin más y siento otra corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo—, y no habrá nada ni nadie que logre cambiar o destruir el amor que he sentido por ti es mi pequeño pedazo de infinidad.

Su confesión me deja perpleja y con los ojos llenos de lágrimas. No da un paso más, solamente se me acerca y me da un beso en la frente. —No lo olvides... Ya no tienes que esperarme, Ana, y haré todo para recuperarte.

Y,  sin más, cierra la puerta, dejando totalmente encendida la llama de esperanza de mi corazón.

Si decido esperarte •|Daniel Gal|• SAGA WIPLASH #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora