Capítulo 13: Galeón y Aisha

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—¿Y cuantos años tienes?

—Quince.

Detengo mi andar y lo observo con ojos bien abiertos.

¿Quince? ¿Qué le dan a los jóvenes de hoy en día?

Sonríe elevando sus cejas tratando de parecer inocente. No lo conocía, pero tenía toda la pinta de ser un chico revoltoso. Mamá decía que no estaba bien juzgar a las personas solo con lo que podíamos ver de su exterior.

“Nunca opines algo de alguien por lo que ves, hacerlo sería juzgar. A la mayoría de las personas eso se les hace más fácil, criticar en vez de halagar. Debemos cambiar el mundo, Isa”.

Pero la señora mamá no imaginó que yo llegaría a  ver el fuego alrededor de las personas. Aquel que me decía todo acerca de su personalidad.

Itzae me ha recordando en varias ocasiones, el cuidado que debo tener ante las personas con aquel fuego rojo que danzaba ahora mismo alrededor del chico. Tenía que ver con la pasión, la virilidad. A las persona con ese fuego les encanta la revolución, el peligro, eran fuertes, temerarias.

—Espero que ese asombro sea por que soy un Thalassinos y no por mi edad.

Ladeo mi cabeza, perdida en las pocas pecas regadas por su cara. No tenía tantas como Anahís o Marcos.

—¿Eres hijo de…?

—Nate Thalassinos. Es el Delta de la manada. Mi tío fue el antiguo rey.

Lo sé.

—¿Debo inclinarme?

—No —su sonrisa se ensancha—. Aunque si es para otra cosa…

Su comentario no me descoloca, tampoco me causa algún sentimiento. Siempre he pensado que si hay alguien demasiado malo en el mundo, efectivamente sería yo.

De todas formas, era solo un niño.

—Estas demasiado pequeño para mí —retomo el camino al comedor—. En vez de pensar en esas cosas, deberías estudiar más.

—Soy muy buen estudiante, más adelante quiero estudiar medicina. Me interesa todo lo que tenga que ver con el cuerpo humano —me alcanza en un ligero trote.

—No me digas…

—Puedo enseñarte cuando quieras.

—No, gracias.

Su carcajada explota detrás de mí al instante.

—¿Cómo te llamas?

—Isabella.

—Isabella —repite, como si fuera necesario para poder recordarlo más tarde—. Es increíble, jamás imaginé que vería a alguien con esos rasgos en persona. Te pareces mucho a la chica que esta con mamá en una foto cuando era más joven.

Me detengo de golpe. Él lo hace unos pasos más adelante. Lo alcanzo trayendo a memoria la imagen de la amiga de la que mamá me habló.

—¿Tú mamá es una ninfa?

Es su turno de hacer mala cara. Se acerca aún más y debo echar un poco hacia atrás mi cabeza para verlo mejor.

—Sí.

Oh por Dios, ¿podía existir tanta casualidad? ¿Era su madre la ninfa que había sobrevivido en la historia de la señora mamá en China?

Imposible.

Agito mi cabeza volviendo a la realidad. Alejo esos pensamientos y le sonrío cordial. El chico acomoda sus rizos devolviéndomela.

—Pensé que ya no existían —opino encubriendo mi actitud fuera de lugar.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora