Capítulo 43: Polvo de estrellas

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Maratón 1/3

Subiré uno por día.

Disfruten, con amor...

Mont.

👑

Itzae tiembla en el centro de mi estomago. El fuego escarchado aún lo envuelve... o ¿la envuelve?

¿He sido así de ciega?

La combinación de su fuego con el azul mar del lazo es demasiado fascinante.

No es de esta tierra.

Ella no es de esta tierra.

—Está aquí, ¿no es así? —me tropiezo cuando intento levantarme, Marcos me atrapa con sus brazos.

Lorenzo o Daisy... o quien mierdas sea, no quita sus ojos de Ian. Quien se acerca a mí con rostro preocupado. Sube cada escalón con gracia, luciendo demasiado bien en su traje color azul marino.

Mi pobre duque.

—¿Estás bien, amor? — sus ojos están chispeando con ese bonito azul-verdoso acuoso.

No, no estaba bien.

Le había tomado cariño, mucho. Especialmente si hablábamos de Magnus. Así que no podía creer que pudiera ser tan cruel, que permitiera que el resto del mundo siguiera pensando que Ian era el malo. Que la familia Essex fue la mala.

—Voy a sacarla de este lugar —comenta Marc.

No.

—Está aquí... —mascullo, evitando tartamudear. Busco su mirada, necesito ver a alguien que me produzca paz—. Siempre ha estado aquí, mi amor. Siempre ha estado en su corte, bajo su nariz mi rey.

Me apoyo en su pecho, sintiéndome de repente mareada. Como una intrusa.

Yo no conozco nada de su historia, nada de la verdadera razón por la que estas dos familias se odian. Pero siento una opresión en mi pecho, una que me grita que debo hacer algo, porque ahora... porque ahora también eran mis asuntos.

Yo sería la reina.

Tomo aire, llenándome de valor. Más que de valor, dominio. Porque si mi don no fallaba, cosa que nunca había pasado, me costaría una ciudad entera no matarla delante de la monarquía.

Me alejo de Marcos, a él le cuesta dejarme ir. Pero un paso atrás es suficiente para que me suelte. Me centro en Ian.

—Es hora de entregarte tu regalo, ¿qué me dirías si te doy una estrella?

Ian sonríe de medio lado, de forma perezosa.

—Vamos amor, las estrellas siempre han sido mías.

Doy un paso más cerca suyo, mirándolo largamente.

—¿Y qué tal su diosa?

El semblante le cambia, no borra su sonrisita pero ya no tiene el mismo aire divertido.

—Emperatriz —toma aire—. Incluso ante el desagrado total de toda la familia Thalassinos —le echa un ojo a Marcos detrás—. La diosa, especialmente ella, es mía. Ella y sus estrellas me darían el cielo si así lo pidiera. Pero ya no quiero nada suyo...

—¿Ni siquiera matarla?

—Fervientemente.

Sonrió satisfecha.

—Me amarás por esto.

Tomo la falda de mi vestido dejando al descubierto los elegantes zapatos que Nicolle había escogido para mí, camino en dirección a los escalones.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora