Capítulo 19: Perlas azabache

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Respira y empieza de nuevo. Recuerda que se trata de ti.

Montserrat.

💚

Marcos.

Agarro el puente de mi nariz con fuerza. El dolor es cada día más insoportable. Abarca la parte derecha de mi cerebro y no entiendo que está pasándome.

—¿Entonces ya puedo conocerla? —el tono de voz de Haylee esta cargado de entusiasmo.

Me obliga a echar mi cabeza hacia atrás en la silla. Acomoda un paño húmedo sobre mi frente, el aroma ayuda con la desesperación.

—Sí —mascullo sin ganas—. Esta conociendo su nueva habitación.

Haylee chilla y se deja caer sobre el sofá en el lado lateral de mi oficina.

—¿Es tan linda como la pinta Jed? ¿De verdad tiene ojos orientales?

Lo más preciosos de todos.

Gimo ante la voz.

El dolor se multiplica por dos.

No pienses en ella, piensa en otra cosa.

—Así es. Pero podrás darte cuenta por ti misma. Vivirá de ahora en adelante aquí con nosotros.

—A Bianca no va gustarle mucho la idea.

Me fijo en ella. Acomoda sus gafas antes de volver a hablar de forma rápida, sin tomar aire o un descanso.

—Deberías detener esto, y no te lo digo como tu consejera real, te lo digo como la amiga que ha crecido junto contigo. Este asunto puede salirse de tus manos, no pueden haber dos reinas. Bianca esta obsesionada con la corona y la desea más que a nada en el mundo. Y los chicos no paran de parlotear sobre la chica de rasgos asiáticos. No sé como lo veas tú, pero esto no es un juego.

Resoplo y cierro mis ojos invocando paz.

—Siento que me va a explotar la cabeza en algún momento, hay vampiros atacando la mayoría de las manadas del este y mis embarcaciones están desapareciendo —hablo acomodando el paño—. La reina esta en mi castillo y no tengo la menor idea de como voy a esconderla del parlamento. Porque le di una orden, ¿pero sabes qué? Dudo mucho que me obedezca.

Los recuerdos surgen sin mi consentimiento, culparía a Giotto pero sé que es mi inconsciencia.

Aprieto los dientes porque pensar en ella duele, pero vale la pena.

Su melena oscura cayendo hasta la parte baja de su espalda, las puntas onduladas bailando de aquí para allá, como la pareja perfecta a la danza de sus pasos. Sus pestañas tenían el movimiento pintoresco de aquella mariposa que agitaba sus alas en los primeros aleteos de su vuelo. Eran pestañeos delicados, pensados. Estratégicos para agobiarme y poder entender de una vez, que esta guerra yo ya la había perdido.

—¿Marcos? ¿Estás ahí?

Meneo mi cabeza. Haylee me ve con preocupación.

—Estoy bien.

—No luces bien. Deberíamos ir a un médico, mis brebajes ya no hacen nada en ti.

—Esto es demasiado extraño, se han vuelto insoportables desde que apareció.

Los resortes de su cabello se mueven cuando se coloca de pie. Vuelve a empujar el marco de sus gafas por el puente de su nariz.

—Me preocupa —llega a mi lado y aparta el pañuelo húmedo, su mano mide la temperatura en mi frente.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora