Capítulo 34: Toda la verdad

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Espero paciente en el salón. Había ordenado, en contra de casi todo el parlamento, que no quería a nadie en el castillo durante esta semana.

Sentía que las cosas eran aun más complicadas de lo que se veían, y cabe recalcar que ya eran complicadas.

Lo que menos quería era que hicieran un escándalo por la presencia de la reina de los vampiros en el castillo.

No estaba preparada para lo que venía ahora.

En realidad, no aceptaría malas noticias, no podría con ellas.

Estaba debilitada, porque aunque Marcos no me había mordido todavía, Itzae lo reconocía, anhelaba y extrañaba.

El sonido que quizás tendría la elegancia si fuera una persona, se escucha contra cada escalón. La punta de unos zapatos azul rey es lo primero que capto. La gema incrustada en medio de algunos detalles en plata me causan un parpadeo asombrado.

Esta vestida completamente de negro, no hay, ni por asomo, nada que sea de otro color en la vestimenta. Las mangas cubren sus brazos, pero no su pecho. El escote es ligero, pero sexy. Un collar extravagante resplandece aún más que su cabello, el cual luce suelto, sin ninguna trenza o recogido.

Viene de la mano de un Benjamín amargado. Él no la mira, pero la sostiene con firmeza.

Yo había optado por algo mucho más cómodo. Quería cubrir los tatuajes de Itzae y la tristeza también. Me sentía bien con mis pantalones de algodón y un suéter con cuello alto. Eso sí, sin faltar las botas de tacón.

—Podemos irnos.

Su voz me hace volver a la realidad. Cálida y tranquila. Asiento.

—¿También debo ir? —pregunta un pelinegro fastidiado.

—Me encantaría decirte que sí, pero esto es algo privado.

El chico suelta el aire contenido en un largo suspiro, aliviado. Hace una venía no muy convencible en su dirección. Al pasar a mi lado deposita un beso en mi coronilla, el gesto causa que le regale una pequeña sonrisa. Nos deja sin más.

—Has sido alguien muy buena en esta vida, Isabella —avanza los últimos pasos, hay dulzura en su expresión—. Conozco todas las cortes de los reinos sobrenaturales. Cada una tiene algo que la hace única. Y a ti te ha tocado una que esta llena de lealtad. Tu gente, la de tu reino, es amor puro y nada más. Que afortunada.

No tenia claro si el encontrar a tu compañero alteraba tus emociones, pero desde que conocí a Marcos no he sido nada más que una cumbre de sensibilidad.

Limpio la única lagrima que resbala por mi mejilla con fuerza.

—Gracias Cleomar, pero… —la voz se me rompe— Pero hace falta alguien muy importante en esta corte… y es a quien más necesito… a quien más necesitamos.

Acepta y hace un ademán para que le enseñe el camino.

Salimos por el lado lateral del salón, caminando hasta el jardín donde casi mato a la condesa.

Pronto llegamos al campamento conformado por cabañas. Todas desocupadas debido al incidente de hace días. Las luces que iluminan el lugar están encendidas, ayudándonos a encontrar las ruinas de la casa de madera.

El pecho se me comprime, mi mente no para de entrelazar el aroma del fuego con la piel de Marcos, haciéndolo cenizas.

Aprisiono mis dedos ante el ligero temblor.

Nos detenemos justo en frente. Primero rodea con pasos de gacela toda la estructura destruida, sus ojos van de aquí para allá curiosos.

Se detiene en medio, al otro lado de donde me encuentro. Se agacha y toca un trozo de madera en el suelo, sus ojos rojos brillando como los de un búho en la oscuridad.

—Efectivamente, el rey estuvo aquí.

Me muerdo el labio. Mi corazón retumba dentro de mi caja torácica.

¡Dios! ¡que incertidumbre!

—Con otras dos personas más.

Como me lo imaginaba. Estaba segura que aquella chica estaba con ellos.

—Es Ian y Daisy.

Ella se levanta y me mira.

—No. Conozco a Daisy —recorre el resto del lugar, donde las demás cabañas se mantienen con las luces de su interior apagadas—. Un hombre y un niño eran los que estaban junto a tu compañero.

¿Qué? ¿Un niño?

—Espera...

—Pero el niño... lucía extraño —vuelve a mirarme—. No tenia alma.

Entonces sus palabras melosas me desarman como aquella noche en la acera. Ian me habló de un primogénito, de un niño que la chica escondía y que era su hijo.

—El futuro heredero Essex…

—Tu compañero estaba impidiendo que se acercara a él. Rodeaba al duque con esfuerzo.

Mi pecho sube y baja. No estoy entendiendo nada.

¿Qué había sucedido allí dentro? ¿Era realmente ese niño el hijo de mi duque? Tomo aire y rodeo el lugar para llegar hasta la vampiresa, la ansiedad reflejándose sin pena.

—¿Pero están bien? ¿Están vivos? —ella asiente.

El alivio llena mi sistema en medio de un sollozo desesperado, uno que deja de asfixiar mis pulmones. Mi corazón comienza a latir de nuevo.

—Alguien los sacó antes de que el lugar explotara. A ambos, incluyendo al niño que dudo mucho siga vivo.

Mis manos se hacen puños. Estoy totalmente fuera de lugar.

—Esto se esta saliendo de control, hay que encontrar a la dichosa Daisy.

—¿Crees que la aparición de Daisy puede arreglar esto? ¿Crees que su ausencia es tan importante cómo para crear todo este caos?

Los ojos de la reina se fijan en mí. Letales esta vez, llenos de electricidad plateada.

Pero se calma, la ira desaparece.

Suspira cerrándolos rendida, como si estuviera llena de impotencia.

—Presta atención Isabella Morets, no volveré a repetir esto de nuevo —se acerca más. Mira hacía los lados asegurándose de que estemos solas—. El parlamento es el menor de tus problemas.

Ella toma mi brazo y me jala hacía las raíces de un alto árbol. Se sienta y me lleva con ella. Me acomodo sobre el césped.

—Escucha... —su voz es baja, en susurros—. El parlamento, Daisy y Marcos son sólo títeres en manos de personas muy malas.

Mi ceño se frunce.

—¿A qué te refieres? —unas ganas de vomitar se instalan en mí.

—Lo que quiero decir, es que las mismas personas que iniciaron aquella guerra donde mucha gente murió, aún están indemnes. Siguen haciendo el mismo daño, aún están hambrientos de poder y no les importa sacrificar a gente inocente para conseguir lo que quieren.

Mis ojos se mueven nerviosos por sus facciones.

—No entiendo...

—Hay gente muy cruel detrás del parlamento, de Daisy y de tu mate. Ellos son los verdaderos villanos, quieren que Seir vea lo que ellos quieren que vean —aprieta mis manos—. Marcos no es realmente tu compañero...

El aliento se me va. Sin embargo, una fuerte carcajada brota desde lo más profundo de mi alma. Niego divertida.

—No me gustan las bromas, déjate de estas cosas... yo...

—No estoy mintiendo.

Niego con más fuerza. No le creo nada.

—No entiendo... estás mintiéndome.

Cleomar suspira. Me sentía rara, incluso llegaba a pensar que los animales habían huido, que éramos las únicas en el bosque. 

—El Marcos que conoces no es realmente Marcos.

Me levanto molesta, las lagrimas arruinando mi maquillaje.

—No es cierto.

Ella se levanta lentamente, me mira triste.

—Espera... —mueve sus dedos, pequeñas corrientes eléctricas salen de ellos, hace una esfera plateada frente a ambas—. A lo que me refiero, es que sólo conoces una pequeña parte de tu mate.

La esfera se hace más grande y chispea.

—Piensa que esta esfera es la cabeza de Marcos —la señala, le da toquecitos con sus dedos—. Su personalidad esta conformada por sentimientos, experiencias vividas y virtudes...

La esfera empieza a llenarse de círculos más pequeños, de diferentes colores y tamaños. Parecen pelotas de pin pon repicando cuando tocan las paredes.

—Amor, alegría, odio, rencor, dolor... —su dedo termina en la parte de abajo, en una de color gris medianamente grande que se posa justo allí—. Marcos está hechizado, Isabella.

Llevo mi mano a mi corazón. Itzae chilla dentro de mi alma. No quería que fuera cierto.

No quería que fuera algo realmente serio.

—Alguien necesitaba callarlo porque Marcos vio algo que no debía, lo escondió dentro de sí desde que era niño. Al rey le tocó tomar responsabilidades desde muy pequeño, tuvo que estudiar para ser un buen monarca. Él sabe que pasó con exactitud ese día y estaba esperando a convertirse en el rey para poder contar toda la verdad, revelar al verdadero villano. Acabar con la injusticia. Cuando cumplió los dieciocho el momento había llegado.

Me hace mirar la esfera.

—No les servía que Marcos hablara, entonces lo encantaron, hicieron que su dolor abarcara toda su personalidad —la bola gris se hace más grande aplastando a las demás. Toda la esfera queda totalmente bañada en la tormenta más triste que he visto en mi vida—. Marcos cambió de la noche a la mañana, todos llegaron a la conclusión de que no podía seguir fingiendo que la muerte de sus padres no le había afectado. Pero en realidad alguien más ha estado en su mente, reprimiendo su verdadera identidad, su verdadera personalidad.

Me limpio las lágrimas.

—Todo lo que él hace es impulsado por el dolor, no puede amar en su totalidad, no siente verdadera compasión o empatía...

—Espera... —limpio mis manos en mi pantalón—. Ósea… qué todos esos momentos de amor, discusiones, odio y... esos momentos íntimos que viví con él ¿realmente son una farsa?

La esfera desaparece.

—Sí fueron con él, es el cuerpo de tu chico... pero no es alguien totalmente consciente, cuando está contigo sale sólo un grano de arena de lo que él realmente es.

Mi cabeza se nubla. Siento como mis sesos explotan dentro de mí. Mi rey, mi mate ¿No es realmente aquel chico callado que tanto amo?

Sollozo conmocionada.

—Esto... no

—Marcos sufrió mucho porque murieron las personas que más amaba pero eso no lo hizo alguien débil. Yo lo conocí Isabella... El verdadero Marcos es un huracán.

Puta madre.

Necesito aire.

—¿Pero y su lobo? él no debería de haber hecho que ese hechizo se rompiera cuando apareció.

Ella me sonríe dulcemente.

—Su lobo apareció al año siguiente de que sus padres murieran, el hechizo fue mucho después. Sabes, Giotto es demasiado poderoso, yo lo sabía. Lo confirmé cuando Marcos solo tenía diez años e hizo acto de presencia dentro suyo. Pero una parte de sus poderes están dormidos junto al rey, por eso solo puede manejar a medias todos los elementos. Giotto al igual que Marcos son ajenos a todo esto. Creen que todo está normal.

Ella luce afligida.

—Aunque no lo creas yo solía venir mucho a Seir, todo cambió después de eso. Marcos dejó de salir de su habitación, de reír, de escribir, de cabalgar… dejó de ser alguien feliz y se encerró en su miseria. Alfred estaba preocupado pero él era el rey, debíamos respetar sus decisiones. Y aquí si que las respetan…

Toma mi hombro.

No puedo parar de llorar como una estúpida. Llorar no sirve de nada.

—Si en algún momento aquellos chicos no están de acuerdo con las órdenes de Mar, las obedecerán de todos modos, sin rechistar. Se hundirán con Marcos porque le son leales con el alma. Ellos me lo negarían, pero estoy segura de que se volverían asesinos si así su rey se los pidiera. Y es por eso, que para mí, aunque la corte de Seir luzca inocente y tranquila, es la más mortal.

Era demasiado.

Yo…

Itzae.

Prefiere callar.

Nuestros besos, aquellas caricias que me habían llevado al cielo. Sus hermosos ojos que me tenían cautivada. ¿Era todo una farsa?

Estaba a punto de desfallecer. Mis rodillas ceden y termino desparramada sobre la hierva mojada.

—¿Y qué voy a hacer ahora?

La chica pálida se coloca en cuclillas frente a mí. Levanta mi mentón.

—¿Jamás viste algo diferente, algo que no concordara con su actitud tranquila? —niego pensativa.

Espera.

—Había veces en las que yo era su universo y quería intentarlo todo conmigo. Pero como por arte de magia, volvía a dudar y me mandaba lejos. Sin embargo, cuando me llevó a la cascada, le vi la sonrisa más perversa y hermosa. Él casi no sonríe.

Tiemblo y lloro.

—En su momento no le presté atención, pero sentí desde lo más profundo que esa si era la sonrisa de mi verdadero amor.

La reina asiente. Me muestra sus dientes y colmillos puntiagudos en una sonrisa sincera.

—Para que Itzae fuera destinada a ti, debías tener una mente de guerrera. Por eso ella es tuya. Un Lord no va a ser enviado a una persona que duda de sus capacidades y no se cree suficiente para enfrentar a los demás.

Se sienta a mi lado acomodando con delicadeza la falda de su vestido.

—El Marcos que recuerdo, era un poco mañoso. Diría que rebelde. Amaba escaparse en las noches, andar en motocicleta y hacer uno que otro trato con sirenas hambrientas.

¿Qué? Imposible.

—Pero era bueno con las palabras, tenía esa forma de hablar que te hechizaba y podrías creerle todo aunque lo que dijese fuese la mentira más grande del mundo. Era sabio, quien de verdad tenía que heredar la corona.

—No conozco a esa persona Cleo, no conozco de quien estás hablando…

Ella ríe ligeramente.

—Sí vas y preguntas en el mundo de las sirenas, todas lo conocerán. Todo un pillo, eh…

Sorbo por la nariz enfurecida y celosa.

—Cleomar.

Ella ríe más alto. Levanta sus manos para calmarme.

—Estoy hablándote del Marcos que aún no era el rey. El adolescente, el libre.

El pecho se me vuelve a comprimir.

—¿Hay algo que yo pueda hacer? Lo que sea...

—Sí, encontrar a la persona que está haciéndole esto o… unirte a él por completo...

—¡¿Qué?! —niego de inmediato—. No puedo acostarme con él estando así...

Aunque bueno era lo que más deseaba, pero ahora... yo no sabía que hacer. No era correcto.

—Isa...

—Dices que no es mi verdadero Marcos. No voy a estar con alguien que no siente nada... con alguien que es controlado por otra persona.

Chillo atormentada. Llevo mis manos a mi rostro.

—Aunque...

Levanto mi cabeza, su mirada está perdida, pensativa.

—¿Aunque?

—Eres amiga de Milena, ¿no?

Alzo mi ceja en una clara evidencia de duda.

—¿La conoces?

—Por supuesto, es una princesa.

—¿De dónde? —pregunto rápido, buscando que ella resuelva esa gran incógnita.

Arquea su labio, divertida.

—Es difícil de responder. No sabría decir de cual —lleva su larga cabellera sobre su hombro—. El duque y el rey están en el bosque de los monstruos, perdidos, tratando de buscar una salida.

Lo dice como si nada, mirando un punto lejano.

—¿Qué? ¿Cómo que en el bosque de los monstruos?

—Así es. Los dejaron allí.

—¿Cómo se supone que los saquemos de ese lugar? Pertenece a las hadas…

—Invoquen una audiencia con las reinas. 

Esto iba de mal en peor.

—No se debe entrar a ese lugar —susurro.

—Sí ellas se lo permiten, tendrán la libertad de hacerlo. Solo deben cuidarse de los animales que viven allí dentro.

—Ese e el problema, Cleo —mi mirada llega hasta ella, nuestros ojos conectan—. No puedo entrar ahí, yo no puedo.

Ladea su cabeza confusa.

—Hace mucho que esas bestias no tienen un rey. No hay nadie que los gobierne… no tienes que preocuparte por…

Todo Frei de nacimiento, proveniente directamente de la madre continente, criado entre símbolos y velos de seda; tendrá prohibido colocar un solo pie en tierras de bestias. En la herencia perpetua de la víboras que han nacido para servir a la familia de cautivadora voz.

La última palabra sale en un suspiro.

—Vaya —dice Cleo al fin—. No sé cuantos años han pasado desde la vez que escuché esa maldición.

Se coloca de pie, veloz. Recordándome que es una vampiresa.

—Hace décadas que no aparece un Frei legítimo. Así que no hay de qué preocuparse. No tienen un rey y dudo mucho que lo vayan a tener. Dios se ha olvidado de ellos, o como dicen ustedes, la diosa luna…

Me coloco de pie con las lágrimas estancadas.

—Cleomar —asiente indicándome que esta escuchando—. Yo soy una Frei. Tengo prohibido entrar allí, una de esas bestias devoró al abuelo… ni Anne ni yo podemos poner un solo pie en ese bosque.

Ella sonríe gigantemente.

—No, Isabella —mi frente se arruga—. Tú eres desde la aparición de Itzae en Leben, incluso en Grecia, una Thalassinos. Seir te reclamó como suya, y no sólo en Ailum, sino en el mundo entero.

Sus ojos vuelven a cambiar de color, a ese plateado espeso.

—Llevas sangre de la única encantadora de serpientes, es cierto, pero tú país te ha hecho suyo. Nada de lo que eras antes importa. Porque desde ahora, el mundo sobrenatural te reconocerá como la reina de los licántropos. Tu país camuflará la esencia que heredaste de tu madre.

Esto era más de lo que podía soportar. No estaba hecha de un material tan fuerte.

Desde niña se ha escuchado entre mi familia materna que ningún Frei debe acercarse a aquel bosque que una vez fue nuestro. Mi implantaron tanto miedo sobre esas criaturas que no estaba segura de poder ir hasta allá.

Haría cualquier cosa por Marcos pero…

Mi corazón se contrae. Las ganas de vomitar vuelven. Me giro alejándome de Cleo.

Me apoyo en mis rodillas y dejo salir todo lo que comí en el día. Siento que el mundo gira a mi alrededor mientras vomito mis entrañas.

El recuerdo del gran animal que devoró al abuelo ronda por mi cabeza después de tanto tiempo. La forma en como Anne lloraba, la abuela y mamá gritando... en como papá nos sacó de allí en menos de dos minutos.

Aunque era muy chica, mi mente parecía que jamás lo olvidaría.

Respiro más aliviada una vez que ya no queda nada en mi estomago. Siento como si me hubiese quitado un peso de encima

Me giro limpiando mi boca con mi manga.

—No creo… no soy tan fuerte.

—Claro que puedes. Eres la mitad de todo un país. Debes ir por la otra.

Sonríe.

—¿Y el hechizo? ¿Cómo puedo romperlo sin intimar… sin estar con él?

—Para eso es Milena. Irás por ella a la isla Cinaí y la llevarás contigo al bosque de los monstruos. Conoce ese lugar como la palma de su mano.

—¿Llevarla conmigo?

Cleo empieza a caminar. La sigo sintiéndome mal aún.

—SÍ, mándala a llamar. Ya se acabó el tiempo de estar escondida.

—¿De qué hablas?

—Ya lo verás Isabella, ya lo verás.

Pasamos cerca del laberinto una vez salimos de las zonas de las cabañas. Cleo admira la torre que se levanta sobre las paredes de arbustos.

—¿También Daisy? ¿También es hora de que salga a la luz?

—Daisy ya esta aquí, ¿no se los dije antes?

—¿Pero dónde? Yo no la conozco, Cleo.

—Ni siquiera los que la conocen la reconocerían.

—Entonces dime dónde se esconde.

Su sonrisa se desvanece.

—Lo siento, Isabella. Existen nombres, lugares y fechas que no puedo revelar —ella se acerca, mis ojos llenándose de agua—. Mi don es limitado, debo seguir reglas.

Se queda en silencio por unos segundos. Se muerde el labio con uno de sus colmillos. Toma aire y mis manos también.

—Pero tengo un acertijo que te ayudará a averiguar donde está la chica —en sus ojos rojos aparecen pequeñas motitas plateadas esta vez—. Es buena ocultándose de los demás, si miras más arriba en un alto rango la encontrarás. A simple vista nunca la hallarás, se esconde dentro de alguien en quién no puedes confiar. Sus ojos de un azul tan profundos como el mar. Pero en realidad, se esconde entre la escarcha de una estrella al tiritar.

Memorizo cada palabra, totalmente confundida.

—No entiendo, Cleo...

—Lo siento alteza, quisiera poder hacer más.

Suspiro.

—Gracias, de verdad... tu ayuda ha sido...

El llanto aparece de nuevo. Ella me ha abierto los ojos.

—Cuando Marcos aparezca —me hace callar—. Y si logras hacer que salga su verdadera esencia, no te asustes...

Barre el agua con sus dedos fríos. La piel me cosquillea después de su toque. 

—Cuando su verdadero yo se de cuenta de que tú eres su compañera, el rey no te dejará huir. Marcos Thalassinos es todo lo contrario a los que has visto hasta ahora. No vayas a tener miedo.

Yo jamás tendría miedo. Nunca de Marcos.

Jamás de él.

Voy a encontrarte Marcos, voy a ver que es todo lo que estás escondiendo. Eres mío y eso no lo cambia nadie.

Los guardias de Cleomar están a cada lado de la entrada al castillo, hacen una reverencia y no se irguen hasta que entramos.

—Puedes entrar a Seir cada que quieras. Ir a cualquier manada que te apetezca. No seré yo quien te aleje de tu compañero.

Busco su rostro al no escuchar respuesta. La misma mirada melancólica que tenía cuando la vi en su castillo, se refleja ahora.

—Gracias.

Una melodía aniñada llena el salón. Nila se roba nuestras miradas. Viene bajando junto a Kevin, cantando alguna cancioncita que yo desconozco.

Bianca aparece más atrás de ellos, sonriendo mientras los sigue.

—Oh, los líderes de Red —canturrea Cleomar.

El asombro estalla en sus caras. Por lo menos en la de la sirena y Kevin. Nila solo puede observar a Cleo con la normal curiosidad de cualquier niño.

—Majestad —saluda Bianca. Kevin la sigue en la venía, jala la mano de Nila para que los imite.

—Creí que no volvería a verlo, ¿Cómo está su padre?

—Muy bien, en casa, como siempre —responde el pelirrojo con una sonrisa.

Se notaba que Kevin era familia de Marcos, pero se podía deducir que no era precisamente del lado de los Thalassinos.

—Dígale que Cleomar le envía saludos, por favor —él asiente y hace una nueva reverencia— ¿Qué tal si Nila me guía hasta donde está Benjamín? Algo me dice que sabes donde esta.

La pequeña agita su cabeza entusiasmada. Cleo le tiende la mano y ella la acepta. Se alejan dejándome con el par.

Bianca me mira fijamente, Kevin no. Cualquier otro lugar se le hace más entretenido que mi cara.

—¿Algo que quieras decirme, Kevin?

La sirena alza sus hombros en una respiración ruidosa.

—No, señora.

—Acabo de recibir noticias no muy buenas —me acerco a él, pero la verdad hoy estoy muy cansada— ¿Te gustaría dar un paseo después de la cena? Tengo preguntas que hacerte.

Me mira por fin, pero hasta eso me coloca  más triste. Extraño admirar el verde de sus ojos.

Puedo sentir la mirada inquisidora de Bianca. Quiere intervenir pero estoy segura de que Kevin se lo ha prohibido, han estado hablando a escondidas, lo sé.

No me molesta.

Pero no logro descubrir el porqué se niega a estar con él. El porqué se castiga así…

—Por supuesto. Lo que diga la reina.

Miro de soslayo a Bianca. No luce feliz.

—Bueno. Nos vemos.

Él hace una reverencia, ella no.

No le doy color por el momento, llegado el día, la misma corona en mi cabeza la obligará a estar de rodillas.

Me interno por los pasillos siguiendo los latidos de mi corazón. No necesito a Nila para saber donde están, el invernadero es su lugar predilecto.

La brisa está un poco fría hoy, me froto los brazos mientras camino a la puerta de vidrio. Entro y el calor de mi propia manada me envuelve. Las galletas de Kayden se han vuelto famosa y decoran el centro de la mesa pequeña.

Haylee está a su lado acomodándolas, Kol no le quita los ojos de encima y parece ilusionado con la imagen que presencia.

Una vez resuelto todo el dilema, haría algo por ellos. Ese collar debía desparecer.

Ben tiene a Nila en brazos, y ella no solo disfruta de su atención, sino también de la reina y Alfred. Les habla de alguno de sus libros y ríen por momentos.

Aparece frente a mí con sus ojos de tigres. El verde brilla como una canica.

—¿Cómo salió todo?

Me lleno de valor. Era hora.

¿Dónde está Klaus?

—Lo sabrás cuando se lo diga a todos, ¿dónde está el general?

—Fue a descansar. Debe aprovechar cuando su sueño vuelve, las guerras dejan secuelas  majestad.

Oh.

Pobre.

—Eso no es cierto —Cleo mete sus narices en la conversión—. Es su parte vampírica la que no lo deja dormir. Una vez encuentre a su compañera, el sueño vendrá.

Jed se queda estancado en su mirada sangrienta. Nila y Ben están ahora probando las galletas junto al mayordomo.

—Le tengo una pregunta, soldado —él da un paso atrás por pura inercia cuando ella se acerca, Cleomar aguanta la sonrisa— ¿Crees que estén preparados para el lazo?

—¿Quiénes?

—Ustedes —responde ella con tono de obviedad.

Él no responde.

—Yo diría que sí —hablo por él—. Una vez soltó que sólo el amor podría ajuiciarlo…

—No —me contradice—. Estoy feliz con que todas me amen.

Me río sin poderlo evitar, a Cleomar parece causarle gracia también.

—No puedes tenerlas a todas, Jed.

—Las mujeres son muy hermosas, alteza —le responde— ¿Por qué me quedaría solo con una?

Ella se encoge de hombros.

—Por amor, justo como dijo Isabella.

—El amor es solo vanidad… para eso ya estoy yo —da una vuelta en su eje— ¿Ha visto antes a alguien que le quede tan bien los colores de otoño?

Le doy un golpe en el hombro.

Pero la reina no se queda callada.

—Sí y es más, parece que hubiese sido hecha por el mismo otoño —entonces si nos permite ver su sonrisa esta vez— ¿Cómo era que se llamaba? Es prima de Marcos, por lo que sé…

—¿Anahís? —le ayudo.

—No, no… alguien más…

—Nicolle —escupe él.

Cleo chasquea sus dedos feliz.

—¿Así que estas de acuerdo?

—No, no, no… —se apura a decir meneando sus manos—. Solo estaba ayudándola a recordar…

—Así que también lo recuerdas, ¿eh?

—No…

—… Era la coronación de Marcos, lucía un vestido precioso entre tonos rojizos y naranja. Nunca había deseado ser pelirroja en mi vida hasta que la vi.

—¿Es tan bonita? —cuestiono.

—No, la reina solo exagera…

—Sí, la verdad sí —ella vuelve a interrumpirlo—. Cuando Marcos aparezca, deberías decirle que te presente el resto de su familia. La chica y sus hermanos son puramente Thalassinos.

Y como si mi mente me ayudara, el recuerdo de un adolescente hace acto de presencia.

—¿Son mellizos?

Jed me mira arqueando una de sus cejas, Cleomar asiente.

—Sí, la chica es su hermana. Era solo una niña en ese entonces, ya debe ser toda una mujer.

Jed resopla y se aleja en dirección a la mesa.

¿Y a ese que le pasa?

—No te tomes tanto tiempo —ella se posa a mi lado y ambas analizamos el panorama agradable—. Milena te ayudará con el hechizo, pero primero, armen el plan de rescate.

—El plan de rescate ya está listo.

Eso hace que se fije solo en mí.

—¿Tan pronto? Pero Klaus…

—Lo he diseñado yo —le doy frente y dejo  relucir una sonrisa de medio lado—. Iremos el general y yo, y por supuesto, una innata encantadora de serpientes también.



🧡



—¡Esto es una locura! —Vocifera Ben, Jed se levanta al mismo tiempo que él y mueve su cabeza apoyándolo.

Solo nos encontrábamos la corte —como la había llamado Cleo— mis padres y los gemelos, nadie más pertenecía a esta reunión.

—Ya lo he decidido —respondo sin más.

—Estoy de acuerdo con el chico —habla papá frente a mí, en una de las sillas cerca del escritorio.

Mamá se mantiene callada a su lado.

—No voy a quedarme aquí y dejar que vayas sola.

—No voy a ir sola, Jed —repito aburrida—. Iré con Klaus y la señora mamá.

El general le da una mirada fugaz apoyado cerca de la puerta.

—¿Esta escuchándose, majestad? —réplica Ben—. Ese lugar es demasiado peligroso, ningún Seirano lo ha pisado antes… bueno… ahora nuestro rey y el bastardo.

—Ey —se levanta Kol como gallo de pelea, Ben le da el frente igual de orgulloso—. Cuida como te refieres a él, sigue siendo un duque hijo de puta.

—¿De verdad? Lo dudo, muchísimo…

Kol se le insinúa, Kayden intenta detenerlo, Benjamín también se le lanza pero…

—¡Basta! —la ola fría viaja por todo el lugar.

Haylee se pega al costado de Alfrd en el sofá.

Mi padre está de pie, con la mirada altiva y desafiante en el cuarteto al otro lado de la habitación.

—¿Qué es esto? ¿Una guardería?

Nadie responde.

Camina hasta el centro de la habitación. Los gemelos y Jed se hunden ante su caminar, Benjamín no.

—Nadie debe faltarle el respeto a nadie. Todos estamos aquí por el mismo objetivo —su voz es fuerte, ser un capitán jamás dejará sus venas—. Allá, en aquel bosque, solo hay dos personas que amamos. No un rey, no un duque. Solo alguien de la familia que debe ser rescatado.

Los ojos se me nublan. 

Me levanto y camino hasta él. Rodeo su brazo y él palmea mis manos con gentileza.

—Papá tiene razón.

Sorbo por la nariz.

—Ahora somos un equipo —dice y nadie se atreve a llevarle la contraria.

—No te irás sin mí —sentencia Ben.

—¿Quieres conocer el fuego de Itzae, Benjamín? —cuestiono sin dejar relucir nada— No es una negociación, no irás y punto. Ni tú, ni Jed, ni Haylee y tampoco Alfred. Y mucho menos los clones.

Suelto a papá y hago que me mire. Me sonríe orgulloso.

—Tú tampoco.

La sonrisa se desvanece.

—Tú y Carolina no irán solas a ese lugar.

—Peter  —susurra mamá.

—No —me hace soltarlo y se dirige hacía ella—. Eso no pasará, majestad.

—Papá…

Con su mano libre barre todo el lugar, haciendo referencia a las personas que están en la sala.

—El duque es de los gemelos para proteger. Tú eres de ellos para proteger, así de sencillo —toma la mano de mamá y las levanta mostrándomelas—. Y ella es mía para proteger.

—Lo sé —sacudo mis brazos angustiada—. Pero no te necesito en peligro, papá.

—Tú vas por tu rey —no se rinde—. Y yo iré a acompañar a mi reina y a mi princesa.

¡Dios!

—Mamá —lloriqueo.

Ella deja caer su cabeza hacia atrás en aburrimiento, su melena negra baila en el movimiento.

—Esposo…

—No, no me vas a convencer.

—Espera, espera. Escúchame primero —mamá toma sus mejillas y lo obliga a verla—. Isa tiene razón, es peligroso.

—Eso no está ayudando.

—Tú no estas ayudando —él cierra la boca—. Entre menos personas, menos ruido. Sé que es difícil no poder tener el control, pero recuerda quien soy.

—No logro recordar nada si ustedes están en peligro, se me olvida quien eres si solo puedo pensar en que exista una posibilidad de perderte.

Mamá le sonríe. Tomo aire sin dejar de rezar.

—Te recuerdo que también es mi hija, puedo cuidar de ambas.

—Yo quiero cuidar de ambas. Son mi imperio, me muero si me faltan —toma a mamá de la cintura—. Debí traer a Anne, ella estaría de mi lado.

Nos roba una risita, a mamá y a mí.

—Estaremos bien, lo prometo.

Le da un beso pequeño en los labios, papá la aprieta y esconde en su cuello.

Bueno Marú, allá vamos.



***

*Me voy lentamente *

Un beso mis reinas 😘 💕

Instagram: Mont_serrat475

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora