Capítulo 36: Corazones malheridos

1.6K 129 156
                                    

El verano se ha tardado en llegar, pero has sido mi paraguas ideal en medio de esta lluvia invernal.

Mont.

👑

Estaba segura de que no vería a alguien dormir tan apaciblemente como lo hacía Nila en los brazos de su madre. La cual la miraba con una añoranza que invertía años y años de espera. Bianca tenía la misma mirada.

—¿Así que tú también lo sabías?

El pelirrojo se fija en mí, lleva sus iris al aire en una acción pensativa.

—En parte…

Evito hacer una mueca molesta. He tratado durante todo el día evitar que mi mal humor salga a la superficie. Estaba exhausta, preocupada y necesitaba tanto tocar sus labios, tocar su piel y asegurarme de que estaba bien.

Y en mi mente era ridículo, era como si estuviera saliendo a la superficie una Isabella que ni siquiera yo conocía. Porque no podía entender como alguien que conocía de tan poco ya estaba tan metida en mi ser, bajo mi piel.

Sinceramente, Marcos era…

Una recompensa tan deliciosa como el sabor de sus besos.

De esos que sabían a vainilla y que no cambiaría por ninguna otra delicia aunque el mundo entero me gritara que valdría mucho la pena.

Tomo aire pesadamente, con la clara intención de que se centren solo en mí.

Descruzo mis brazos y enderezo mi espalda alejándome de la parte acolchada de la silla.

—¿Sabes qué?… me gustaría dar ese paseo ahora. Ayer ya no tuve tiempo.

La morena deja caer la pesadez de su mirada en mi cuerpo. Intercala aquellas perlas claras entre Kevin y yo. Trata de cubrir sus celos con la llama de la indiferencia pero a mí no me engaña.

Conozco muy bien esa ráfaga de luz desde pequeña.

Prevalecía en los ojos negros de una porrista de Dhalia años atrás, cuando me sentaba en el regazo de un caliente general.

—¿No es muy tarde, majestad?

Silbo suave restándole importancia.

—Pero eso no es un problema Kevin, una sola orden y me escoltaría toda la guarda seirana.

Kevin guarda silencio, su mate no.

—Aún no eres la reina —Milena le rechista, no le agrada su altanería a mi persona.

A mí tampoco, pero solo dejo salir una discreta sonrisa que empaña su mirada de más odio.

—Pero lo será —interviene Kevin. Arqueo mi ceja en su dirección victoriosa.

Kevin se levanta de su silla y dirige a mi lugar. Su mano extendida es la respuesta positiva a mi pedido.

Vaya que le importa aquella sirena.

Pero…

¿Hasta que punto te arrastrarías por ella, dulce Kevin? ¿Hasta perder tu vida? ¿Hasta quedar hecho cenizas si es necesario?

Toda esta situación me resulta satisfactoriamente exquisita.

—¿Vamos, mi reina? —su voz es melosa, y los frenillos brillan cuando me regala su bonita sonrisa.

—Por supuesto.

Envuelvo mis dedos entre los suyos siendo lo más inconveniente posible. Me guindo de su brazo y él nos guía a la entrada. La tensión de odio de cierta sirena nos sigue hasta que pasamos por las altas puertas.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora