Capítulo 30: Soy la reina

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Alfred acomoda el abrigo sobre mis hombros, el día ha querido terminar llorando. Las gotas caían veloces, como si trataran de consolarme con su chapoteo.

Ben abre la puerta del auto para Anne mientras sostiene una sombrilla. Jed me había dicho que envió a los demás a Dhalia en el preciso momento que se escuchó la amenaza, pero mi hermana se negó hasta el cansancio.

El único que me acompañaría a casa sería Ben en conjunto de un pequeño grupo de guardias, entre ellos Pedro.

—No se deje consumir, sé que Marcos esta bien —el agua vuelve a acumularse, Alfred decide darme un abrazo y no sabia que lo necesitaba tanto.

Era imposible que tuviera tan mala suerte. No me creía capaz de aceptar perderlo mucho antes de poder amarlo como quería.

—Es hora de irnos —la voz de Ben nos hace separar.

No sabía en que pensaba más, si en que Marcos estuviera vivo o decirle de una vez por todas la verdad a mi padre.

De lo que sí estaba segura era, de quien sea que haya hecho aquello a mi rey y a mi duque, lo pagaría muy caro. Le demostraría que era mejor morir antes de presenciar la furia de una reina enamorada.

👑

—No creo poder hacerlo —los guardias ya han rodeado la casa a una distancia prudente.

Ben se ha quedado en un costado de nosotras, escoltándonos.

—Sólo es papá —murmura—. Sabes que se pondrá muy feliz con esta noticia…

—Una que le he estado ocultando desde hace rato.

—No porque querías… explícale todo. Entenderá.

—Esto es un desastre.

—Oh hermanita, escandalosa será tu coronación… ya lo verás. Esto no es nada.

Se adelanta.

Maravilloso.

Ben me sigue a su despacho una vez entro a casa, subir las escaleras es una tortura a pesar de que mamá y Anne intentaron pasarme un poco de su ánimo. Aspiro el aroma a hierva buena, quizás se ha colado en el pasillo porque la puerta de su oficina está abierta.

Me asomo apoyándome en el marco, lo veo de espaldas, acomodando una pila nueva de libros sobre los estantes.

—Hola, señor papá.

Se gira sorprendido, abre su boca sin poderlo creer. Se acera y deja los libros sobre su escritorio. Decido entrar.

—Esta visita debe ser importante —lleva un dedo a su mentón— ¿tal vez por qué es tu cumpleaños?

Miramos al mismo tiempo el reloj que siempre ha permanecido en la pared frente a su escritorio. Faltan veinte minutos para las doce de la noche.

—Papá…

—Feliz cumpleaños, mi princesa —abre sus brazos y me aprieta con fuerza—. Puedo felicitarte después de tanto tiempo, quizás por eso aún pienso que eres mi niña.

Lo rodeo y me muerdo el labio para no llorar.

—Gracias.

—¿Has venido acompañada?

Me separo y le echo un vistazo a Ben, quien ha entrado. Mantiene una postura firme y hace un asentimiento en respeto.

—Papá, aunque me hubiese encantado venir para festejar los últimos veinte minutos que faltan para que se acabe mi cumpleaños contigo y mamá, en realidad es por un asunto más importante.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora