Capítulo 37: El bosque de los monstruos

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Para todos aquellos que han ido al bosque de sus propios monstruos y han salido ilesos. Nadie podría hacerlo como tú, jamás.

Mont.

🧡

—Entre menos personas mejor.

—Solo quieren escoltar a su reina —insiste Klaus.

—El ruido llamará la atención de las víboras —vuelve a hablar mamá.

—No me ofenderé porque es la madre de mi reina, señora. Pero mis soldados están preparados para cualquier campo de guerra.

—No es mi intención ofenderlo… —mamá menea sus manos y se acerca un poco a Klaus.

La señora mamá ama todo lo que tenga que ver con los vampiros. Así que creo imposible que esté buscando alguna forma de hacer sentir mal a Klaus.

Recuerdo su sonrisa en la oficina de Marcos el día que anuncié que solo ella y Klaus me acompañarían.

—No se preocupe, madre de la reina…

—Deténganse —intercedo. Ambos se callan.

—Por fin —susurra Zander.

—Mamá tiene razón —empiezo ignorando la sonrisa del Denarys—. No voy a exponer a los soldados seiranos. Creo que es suficiente con el pequeño pelotón con el que cuento hoy.

Klaus pasea la mirada analizando a cada uno de ellos.

Dos Denarys, un beta, una encantadora de serpientes, una hechicera y el general del ejército del rey.

Y una emperatriz.

Y una emperatriz.

Sonrío.

—¿No crees qué es más que suficiente, mi vampirito?

Acorto la distancia, acomodo el cuello de su traje de cuero. Dos hebras de cabello se escapan de su moño y decoran cada lado de su rostro.

—Confío en usted, majestad.

Dejo un beso suave en su mejilla.

—¡Espérennos en el barco! ¡Sí la futura reina está en peligro haré alguna señal!

Mientras Klaus sigue dando órdenes a sus hombres, Zander hace un ademán para que iniciemos el camino.

—Enzo no va a creerme que he visto a dos de estos.

El rubio deja que mi madre se guinde de su brazo, luce más que cómoda a su lado. Cassandra se posiciona en frente como he visto que ha hecho siempre que estoy con ellos. Tomo la mano de Milena y hago que vaya a mi lado. Zander detrás.

—Es nuestra primera vez en este reino.

—Y es por eso que las reinas no pueden verlos. Hoy más que nunca necesito que se escurran como ratas.

Zander rechista ante las palabras de Milena.

—Estas hablando con un coronel, ¿lo recuerdas? El jefe superior de un regimiento —sus voz destila egocentrismo—. Puedo pasar inadvertido sin mucho problema.

No creo que pueda pasar inadvertido con esas dos extensas alas y esa belleza exótica. Obviando claramente, los dos ojos de diferente tonalidad que posee.

—Ser discreto no es precisamente tu fuerte.

—Oh Cass —canturrea—. Sabes que sí.

Como se ha vuelto costumbre, el dedo corazón de Cass se suspende en el aire. Milena resopla a mi lado.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora