Capítulo 11: Emisaria

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Sí soy yo tu mayor miedo, te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para no asustarte. Para que te quedes a mi lado con la certeza de que jamás vas a perderme. Seré tu Isabella si deseas luchar por mí como Marcos.

Mont.

💚


Marcos.

Durante el camino pienso muy bien que debo hacer. Ya estoy demasiado cansado de tantas crisis. Ser un rey no estaba en mi sangre, y tenía la certeza de que Jeremy hubiese hecho un mejor trabajo.

Lo echaba de menos, solo tenía diez años cuando los asesinaron, a él y a mis padres. Quería convencerme que ya no me afectaba, pero dieciocho años después seguía sintiendo el mismo temor.

Ese día—uno que aún revivía entre pesadillas— había perdido mucho. A los reyes, al príncipe, a mi tía Aza y Daisy.

Anahís y yo perdimos a toda nuestra familia por culpa de un duque ambicioso. Pero logramos recibir un poco de consuelo cuando el tío Nate apareció. Ahora no sólo tenía a Anahís, sino también, a Nicolle y los mellizos. Les di un hogar en una manada pacífica y pequeña. Se adaptaron con mucha facilidad.

Me hubiese gustado tenerlos también en el castillo, pero mi tío no quería saber nada de la realeza. El que mi abuelo no lo hubiera reconocido como su hijo le había roto el corazón. Pero él al igual que mi padre y tía, era un príncipe.

El carro frena con demasiada brusquedad, Klaus llega a mi lado más rápido de lo que puede pestañearse. Me sujeta y mantiene unido al sillón. Benjamín ya tiene su nariz pegada al vidrio viendo que sucede afuera.

El radio de Jed cruje, responde.

Jefe, hay una mujer impidiendo el paso. Cambio y fuera.

Bingo.

—Vamos de inmediato —contesta—. Yo custodio el auto, Tú y Klaus pueden ir a ver.

—No voy a quedarme aquí —sentencio.

—Lo siento hijo de perra —canta Ben en medio de una sonrisa sin dientes—. Eres el rey.

Acomodo la camisa negra y el chaleco antibalas encima de ella. Empujo aún más hacia atrás el anillo real en mi dedo anular y aparto algunos rizos de mi frente.

—Exacto —mascullo quitando el seguro—. Soy el rey y voy a salir.

El frío golpea mi nariz, los guardias salen de las camionetas alrededor de la limusina. Klaus pronto esta a mi lado, carga el arma y apunta yendo unos pasos delante de mí. Voy a avanzar, un brazo con cicatrices me detiene.

—Después de mí, majestad —saca su hacha del seguro detrás de su espalda.

Revuelo los ojos ante el sonido del desbloqueo de la escopeta de Jed detrás de mí.

—Necesito diez hombres más en la retaguardia —habla Jeddy—. El rey ha salido del auto, repito, el rey ha salido del auto. Cambio y fuera.

Avanzamos al lado de la fila de autos del castillo. Los diez soldados de Klaus están apuntando a la chica con sonrisa gigante. Intento pasar de ellos pero Jed me detiene, me zafo con fuerza.

—No saldrás de este escudo, maldita sea. Ya es suficiente con que Isa esté enferma.

—No la tutees —gruño.

—Así me lo pidió ella, no voy a desobedecerla.

—¿Qué haces aquí?

Lleva todo su cabello oscuro detrás de sus hombros. Relame sus labios en un acto sensual y sus ojos rojos recorren toda mi armada.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora