Capítulo 16: El triángulo

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Estaba totalmente centrada en sus ojos. El derecho poseía una iris tan azul como el cielo a las cuatro de la tarde y el otro, estaba dividido por dos tonos. Amarillo y negro.

Extraño.

Su mirada se mueve a mi espalda y maldigo cubriéndome ante el mover de sus alas. Alguien detrás de mí se queja, echo un vistazo notando como los tritones corren hacia el mar. El hombre está sobre los cielos luciendo amenazador con sus alas extendidas.

Madre santa.

Tammy llega a mi lado y la abrazo. Ella se esconde en mi pecho sollozando. Busco a Travis.

La boca se me seca.

Una chica esta ayudándolo en la pelea. Tiene el mismo traje de combate hecho en cuero al igual que el tal Zander, con correas que abrazan un lado de su hombro y su cadera. Sus alas no le impiden moverse con agilidad, es más, la ayudan en cada movimiento. La coleta de su cabello vuela en los giros certeros en compañía de su cuerpo y espada.

¿Tienen los Denarys permitido entrar a Seir?

¿No son bestias que devoran almas? ¿No deberíamos huir? Quizás se les ha facilitado llegar hasta aquí debido a que ha llegado la noche, son todos unos profesionales moviéndose en la oscuridad.

—Mørkanos —masculla Alden llegando a mi lado.

Travis vuelve a su forma humana cuando ya no hay más tritones. Sus manos están apoyadas en la arena mientras su pecho sube y baja. Hay una gran cantidad de cuerpos sin vida sobre el suelo. El moreno está completamente desnudo y la chica lo observa con curiosidad

—Necesitamos algo con que cubrirlo.

—Yo me encargo —Milena suelta el brazo de Mason y recita un juego de palabras en alguna lengua extraña.

Sus ojos vuelven a estar verdes y como por arte de magia, una manta negra aparece en sus manos. La escarcha se mantiene suspendida en el aire después del truco.

Papá siempre ha dicho que las hechiceras son muy peligrosas. Milena me había demostrado en varias ocasiones que era muy poderosa, hacía trucos de la nada, sin un libro o algún ingrediente secreto.

Era una brujita bastante particular.

Tammy se la arrebata y corre hacia el capitán. La sigo con pasos cautelosos, mis ojos en la Denarys que sigue de pie a su lado con la espada desenvainada.

Ella se fija en mí. No tiene los ojos como el otro chico. Pero no son negros, tampoco marrones. Podía decirse que eran claros, como la miel, pero no tanto como para ser ámbar. Un poco más oscuros, como el caramelo.

Podría describirlos como cálidos.

No me amedrenta cuando toma mi mano y al igual que Zander la lleva a su frente. Se inclina con lentitud.

—Un gusto majestad —masculla con su mirada aún en el suelo—. Soy Cassandra y estoy a su servicio.

Se endereza y ya no puedo callar los pensamientos que gritan en mi cabeza.

—¿Qué hacen en Seir dos Denarys defendiendo a un grupo de licántropos?

—No estamos defendiendo a ningún grupo de licántropos.

—¿No?

—Estamos aquí por y para usted.

—¿Por qué?

—Porque somos sus guardianes.

—Se supone que tus guardianes son de tu misma especie.

Los demás nos miran atentos, ella se queda en silencio. Me observa con cara apacible. Cassandra no lucía como quien había nacido desde la cuna solo para devorar las almas de aquellos que eran menos afortunados. Tenía una ligera luz que iluminaba su rostro con algo un poco más especial, era ese tipo de luz que solo veías en las princesas, como Anne y Camila… y por supuesto, Anahís.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora