Capítulo 23: Perder la cordura

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Los soldados nos siguen en un trote suave por la playa. Ben y Jeddy nos guían hacía la zona de entrenamiento un poco más lejos del castillo.

—¿Tienes hermanas, Isa? —pregunta Jeddy con voz agitada. Le sonrío.

Tenía la total certeza de que sabía que efectivamente yo tenía una hermana, pero decido seguirle el juego.

—Sí. Una sola.

—¿Es tan hermosa como tú?

—Aún más hermosa.

La sonrisa lobuna se alarga en su rostro. Peina su cabello con aire galán, colocando la mirada más depredadora que le he conocido.

—Entonces debe ser hermosa.

—Deja de molestar Jed, no estamos jugando.

—Pensé que la habías visto el día que llegaste a Dhalia.

Resopla como si el no haberse dado cuenta ya fuera lo suficientemente malo.

—Estaba tan pendiente a una pelirroja necia que no pude ver a la asiática.

Le doy un vistazo. Toda alegría ha desaparecido

Ben suelta una risita floja.

En otras cuentas, ambos eran bastante resistentes y fuertes, además de divertidos. No me había quedado duda de que eran soldados experimentados. Por ello, no podía entender porque no acompañaban a Klaus en las misiones.

—Siempre te saca de quicio ¿eh, hermano? —dice Ben dándole un empujón. Jed se desestabiliza pero solo tarda un microsegundo.

—Ya no la menciones, hablar de ella me da jaqueca.

—De todas formas… —hablo llamando la atención de ambos— Voy a tener que decepcionarte, Anne ya encontró a su compañero.

Finge una cara de dolor y suelto una carcajada. Su sonrisa coqueta vuelve a aparecer.

—Quizás algún día pueda experimentar con una asiática.

—Eres un bastardo —sisea el pelinegro.

Me pierdo del pequeño discurso que le suelta Jed acerca de que es un hombre puro y otras cosas más.

Grandes estructuras en diferentes formas de obstáculos, con sogas y llantas gigantes se roban mi total atención. Hay pesas y todo tipo de herramientas para hacer ejercicio. Sin contar la parte donde hay una gran cantidad de armas organizadas, exhibidas en una estructura de madera fuerte.

—Vaya…

—Lo sé, aunque me cueste aceptarlo, aquel principito es un buen general.

Miro al moreno cuando nos detenemos. Nuestras respiraciones están agitadas.

Giro y detengo a las tropas con mi mano. Se detienen y se organizan de manera rápida. Sus posturas son perfectas.

—¡Descansen! —varios se desploman en el suelo.

Algunos chicos con grandes músculos que se han juntado en un pequeño grupo, me miran con ojos retadores. Les sonrío de manera siniestra. Sólo esperen un poco más.

Ese grupo en especial no había pasado desapercibido para mí. No sé a quien intentaba engañar Marcos con todo esto, pero sí creía que colocarme soldados ya listos me detendría, lamentaba tener que decirle que se había topado con la Morets equivocada.

Papá decía que siempre había algo que aprender.

Me acerco

—¿Cuántos son? ¿Cómo vamos a dividirlos?

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora