Capitulo 41: El plan

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Limpio mis manos en el delantal que llevo puesto.

¿Dónde está la leche?

Miro los ingredientes frente a mí sobre el elegante mesón de la isla. Fue un total escándalo en la cocina cuando entré. Las empleadas se negaban a dejarme cocinar.

En realidad, quería hornear. Me encontraba de muy buen humor.

Me había levantado ésta mañana muy temprano y Marcos ya no estaba a mi lado. No lo he visto en todo el día y ya casi es de noche.

Debo admitir que me asusté un poco, llegué a pensar que todo era un sueño, pero la voz de Giotto apagó cualquier pensamiento negativo.

Tuve que subir mis paredes mentales para no escuchar sus comentarios lujuriosos mientras me duchaba.

Giotto era demasiado intenso.

—Pero mírala Ben...

Levanto mis ojos de la mezcla esponjosa. Estaba haciendo una deliciosa crema para decorar los pastelitos que estaban creciendo en el horno.

Los dos soldados aparecen frente a mí. Uno con una sonrisa gigante y el otro con una de medio lado.

—La reina luce radiante hoy —dice Jed quedando frente a mí al otro lado de la isla. Ben a su lado.

—Cuando la vi entrar por primera vez, pensé que era la persona con la sonrisa más brillante que había pisado el castillo —habla Ben—. Pero hoy luce como un puto sol, alteza.

Mis labios se alzan en una sonrisita.

—Están exagerando.

—Claro que no... si la hubiese visto ésta mañana, mi día habría estado mejor. El rey está insoportable —Jed se dirige a la bonita mesa blanca que hay frente a la pared de vidrio que llena de luz toda la cocina.

—He preparado galletas de vainilla ¿quieren probar? —Ben asiente y acompaña a su amigo tomando asiento a su lado— ¿Qué te ha hecho Marcos?

Tomo el delicado plato que encontré rebuscando en la vajilla.

—Le ha pedido que reclute más jóvenes para la guarda.

Coloco las galletas frente a ellos. Ben es el primero en tomar una.

—No es un trabajo fácil ¿ok? —Jed toma dos, una en cada mano. Le da un gran mordisco a una de ellas—. Es tedioso trabajar con adolescentes... uh, están deliciosas.

Le regalo un guiño.

—No te quejes, es tu trabajo. Se enojó demasiado al ver que Lorenzo también se estaba encargando de eso.

El moreno revuela sus ojos con la boca llena.

—¿Y a ti Ben? ¿No te colocó más trabajo tú rey?

—No, al parecer ha torturado muy bien a todos en las mazmorras.

Hago una perfecta O con mi boca.

—Solo hago bien mi trabajo. La penitenciaría de Seir es mi responsabilidad, todo estará en orden siempre y cuando esté bajo mi mando.

—No sabía que aún existían ese tipo de trabajos, es decir, que haya un justiciero...

El horno hace un suave pitido avisando que ya se ha cumplido el tiempo de cocción. Camino en su dirección.

—Hay gente muy cruel, alteza...

—Isabella —corrijo colocándome los guantes—. Llámenme por mi nombre.

Abro el horno y saco los pastelitos esponjosos. Vi a Marcos comer uno ayer. Así que me animé a hacer algunos.

Dejo que se enfríen por algunos minutos.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora