Capítulo 15: La responsabilidad de un guardián

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Me asomo de un lado del tallo ancho aguantando la risa. Marc lo hace también y grito en medio de una carcajada aún más grande.

—¡Ven aquí! —corro intercalando los árboles.

Me escondo detrás de otro, él se apoya del lado contrario. Amagamos, yo intentado escapar y él queriendo atraparme.

—Ya basta.

Su sonrisa está descongelando todo Seir. Juro que sí.

—No, te dije que no sería fácil esta vez.

Me lanza una mirada pícara. Yo arqueo una de mis cejas demostrándole lo temeraria que puedo llegar a ser.

—No está siendo para nada fácil.

Lanza su mano y yo retrocedo riendo más fuerte. Me giro dispuesta a correr de nuevo, chillo y pataleo al sentir sus brazos a mi alrededor.

—Te atrapé, reina traviesa.

—¡No! ¡Suéltame!

Me da vuelta y muestras narices chocan. Cierro mis labios admirándolo. Nuestras respiraciones van al mismo ritmo, descontroladas y forzadas.

—¿Qué quieres? —pregunta lanzando sus labios en mi dirección, ladeo mi cabeza y chocan contra mi mejilla.

—Nada —canturreo alejando su rostro con una mano en su pecho.

—¿Nada? ¿Absolutamente nada? ¿Qué tal una ciudad, una manada o un río? Que tal joyas, quizás… un auto…

Niego con la sonrisa más grande de todas.

—No quiero nada.

—Es usted muy difícil de convencer.

Sus ojos están brillando llenos de chispas alegres. Llevo mis manos sobre las suyas alrededor de mi cintura.

—Nada va a convencerme. No pienso volver a tocar tu castillo…

—Solo por hoy…

Lo veo bajo mis pestañas mordisqueando mi labio inferior.

—Las amantes son las que entran a muy altas horas de la noche y salen al día siguiente cuando aún no sale el sol —jugueteo con sus dedos, intentando lucir lo más inocente posible.

—Nunca dije que se iría muy temprano en la mañana Mía Isabella, si quiere puede pasar todo el día conmigo.

El corazón me retumba ante la magnífica idea.

No.

No.

Somos difíciles.

—Ummmm, no me convence del todo —me pica las costillas y río—. No, detente…

Nos perdemos del tiempo actual. Yo, luchando en medio del bosque contra un chico fanático a las cosquillas. Él, buscando un solo propósito con sus dedos inquietos, volverme azúcar derretida.

—Vaya, no conocía esta faceta tuya.

Marcos deja de hacerme cosquillas y nos centramos en la nueva persona que nos hace compañía.

—¿Quién diría que nuestro rey tiene una sonrisa muy hermosa?

Bianca mira a Marcos con ojos resentidos, los cuales intercalan entre sus brazos a mi alrededor y su rostro. Decido alejarme, mi mate se endereza ajustando su ropa.

—¿Qué haces aquí, Bianca?

—Pues, buscando a mi prometido.

Me río sin gracia.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora