Capítulo 8: Un acuerdo

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Maratón 1/3

Disfruten.

Con amor, Mont.

👑


Subo las escaleras corriendo, sin permitir que salga una lágrimas más. Disminuyo mi andar ante la figura oscura frente a la puerta de mi habitación.

—¿Alfred?

—¿Se encuentra bien? —sale de entre las sombras y recorre mi apariencia con ojos inquietos. Lleva una taza de algo humeante en sus manos— Oh, esto es un poco de chocolate caliente. Creí que quizás le gustaría tomar un poco.

Ladeo mi cabeza sintiendo el llanto picar mi nariz.

—¿Estás cuidando de mí?

—Siempre —murmura—. Lo supe desde el primer día que la vi. La reina, quiero decir, la madre de mi señor, soñaba mucho con la siguiente soberana. Trate de dibujar un rostro con las descripciones que repetía una y otra vez con esa sonrisa radiante. Pero…

Dejo que la calidez de sus palabras me consuelen ¿la reina soñó conmigo?

—¿Pero?

—Nunca pude. Ahora estoy más que seguro que nunca iba a poder.

Me acerco y recibo la taza. Le regalo una sonrisa en agradecimiento. Lo llevo a mis labios y el aroma me hechiza ¿Habrá algo que no me gustara de este lugar?

Será demasiado difícil no pensar en él una vez que me vaya mañana.

Alfred parece tener experiencia en estas situaciones. Me acompaña a mi cama y no se va hasta después de que mis ojos se cierran por completo. No puedo evitar sentirme segura con su presencia. Quizás se debía al color de su fuego. Café, al igual que sus ojos, seguro y confiable.

Itzae decía que era un color que se asociaba a la tierra, por eso era cálido, cómodo, seguro y natural. Amaba ese color porque según ella le recordaba a Jackson. Porque cuando era más claro, parecido al marrón; daba un aire crudo, pero también muy sofisticado.

Y con todos esos pensamientos, duermo. Deseando que todo sea una pesadilla.

👑

En la mañana bajo con mi maleta en mano, decidida más que nunca a irme a Dhalia. Lanzo la mochila frente a la gran entrada, la analizo consternada.

¿Por qué está cerrada aún? ¿Es demasiado temprano?

Espera al Alfa y a la pelirroja.

La ignoro y tomo las manijas, mis pequeñas manos no alcanzan a abarcar todo el picaporte. La zarandeo con fuerza, importándome muy poco si la daño, de seguro tiene años y años de historia. El sonido que hace debido al forcejeo no pasa desapercibido para alguien. Sale de algún lado del salón, su presencia me hace girar.

Es una niña como de doce o trece años. Lleva un libro en sus manos y sus ojos grandes me observan curiosos.

Son los ojos negros con más luz que he visto después de los de Anne. Expresivos, inocentes y dulces.

—Debes esperar a que Alfred la abra —murmura con voz delgada, luce un poco pálida, enferma quizás—. Será a las seis en punto.

—¿Qué hace una niña tan pequeña despierta a las cinco de la mañana?

Levanta el libro en su mano.

—La historia esta muy interesante, no he podido esperar más.

Sonrío sin poderlo evitar.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora