Prólogo

4.7K 298 189
                                    


Isabella.

No podía sacarme aquellos ojos grises de mi cabeza. Me encojo sobre la banca de concreto en el patio trasero. Mis padres están descansando.

Nadie me quiere aquí y no es un secreto. Tampoco el hecho de que yo piense igual, odio Dhalia. Admitía que tener su maldito aroma a manzanas tan cerca me había hecho recordar tantas cosas que creí muertas. Nunca pensé que volver a la manada avivaría el fuego que antes pensé se había convertido en cenizas.

En mi cabeza se habían vuelto a reproducir todos aquellos momentos que viví con Nick. Sus labios suaves entre los míos rellenos. Sus manos cuando me tomaban con fuerza y me subían a sus muslos. Tenía la certeza de que había sido él, el amor más bonito que había vivido.

Y debía olvidarlo, superarlo.

Él tenía su compañera y ya no había marcha atrás.

Veo como los árboles se mueven después de una ventisca fría. Anne ama ésta parte de la casa, le encanta como las ramas se unen creando un techo natural. Solía esconderse entre las raíces grandes.

Parece que no vas a cumplir tu juramento de odiar a Nicolas hasta el último día de tu vida.

No puedo y me odio por ello, Itzae.

Escondo mi cabeza entre mis brazos sobre mis rodillas. El suceso en el hospital más temprano me estaba quitando el sueño. Pronto sería media noche y me sentía tan despierta como cuando sus ojos estaban fijos en mí mientras extraía el veneno en las heridas de sus brazos.

—Necesito hablar contigo —me enderezo buscando la voz en medio del patio.

En la parte lateral de nuestro jardín, con sus piernas separadas en aquella pose firme, esta nada más y nada menos el causante de mi desvelo. Me levanto sorprendida.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Natalie?—pregunto buscándola detrás de él.

—Hemos discutido y quería estar sola, la dejé en la mansión —se acerca con pasos firmes. Su cabello largo cubre parte de su frente.—. Decidí salir a despejar la mente.

—¿Y has manejado por la carretera solitaria solo para hablar conmigo? No me ilusiones Nicolas.

Lo ignoro y vuelvo a sentarme contemplando las hojas verdes de los árboles.

—¿Has vuelto para esto? —dice en un susurro. Se acerca y sienta a mi lado.

Lo hago sin vergüenza, dejo que mis iris oscuras memorice una vez más cada rasgo de su cara dura. Tenía los parpados un poco caídos dándole ese aspecto aburrido que siempre llevaba consigo. Amaba sus labios porque siempre me ha parecido que tienen el tamaño perfecto.

Estas delirando de nuevo, Isabella.

¡Maldición!

—No sé de que hablas.

—¿Has vuelto para discutir? ¿Para pelear?

—Ja —suelto una risa falsa sintiéndome indignada—. Vaya estupidez…

—¿No es así?

—No —le respondo firme, evitando que sus iris grises se escapen de mi escrutinio.

Él suspira y mira hacía los árboles.

—Debemos arreglar las cosas, Isabella. No puede seguir existiendo esta rivalidad entre tú y Nat.

Resoplo dejando que mi espalda repose sobre la banca.

Jamás podría ser amiga de Nat. No existiría sobre este maldito planeta una oportunidad de que yo considerara a aquella mojigata una de las mías.

Amando Al Rey © [ L. I. 2 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora