「Capítulo 8」

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—Maldito seas Idan, ¿por qué elijes llevarme a un nido de criminales?

—La persona que está conspirando en mi contra posiblemente esté allí, dado a lo mucho que sabe sobre mis movimientos asumo que se trata de algún falso aliado. Eres inteligente, puedes serme de ayuda.

—No puedo creer las cosas en las que me involucras —se pasó ambas manos por el cabello, exasperado —. Además sabes a la perfección que odio los aviones.

—Lo sé, pero estas grandecito como para tolerar un vuelo.

El trayecto terminó y llegaron a una pista donde los esperaba un lujoso jet privado, además de dos de los trabajadores de Idan que los acompañarían. Apenas abordar y sin ni siquiera haber despegado sintió todo su cuerpo tensarse y su corazón desbocarse, el temor que le tenía a las alturas no le jugaba una buena pasada cuando se trataba de volar. Durante el despegue se mantuvo rígido en su asiento, con las manos sobre su regazo cerradas en fuertes puños. Lo peor era saber que aquel vuelo duraría un promedio de nueve horas.

Después de un largo rato, una de las azafatas le ofreció una medicación para calmar su ansiedad y de paso ayudarlo a dormir durante el trayecto, sin pensarlo dos veces lo aceptó. Después de una hora y media notó el efecto así que sin luchar contra él se dejó sumir en el sueño.

Despertó poco más de cuarenta minutos antes del aterrizaje. Cuando por fin el piloto avisó que habían llegado a su destino, dejó ir el suspiro de alivio más grande de su vida.

Luego de bajar un auto los esperaba junto a la pista, a pesar de tener nuevamente los pies sobre la tierra firme, la sensación de vértigo seguía presente siendo algo molesta al andar y sobre todo haciéndolo sentir náuseas.

—El auto te llevará al hotel —explicó Idan a Cielle —. Hay una habitación reservada y ya están informados de tu llegada.

—¿A dónde irás tú?

—Tengo que resolver unos asuntos antes así que estaré allí en unas horas, descansa mejor y come algo, en la noche es el evento.

—Está bien —suspiró resignado y subió al auto.

Durante el trayecto notó que a pesar de que en New York serían la una de la madrugada, en Italia la mañana ya había llegado y el sol comenzaba a alzarse en el cielo.

Después de pasar junto a un hermoso monumento que pudo identificar, se percató de que se encontraba en la bellísima ciudad de Roma. Deseoso por disfrutar el paisaje no dudó en observar cuidadosamente cada lugar por el que pasaban, sin embargo llegaron al hotel mucho antes de lo que esperó.

Uno de los hombres que lo acompañaba en el auto se encargó de hablar por él en la recepción, así que poco después estaba en la habitación. En la soledad de la misma el abogado se dispuso a explorar, quedando fascinado por su belleza. No solo era el lujo, sino las estupendas vistas de la ciudad que tenía desde el gran ventanal de cristal.

Se lanzó sobre la cama y cerró los ojos por un rato, aunque no dormía le hacía bien aquel descanso para aliviar sus náuseas. Estuvo en ese estado de reposo hasta que llamaron a la puerta, el servicio de habitaciones había llegado con algo de comida que aceptó gustoso.

Transcurrieron quizás tres horas y media, Cielle no tenía certeza de la hora pero el sol ya estaba en su punto máximo. Idan no aparecía ni daba señales de vida y él se sentía impaciente. No le agradaba estar solo en un lugar desconocido y sin dominar nada del idioma.

Sintió el sonido de la puerta abriéndose y fue en dirección a ella, ahogó el abogado un jadeo al ver ingresar a Idan con un deplorable aspecto. Su camisa blanca estaba desabotonada y bañada en el rojo de la sangre, también habían manchas de ella en su rostro y manos. Su pantalón negro tenía mucho polvo y el cabello estaba despeinado. Lo peor de todo era la expresión en su cara, un terrible horror bañaba sus facciones como si acabara de ver al peor de los monstruos.

—¡Dios mío! —exclamó pasmado para acercarse a él con rapidez —. ¿Qué te pasó?

—Nada —sanjó para apartarlo y seguir caminando al centro de la habitación.

—¿Cómo que nada? Estás sangrando —remarcó Cielle y el contrario rodó los ojos.

—No lo estoy —terminó de quitar su camisa y la lanzó al suelo, casi rabioso —. Ves —abrió los brazos —, no tengo nada.

Comprobando su torso notó que ciertamente la sangre no le pertenecía, pero no fue solo aquello lo que distinguió.

—Evigheden —levantó la vista a sus ojos —, lo cubriste; cubriste el tatuaje que nos hicimos juntos.

Cielle caminó hasta él, estando lo suficientemente cerca como para deslizar su dedo sobre la superficie de su piel, en el área superior de sus costillas, justo donde debería estar aquel tatuaje que años atrás se habían hecho. Ahora este estaba cubierto por la tinta negra de un enorme lobo.

—¿Por qué lo conservaría? —cuestionó mirándolo fríamente —. Simbolizaba el amor que tú mismo afirmaste que ya no existe.

—Simbolizaba más que eso —levantó su camisa azul descubriendo sus costillas, mostrando el pequeño tatuaje que aún mantenía.

Idan abrió los ojos sumamente sorprendido, nunca había esperado que aún lo tuviera. Después de varias conversaciones sabía o creía, que el abogado no guardaba ya ningún sentimiento por él, pero aún tenía grabado sobre su piel ese estigma de la promesa que se habían hecho.

—¿Qué pretendes D' La Fontaine?

—¿Qué quieres decir?

—¿Por qué lo conservas? Deja de jugar con mi paciencia, porque estoy malditamente demente y no querrás verme cuando pierdo la cabeza.

—No me amenaces —lo señaló con el dedo —, no te tengo miedo. Si aún lo llevo es porque soy un cobarde —colocó su mano sobre el tatuaje —. Esto de aquí es lo que cada día me recuerda mi error, lo que te hice. No creas que viví todos estos años feliz, porque no es así. Cada día de mi existencia veo esta frase y me culpo por el chico que destruí. Podía haberlo cubierto sí, haberme ahorrado el dolor de tener que verlo al espejo por años, pero me negué porque para mí la promesa que te hice sigue en pie.

Idan contrajo su facción iracundo, su mandíbula se tensó en una fina línea y sus dientes se cerraron con tal fuerza, que pensó llegaría a romperlos. En un rápido movimiento rodeó el cuello de Cielle con su mano y la cerró con suficiente fuerza como para hacer al abogado perder el aire.

Cielle largó un gruñido ahogado junto con su aliento. Trató de apartar la mano de su cuello pero sus intentos eran en vano, el agarre era fuerte y doloroso. Su vista comenzaba a nublarse y sus piernas a fallar. Arañó el brazo del criminal y lanzó golpes en vano. Podía ver la insensibilidad que oscurecía aquella mirada castaña y por primera vez descubrió la verdadera cara de Idan, la cara de un asesino despiadado, por primera vez le tuvo verdadero temor. Quiso hablar, quiso decirle que lo soltara, pero no podía respirar y mucho menos emitir algo más que quejidos.

El rostro del abogado comenzaba a pasar de rojo a un tono morado, sus labios se ennegrecieron, ese fue el instante en que Idan se dio cuenta de que estaba matándolo. Lo soltó de un tirón que lo hizo caer al suelo de rodillas. Cielle tomó una larga bocanada de aire que fue acompañada de una tos molesta e incesante. Respiraba agitadamente mientras sostenía su dolorido cuello. Miró a aquel que permanecía de pie frente a él, un ser con corazón inerte.

El criminal se agachó a la altura del contrario, lo miró de una forma escalofriante y chantajista.

—Has visto lo que pasa cuando despiertan al monstruo —ladeó el rostro y torció una sonrisa horripilante —. No juegues con fuego, mi niño de ojos bellos, porque te haré arder de una manera horrible.

—Te detesto —expresó dolorosamente Cielle, aún con la voz cortada y lágrimas amenazando con brotar de sus ojos —. Y te juro que cada pizca de compasión que sentí por tí acaba de morir hoy. No olvidaré esto así que te advierto algo, nunca bajes la guardia.

—Estaré esperando lo que sea que planees, después de todo ya estamos los dos en en Infierno. Solo te aconsejo que elijas bien tu camino, porque de ahora en adelante solo tienes dos opciones: una es odiarme y la otra amarme, y créeme que ambas son igual de dolorosas.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora