「Capítulo 38」

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Iban en el auto de Osiris. Micah en el asiento del copiloto, Cielle e Idan detrás.

Movía el abogado nerviosamente su pie contra el suelo, jugaba con sus manos sobre su regazo y era incapaz de mirar la cara a su acompañante.

«¿Y si lo defraudo?»

Aquella pregunta inundaba su mente, sin dejarlo pensar en nada más. Tenía miedo de no ser capaz, de defraudar la confianza que Idan tenía en él. Se veía tan calmado el criminal, como si no estuviera a una hora de ser juzgado, como si su vida no dependiera de ello. Idan sería condenado a muerte si eran probados todos sus delitos, solamente los asesinatos cargados a su cuenta por culpa del narcotráfico, serían suficientes para mandarlo a la silla eléctrica. Y si se probaba que era hijo de Leonardo Lombardi, uno de los líderes de la 'Ndrangheta, entonces estaban perdidos sin lugar a dudas.

Quería llorar, sus ojos picaban. Lo detestaba tanto y sin embargo, en los últimos años era lo único que había hecho. Era débil, se sentía débil y actuaba como una persona débil.

—No vas a defraudarme —susurró Idan en su oído y colocó una mano sobre las suyas.

—¿Qué? —¿Sería que acaso había pensado en voz alta y lo había escuchado?

—Te conozco, sé lo que pasa por esa cabeza —acarició suavemente su cabello, para no despeinarlo —. Todo estará bien.

—¿Cómo puedes asegurarlo con tanta confianza?

—Porque lo sé —terminó de decir mientras Osiris estacionaba el auto frente a la corte.

Bajaron todos para adentrarse al tribunal. El juicio sería privado, solo personas allegadas podrían entrar. Así que en las gradas solo estaban Micah y Osiris, cosa que les pareció algo rara. Nadie más se había presentado cuando esperaban ver allí algún familiar del demandante.

Los fiscales estaban en su lugar, el juez aún no llegaba. Aunque ya estaba el abogado que representaba al difunto demandante.

Llegaron a sus lugares, el juez hizo acto de presencia, se colocó en su lugar y les indicó a todos que podían tomar asiento, mas Cielle hizo una mueca.

—¿A qué esperas, siéntate? —le susurró Idan.

—Es fácil decirlo pero apenas puedo disimularlo al caminar, me duele maldita sea —gruñó por lo bajo para mirarlo mal.

Idan enmascaró una risa con tos.

—Señor abogado, puede tomar asiento —le remarcó el juez mirándolo por sobre sus lentes.

Cielle sonrió incómodo y se sentó, tratando de ocultar el quejido de dolor que quería escapar de sus labios. Cuando se sentó sobre aquella silla de madera dura, un corrientazo doloroso ascendió por su espina dorsal, así que se irguió en su lugar con rapidez. Cerró sus puños arrugando la tela de su pantalón, por debajo de la mesa.

—¿Tanto te duele? —preguntó Idan en su oído.

—Como si hubiese tenido mi primera vez, de nuevo —respondió entre dientes.

A Idan aquella situación le parecía graciosa, trataba de evitar a toda costa la sonrisa que quería posarse en su cara, para ello hacía gestos contrayendo las facciones y bajaba la cabeza de vez en cuando, cosa que no pasó desapercibida para el juez.

—Señor Evigheden, ¿se siente usted indispuesto?

—¿Qué? —levantó la mirada y negó con rapidez —. Para nada, me encuentro perfectamente.

—Bien, siendo así damos comienzo al juicio.

Idan se puso de pie, juró decir la verdad en todo momento.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora