「Capítulo 24」

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Osiris había ido en su auto a recoger al abogado. El de mirada felina conducía un deportivo negro bastante caro según su aspecto, con un motor que gruñía de manera hermosa cada vez que apretaba el acelerador. Ahora ambos se dirigían hacia la estación de la policía. El camino se le hizo más corto de lo que imaginó a Cielle, que apenas bajó ingresó de manera rápida al lugar.

Cielle tenía algo que lo caracterizaba como abogado, y era algo más que su talento o su fluidez con las palabras. El joven solía ser tan profesional que a veces podía hasta olvidarse de la verdadera clase de persona que era. Si se trataba de trabajo su espalda se tornaría rígida al igual que su rostro, por tanto su expresión facial era una tan seria que intimidaría a cualquiera. No aceptaba ser cuestionado cuando se trataba de sus decisiones y sobre todo, no aceptaba nada por parte de la policía que no procediera sin una orden del juez.

—Buenos días —saludó con seriedad al oficial de la entrada —. Soy el abogado del señor Idan Evigheden, necesito verlo en este preciso momento.

—El señor Evigheden está siendo interrogado —explicó el hombre.

—Con más razón lléveme a donde se encuentra —volvió a pedir más demandante.

El hombre asintió con rapidez y tragó en seco. Señaló a Cielle el camino y lo guió hasta la sala de interrogatorios. Sin previo aviso el abogado empujó la puerta e ingresó. Llamó la atención del policía que interrogaba y de Idan.

—No respondas absolutamente nada —ordenó a Idan —. Señor es muy aprovechado usted —se dirigió al policía —, interrogando a mi cliente sin que yo haya llegado. ¿Pretendía aprovecharse de ello?

—Solo cumplía mi deber —respondió de mala gana el agente.

—Y yo estoy cumpliendo el mío. Por favor déjeme a solas con mi cliente y apague eso —señaló la cámara de seguridad —. Necesito privacidad.

El agente asintió de mala gana, regalándole una expresión de molestia. Salió de la sala dando un fuerte portazo y se alejó.

D' La Fontaine tomó asiento frente a Idan. El criminal está con las manos esposadas sentado despreocupadamente en la silla, con una sonrisa amplia en el rostro.

—Que buen aspecto para alguien que está detenido —se burló el pelinegro.

—Es que me excita mucho verte actuar como abogado, es muy sexy.

—No actúo como abogado, soy uno, uno que cumple con su trabajo de manera profesional, así que deja de hablar tonterías.

—Oh no, deberías ver esa cara tan seria y ese ceño fruncido; tan sexy —humedeció sus labios.

—Evigheden por favor, todavía nos escuchan —gruñó —. Espero que no hayas respondido nada.

—¿Por quién me tomas? —elevó una ceja.

—Me dirás qué pasó pero antes... —miró a la cámara de seguridad —. ¡Sé que aún está encendida! —gritó —. ¡Apaguen ese trasto o les prometo que se arrepentirán! —volvió a gritar.

Pocos segundos después de las órdenes de Cielle, la luz roja que indicaba que la cámara estaba encendida se apagó y supo que por fin nadie estaría viendo o escuchando.

—¿Qué pasó? —preguntó colocando sus manos sobre la mesa.

—Me atacaron unos bastardos, los Rymer.

—¿Rymer? O sea como Micah.

—Su padre es mi rival —explicó —. New York era el parque de juegos de esa familia, sin embargo les molesta que haya llegado yo, a implantar el orden y robar su lugar. Les molesta que haya llegado a representar la mafia italiana.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora