「Capítulo 34」

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Dando pasos erráticos se alejó Cielle de la puerta, era momento de irse o sería descubierto escuchando. Su mente en ese instante no podía procesar nada, ni pensar con claridad. Era demasiada información como para aceptarla en cuestión de minutos.

Miraba alrededor y ya no percibía las cosas de la misma manera. Ahora era como si todo fuera diferente. Observaba las mismas paredes, las mismas personas de minutos atrás, aún así las percibía como si estuviera dentro de un sueño, como si la realidad fuera lejana y fugaz. Incluso su cuerpo comenzó a llenarse de un malestar físico bastante molesto y un pitido ensordecedor atormentaba sus oídos.

Llegó frente al ascensor, este se abrió dejando ver a Osiris, que tomó del brazo a Cielle y lo jaló al interior para volver a marcar el primer piso.

—¿Por qué tardaste tanto? —cuestionó Osiris y contempló la cara del abogado —. ¿Oye qué te pasó?

—Nada —se limitó a responder.

—Dudo que ese nada sea el responsable de que tu cara esté tan pálida. Parece que has visto un fantasma.

—Peor —susurró para recostarse contra la pared del ascensor.

—¿Qué pasa?

—Es algo bastante personal.

—Ya veo —asintió.

Las puertas del ascensor se abrieron y caminaron con rapidez hacia el auto de Micah que estaba utilizando D' La Fontaine.

—¿Y tu auto? —preguntó el abogado dándole las llaves al pelinegro.

—Vendré a buscarlo después, ahora vámonos.

—Está bien.

Durante todo el camino en auto, Cielle no emitió ni un solo sonido. Se limitaba a mirar por la ventanilla, perdido en pensamientos que eran totalmente impredecibles para Osiris, el cual solo le daba miradas de vez en cuando.

Habían llegado nuevamente a la mansión, luego de aparcar bajó y comenzó a caminar rumbo al interior. Micah pasó por su lado en dirección a Osiris y notó que el abogado parecía un alma en pena, sin embargo evitó decirle nada pues recibió una seña del asesino, indicándole que lo dejara estar.

Vagaba hacia el interior cuando una figura se interpuso en su camino. Levantó la vista y vio a Joan de pie frente a él, con los brazos cruzados, en medio de la escalera impidiéndole subir.

—Así que eras tú el invitado del rarito —comentó burlón pero con la voz picada de enojo.

—Escucha, no tengo nada de ganas de iniciar ahora una discusión contigo —explicó para tratar de subir pero Joan se movió a un lado impidiéndolo.

—No te irás hasta que me escuches —aseguró —. No sé quién demonios seas ni lo que has venido a hacer, pero desde que apareciste la vida de Idan se ha vuelto un caos. Supuestamente eres su abogado pero ahora mismo no has hecho nada por sacarlo de prisión, y por ello casi muere.

—¿Quién eres para él? —cuestionó el abogado levantando la vista —. Si de verdad fueras tan importante para él como aparentas, sabrías todas las razones y por supuesto sabrías quién soy. No pretendas venir a amenazarme, menos a hacer suposiciones estúpidas sin tener constancia de la situación. Lo que haga o no con Idan, no es problema tuyo —terminó de decir empujándolo a un lado para comenzar a subir las escaleras.

Había llegado al final, tomó el pasillo para ir a su habitación, cuando la mano de Joan agarró su hombro volteándolo con rudeza.

—No me dejarás con la palabra en la boca —profirió con enojo para agarrar el cuello de la camisa de Cielle amenazante.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora