「Capítulo 23」

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Idan se había quedado perdido ante las palabras del abogado. Parecía querer procesar todo aquello pero a la vez le era imposible.

¿La Bratvá?

¿Cielle era parte de la mafia rusa?

Peor aún, era el hijo de la mafia rusa. Era el heredero de un camino de sangre y perdición. Él lo sabía, sabía que nadie en su sano juicio podría soportar ese estilo de vida. Eran ellos iguales, hijos de padres que los habían sellado a un destino tan incierto como lo serían sus vidas de hora en adelante.

¿Debía decirle?

Cielle no recordaría nada al despertar, no recordaría su confesión. Si Idan no le decía, seguiría siendo el joven con una sonrisa dulce y unos ojos maravillosos, no el hijo de un legado sucio.

Conociéndolo como él lo hacía, sabía que no tomaría bien descubrir su pasado olvidado, revivir todo aquel tormento.

Había intuido por las palabras del abogado que sus padres murieron quizás en un tiroteo, delante de él. Un gran trauma posiblemente flotando entre muchos más en su mente.

Lo cargó en brazos y caminó hasta su habitación, lo depositó lentamente sobre la cama y dio un beso en su frente. Contempló aquel rostro ahora sereno pero aún bañado en lágrimas. Cielle parecía un niño pequeño, a veces hacía gestos infantiles y podía llegar a actuar igual de ingenuo, aunque sabía que era alguien astuto y para nada frágil.

—Si supieras —suspiró —, todos los sacrificios que he tenido que hacer por una estúpida venganza —confesó acariciando su rostro —. Si supieras lo mucho te que yo te... —dejó ahí la frase y cerró con fuerza los labios.

Los disparos que habían cesado hacía unos momentos, reiniciaron. Abajo posiblemente se estuviera librando una fuerte lucha.

Agarró de su habitación un arma y salió del departamento con rapidez. Tomó el ascensor hasta la planta baja, justo a la entrada. Apenas las puertas se abrieron tuvo que esconderse a un lado para evitar ser herido.

Uno de sus trabajadores corrió hasta el ascensor y se colocó a su lado, también portando un arma.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó molesto Idan asomándose para disparar pero sin acertar en nadie.

—Nos atacan señor.

—¿Quién?

—Los hombres de Rymer.

—Malditos sean esos bastardos —gruñó golpeando la pared —, dame un teléfono.

El hombre sacó de su bolsillo un teléfono y se lo extendió a Idan, este marcó con rapidez y fue contestado varios tonos después.

—¿Quién demonios llama a estas horas? —cuestionó una voz ronca y molesta, notoriamente adormilada.

—Dagger —espetó —, me están atacando en mi propia casa.

—Tienes hombres suficientes Evigheden, ¿para qué me quieres?

—Es cosa de Rymer, haz algo.

—Ya no tengo nada que ver con esa gente —comentó despreocupado Osiris soltando un bostezo.

—¿A quién pretendes engañar? Llevas dos años acostándote con el hijo de ese bastardo.

—Llevaba —corrigió —. Ya no tenemos nada que ver, y no pienses que no lo vi llegar a la fiesta con tu niño bonito.

—Escucha bastardo, ayúdame o estos malditos no se irán. —Mientras hablaba se asomaba para disparar, acertando en dos ocasiones.

—¿Desde cuándo le tienes miedo a las balas, Evigheden?

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora