「Capítulo 33」

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Idan palmeó la cama indicándole al abogado que se acercara. Cielle no dudó para sentarse frente a él, dejando de por medio un pequeño espacio, lo suficientemente grande como para no invadir el espacio personal del otro, pero lo suficientemente cerca como para poder contemplarse mutuamente.

—Los ojos son el espejo del alma, dicen por ahí —pronunció Idan en un tono bajo, como si aquella conversación fuera un secreto que les pertenecía solo a ellos.

—¿Por qué te gustan tanto? —preguntó Cielle. Después de años jamás entendió cuál era la fijación que tenía Idan por sus ojos —. No tienen nada de especial.

—Tú no lo entenderías, pero yo veo ahí dentro reflejadas tus emociones, veo tus temores, tu alegría, cuando estás enojado o triste, cada emoción reluce en ellos de una manera increíble. La gente miente, más seguido de lo que imaginas, por eso aprendí a estudiar sus expresiones faciales desde muy joven. Mas contigo jamás fue necesario, tus ojos no mienten.

—¿Entonces es por eso?

—Puede, o quizás es porque son los ojos de la persona que amo —confesó para posar delicadamente su mano sobre el rostro del abogado.

—Eres tan confuso —dijo el abogado por lo bajo, como si se hablara a sí mismo. Colocó su mano sobre la de Idan que acariciaba su rostro y cerró los ojos disfrutando de aquella caricia.

—Algún día lo entenderás y sabrás todas mis razones.

—Supongo que es tu rencor hacia mí —abrió los ojos al decir eso —. Me lo dejaste claro aquella noche.

—Mi rencor es la razón por la cual a veces puedo ser un imbécil contigo, también el por qué pierdo el control. Pero la única razón por la que ahora mismo estoy rehuyendo de lo que siento por ti, no es tu culpa, ni la mía.

—¿De quién? ¿Tú padre quizás? —preguntó y vio ensombrecerse la mirada de Idan.

—No quiero hablar de eso.

—En algún momento tiene que ser, dime, ¿qué te hizo? ¿Qué te sucedió cuando estabas con él?

—Dije que no quiero hablar de eso —pronunció apretando los dientes, a pesar de que aquellas palabras querían salir con enojo, en una exclamación de ira, lo contuvo y solo fue un comentario más.

Idan sabía que era el momento de aprender a controlarse, de dejar de desquitar su ira contra Cielle. Ya había tenido un arranque que le había causado mucho daño al abogado, y eso no debía repetirse.

—Lo siento, no debí presionar —se disculpó Cielle.

—No, está bien. Soy yo el que debe disculparse.

Idan bajó su mano suavemente al cuello del abogado y lo sintió tensarse inevitablemente. Con delicadeza acarició su piel y acercó sus labios para besar con ternura.

—Lo siento —susurró contra su cuello, rozándolo con su cálido aliento —. No debí hacerlo y te juro que no sucederá nunca más.

—Es algo difícil de perdonar.

—Lo sé y te daré todo el tiempo que necesites, no quiero presionarte para nada.

—Debo irme, la visita es corta —anunció poniéndose de pie el abogado —. Micah te mandó saludos.

Idan asintió.

—Oh por cierto —se volteó a verlo nuevamente Cielle antes de irse —. Si deseas que te perdone deberás salir de todo este mundo, porque yo te quiero, pero no quiero esta porquería en mi vida. Yo solo quiero a Idan, no a un criminal, y sé que el camino de abandonar la mafia es prácticamente imposible, pero estoy seguro de que encontrarás una manera de desligarte de tu padre, después de todo lo tuyo es plenamente un negocio familiar.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora