「Capítulo 11」

2.7K 377 101
                                    

—¡D' La Fontaine! —exclamó con fuerza Idan haciendo al abogado y su acompañante voltear a él sorprendidos.

Cielle le dedicó una mirada de enojo, se apresuró en llegar a él para de cerca hacerle un reclamo.

—No me grites al llamarme, yo no soy tu mascota Evigheden —advirtió señalándolo con el dedo.

—¿Dónde estabas? —preguntó entre dientes el criminal, con la mirada fija en el joven que permanecía a unos pies de distancia tras de Cielle.

—¿Y eso a ti qué te importa? —se cruzó de brazos.

—Estaba conmigo —contestó Fabio, acercándose con una sonrisa de labios amplia mirándolo fijamente.

—¿Acabas de sonreír con los ojos abiertos? —Idan lo miró fulminante —. Si vas a mentir hazlo mejor frente a mí —advirtió acercándose a él amenazante, pero siendo detenido por el ojiazul que agarró su brazo.

—Evigheden basta, ¿qué estás diciendo? —cuestionó el que aún lo sostenía, evitando el puñetazo que quería clavar en la mandíbula de Fabio.

—Está mintiendo —aseguró el criminal —. Eres tan idiota que seguro creíste cada palabra que te dijo, tan ingenuo que ni siquiera sabes cuándo te engañan.

—No sé de lo que hablas —se apresuró en contestar el desconocido de cabellos casi rojos.

—¿Ah no? —elevó una ceja Idan —. Ojos abiertos, comisura de los labios rectas, cejas enarcandas y músculos faciales rígidos; son todas las señales que se dibujan en la cara cuando posas una sonrisa falsa. Es más, aún estás mintiendo, se supone que deberías estar nervioso, acabo de intentar golpearte pero ni tu frente o ceño están siquiera fruncidos —ladeó el rostro chantajista —. El rostro siempre denota si mientes o no, por supuesto las personas sinceras no necesitan esos métodos, y para tu mala fortuna soy experto en leer las expresiones fáciles.

Cielle se había quedado mirándolo totalmente anonado, no solo de sus palabras sino de su increíble intelecto, pero aquella admiración duró poco, porque entonces cayó en cuentas de que había salido siguiendo a un mentiroso, aunque no hubiese hecho nada malo.

—Déjalo ya, no pasó nada —aseguró en un suspiro.

—¡Suéltame maldita sea! —de un tirón el criminal se soltó del agarre del abogado para mirarlo con decepción —. Estaba pendiente a protegerte por si alguien intentaba hacerte daño, pero tú mismo te entregaste en bandeja de plata cuando viste una cara bonita.

—¿Qué te crees? —Cielle le dio un ligero empujón sumamente ofendido —. ¿Cómo te atreves a insinuar algo así sobre mí? Si me fui con él es porque me dejaste tirado en una esquina de la fiesta, te marchaste con tus conocidos. Además solo fuimos al jardín, me mostró lo hermosa que se veía la fuente iluminada por las luces de colores.

—¿Te dejé tirado? —cuestionó casi incrédulo —. No te quité la vista ni un maldito segundo, pero apenas pestañeo ya no estás. Llevo diez malditos minutos buscándote como un desquiciado y temiendo que algo te hubiera sucedido.

—Mirarme de lejos no sirve, porque me sentí solo, estaba incómodo sintiendo que todos me observaban de manera extraña, como si fuera un bicho raro. Podías haberme llevado contigo o simplemente no traerme, pero me obligas a venir y te vas.

—Si no te presenté a nadie, si fingí no estar contigo fue para no dar tu maldito nombre a nadie, para que no te asocien conmigo porque no deberías estar aquí. Y si te traje créeme que no fue para que decoraras la fiesta, tuve una razón que después entenderás —respondió molesto y Cielle gruñó frustrado.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora