New York, Estados Unidos
2 años después
La primavera había llegado y bañado la gran ciudad con su dulce aroma. Corría una brisa cálida que traía consigo el aire de la naturaleza en Central Park.Cielle llevaba un libro entre sus manos, caminaba con lentitud por la acera dando cortos pasos, regresaba de una librería luego de encontrar aquel libro que llamó mucho su atención. Se trataba de El Proceso, de Franz Kafka.
Se quedó ensimismado al ver dos niños pasar por su lado, eran pequeños, de aproximadamente seis o siete años de edad, tenían sus manos tomadas y caminaban junto a unos adultos. En los labios del abogado se dibujó una sonrisa amplia, los niños siempre le habían parecido la cosa más hermosa del mundo.
Dos pasos más y se detuvo, su teléfono comenzó a sonar repetidas veces. Miró la pantalla comprobando que se trataba de Micah.
—Hola —contestó continuando su andar.
—¡D' La Fontaine eres el mejor! —chilló —. Me enteré de que ganaste el caso de la señora Rebecca, no puedo creerlo, ese caso se había cerrado en el 2000.
—Cuando la señora Rebecca me pidió ayuda para reabrir dicho caso, sentí que debía hacer algo.
—Era muy complicado pero lo hiciste parecer un juego de niños, eres un genio. Cuando pensé que no podrías ser mejor terminaste sorprendiéndome.
—No es para tanto —negó con la cabeza, a pesar de que no estaba siendo visto.
—¿Quieres festejar?
—No que va, no estoy de humor.
—No estás de humor desde hace dos años D' La Fontaine —lo regañó pero sin sonar recriminatorio —. Sabes que él hizo ese sacrificio por tu felicidad, si viera lo infeliz que eres ahora todo su esfuerzo habría sido en vano.
—Tú no lo entenderías —susurró pero él pudo escucharlo —. No se puede superar un sentimiento como este Micah, he tratado de superarlo pero no es sencillo. Mejor terminemos ese tema, no me gusta echar sal a la herida.
—Entiendo, lo siendo —se apresuró en decir —. ¿Nos vemos mañana para desayunar?
—Sí, está bien.
—Oh por cierto, no te llamaba solo para felicitarte. Recuerdo que cuando estábamos en la universidad solías ir mucho al parque detrás del campus, donde estaban los cerezos. Sé que te gusta mucho ese árbol.
—Me trae buenos recuerdos y a la vez... —suspiró dejando allí la frase.
—Bueno justo hoy vi en las noticias que florecieron los árboles, todos están visitando el lugar, dicen que es hermoso. Quizás deberías ir y tomarte un tiempo a solas.
—¿Florecieron?
—Así es.
—Está bien, nos vemos.
Cielle colgó el teléfono y lo guardó en su bolsillo, detuvo el andar y su mente regresó a una de las oraciones de aquella carta que había leído cada noche, desde que él se marchó.
«... tú y yo nos volveremos a encontrar algún día, te veré en el mismo lugar que todo comenzó.»
Los ojos del abogado se abrieron estrepitosamente. Detuvo un taxi y le pidió llevarlo hasta el campus universitario. En el trayecto muchos recuerdos salpicaban su mente y todo comenzaba a tener sentido para él.
El lugar que todo comenzó.
La primera vez que Idan y él se hablaron.
El niño solitario sentado bajo el cerezo con ramas secas.
«—Hola, mucho gusto en conocerte, soy Cielle D' La Fontaine. »
—Soy Idan Evigheden.
—Idy.»
Cubrió su rostro con sus manos, aquellos recuerdos dulces que antes alimentaban su alma, ahora eran como espinas que rodeaban su corazón, para apresarlo dolorosamente.
Minutos más tarde estaba frente al parque detrás de la universidad. Los árboles florecieron esa primavera como no lo habían hecho en muchos años, los pétalos color rosa eran mecidos por el aire para terminar flotando y finalmente cayendo al suelo. El lugar estaba lleno de familias y parejas, las personas se tomaban fotos en tan bello paisaje o simplemente lo miraban con fascinación.
Cielle caminó hasta aquel banco de madera solitario, al final del parque. Allí no había nadie, pues el árbol que daba sombra sobre él era el único que no floreció. Era aquel lugar en el que años atrás se sentaba a llorar el abogado, entre duros y dolorosos recuerdos. Este árbol estaba enfermo y aunque no moría, tenía el castigo de ver a todos los demás llenarse de flores y belleza, sin embargo él estaba condenado a jamás florecer y lentamente morir en la soledad en donde nadie iba.
Estaba sentando en el banco, las ramas secas sobre él dejaban pasar la cegadora luz del sol. Miraba sus manos el abogado, en las cuales sostenía aquel libro antiguo con fachada dura y desgastada.
Suspiró desganado, sus esperanzas se habían esfumado y el aire las arrastró, justo como a los pétalos. Colocó una mano sobre el tronco agrietado, descolorido y casi seco.
—Soy el único que viene a visitarte desde hace muchos años, sé como te sientes, esa soledad que nos consume hasta dejarnos siendo solo un tronco vacío y duro. Tú y yo sabemos lo que es morir solos.
Mordió su labio inferior conteniendo aquellas ganas de llorar, no quería romperse nuevamente porque creía que si lo hacía, no podría detenerse nunca más.
El aire que batía de su izquierda de pronto se detuvo, no podía sentir la brisa chocar contra su rostro. Miró en dicha dirección, notando una esbelta figura forrada en negro, pero la luz del sol que cegaba su vista le impedía distinguir de quién se trataba.
—Este árbol florecerá algún día —dijo aquella voz que pudo distinguir en instantes —. Y esos ojos tan bellos no volverán a llorar nunca más.
Cielle estaba demasiado impresionado como para reaccionar, emitir palabra o hacer algo más que no fuera llorar desconsoladamente.
Apoyándose en la madera del banco se impulsó para ponerse de pie y lanzarse a sus brazos, unos brazos que lo envolvieron con tal avidez que su corazón saltó de su pecho.
—Yo sabía que volverías —aseguró entre lágrimas, con la cara hundida en el pecho del contrario.
Idan agarró el rostro de Cielle haciéndolo verlo a los ojos, deslizó los pulgares por sus mejillas secando sus lágrimas, y besó suavemente sus labios para soltar un suspiro de pura añoranza sobre ellos antes de decir:
—Yo siempre voy a regresar a ti, ya sea al otro lado del mundo o incluso después de la muerte, una vida no es suficiente tiempo para amarte. Yo te amaré hasta que el mundo se convierta en cenizas, el sol se apague y también las estrellas, hasta que los segundos se vuelvan siglos y el tiempo no sea nada más que números sin sentido para nosotros. Soy tuyo para siempre, mi niño de ojos bellos.
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El Abogado del Diablo (BL)✓
Romance«Si no te gusta el Infierno por qué le coqueteas al Diablo » ... Cielle D' La Fontaine es un joven abogado prodigio. Idan Evigheden un empresario despiadado lleno de secretos. Dos personas que aparentan ser diferentes pero llevan el Infierno po...