「Capítulo 22」

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Cielle estaba en su habitación tendido sobre la cama con la mirada fija en el techo. Una de sus manos estaba sobre su frente y la otra descansaba en su abdomen. Respiró profundamente soltando un suspiro desgarrado, más de lo que esperó.

Le preocupaba la manera en que sus emociones se habían vuelto inestables en los últimos días. Desde su reencuentro con Idan era como si ese muro invisible a su alrededor, se hubiese derribado. Ese control que tenía sobre sí mismo desapareció. Ya no era inmune a las influencias de otra persona, al menos no a las de él.

Era bastante tarde, luego de tomar un baño, Cielle había preparado un aperitivo con las pocas cosas que encontró en la nevera, cenó y dejó a Idan la cena en su habitación. Idan no le dirigió palabra más que para agradecerle. Después de eso regresó el abogado a su habitación.

Transcurrían las horas, daba vueltas y vueltas sobre la cama sin lograr conciliar el sueño. Después de interminables intentos por dormir y varias maldiciones por no lograrlo, decidió ir a la cocina a por un vaso de agua.

Caminaba descalzo con lentitud a través del enorme apartamento. Iba a tientas entre la oscuridad, hasta que finalmente llegó a la cocina. Deslizó su mano por la pared hasta encontrar el interruptor y encender la luz.

Pegó un brinco de sorpresa al encontrarse a Idan sentado entre las tinieblas. Estaba junto al mesón de la cocina, con la codos apoyados sobre este mientras se cubría el rostro con las manos. Al percatarse de la presencia ajena levantó la mirada, y el abogado notó un gran agotamiento en ella, pero no era un agotamiento físico.

—¿Qué haces aquí a estas horas? —preguntó Cielle caminando hasta la nevera para sacar el agua.

—No eres el único que no puede dormir.

—¿Te sientes mal? Quizás sea la droga.

—No —respondió simple.

—Sabes —habló dándose un trago luego de servirse el agua —, estoy acostumbrado a desvelarme algunas noches. A veces por trabajo, otras por recuerdos.

—Ya veo —miró un punto fijo en la pared —. Mi madre solía decir que perder a la persona que más has amado en tu vida, es la razón por la que las noches pueden sentirse eternas.

—¿Te ha pasado?

—Durante años solo he logrado dormir lo suficiente para no morir —confesó —. Supongo que es por esa pérdida.

—¿Cuántos años llevas así? —preguntó el abogado algo abatido por Idan.

—Desde que la perdí a ella —susurró con los ojos cerrados, pero aún así una rebelde lágrima rodó por su mejilla.

Estaba llorando, Cielle se sintió incrédulo pero aún así sabía que eran lágrimas sinceras. Era un dolor real, un dolor lo suficientemente fuerte como para que aquel hombre frío se desmoronase.

—¿A ella?

—Mi madre —contestó para limpiar rápidamente la lágrima con el dorso de su mano.

—¿Ella murió? —cuestionó sorprendido el abogado —. ¿Cómo fue? La señora Hana era muy saludable y joven. Cuando me fui ella estaba en perfectas condiciones.

—Cuando te fuiste —repitió con amargura —. El día que te fuiste pensé que debía ir tras de ti, y lo intenté. Elegí irme de su lado para buscarte, así que ella me siguió —recordó con dolor clavándose en su garganta y saliendo a través de sus palabras —. Ella corrió tras del auto en el que iba, aún está en mi mente el recuerdo como si hubiese sido ayer, la última imagen que tengo suya fue la que contemplé a través del cristal, el recuerdo de un auto que se acercó a ella a toda velocidad y... —su voz se quebró —. Lo que más me duele es que iba a dejarla, que fui tan malnacido e idiota como para dejar a mi madre por seguir a un bastardo traicionero que no dudó para irse.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora