「Capítulo 32」

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Cielle despertó temprano en la mañana, el día anterior había trascurrido lento y de una manera inesperada. En veinticuatro horas hizo lo que jamás imaginó, asesinó a hombres, escondió sus cadáveres y confesó su amor de una manera bastante extraña. Le parecía raro que en aquella ocasión hubiera sido tan vergonzoso, no era la primera vez que le decía a Idan sus sentimientos, pero en el pasado pudo decirlo sin problemas, sin remordimientos o vergüenza, fue sencillo aunque le hubiera causado dolor al principio. Aún así lo más raro de todo era el hecho no sentir todo el remordimiento que debería por haber disparado contra los miembros de Fenith. Pensó que no lograría pegar ojo en días abatido por la culpa y no fue así, logró dormir tranquilamente y sobrevellar ese asunto de una manera muy fría.

No queriendo dar más vueltas al asunto se alistó con la ropa que le habían traído en la tarde. Humbert el mayordomo tenía gustos bastante refinados, así que todo lo que había elegido para él era de excelente calidad, aunque bastate formal. Escogiendo entre sus cosas optó por aquello que le diera menos el aire de niño rico, y al final terminó utilizando una camisa tres cuartos gris, un pantalón negro corte recto y unos zapatos formales negros.

Salía de su habitación cuando se encontró con Micah que también salía de la suya.

—Buenos días —pronunció adormilado Micah frotándose los ojos —. ¿Saldrás?

—Buenos días —respondió sonriente —. Iré a visitar a Idan.

—Que bien, dale saludos de mi parte.

—Lo haré.

Se despidió haciendo un gesto con la mano y bajó con prisa las escaleras. En la mansión Micah había dispuesto uno de sus autos para que Cielle pudiera usarlo, así que tomó las llaves y se puso camino al hospital.

En la entrada de la habitación nuevamente se topó con un guardia, mas no el mismo de la vez anterior. Explicó que era el abogado del señor Evigheden y le fue permitido ingresar.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó sentándose en la silla al lado de la cama.

—Mejor —respondió Idan, para lentamente sentarse sin hacer ningún movimiento brusco —. En unos cuatro o cinco días podré regresar a la celda —contrajo el rostro con desagrado.

—Ya tengo el documento de la solicitud de habeas corpus, lo presentaré al juez apenas salir de aquí.

—Bien —asintió —. Sabes, ayer estuve recordando.

—Yo también —confesó —, es curioso.

—Lo es, aunque no fue muy sanador hacerlo, revivió una promesa que fue quebrantada.

—Evigheden, por favor —pidió soltando un suspiro —. No comencemos.

—No lo haré —respondió y una sonrisa de lado se abrió paso en sus labios —. Antes de que llegaras estaba rememorando nuestra primera cita de estudios.

—¿Cita de estudios? —arrugó la frente Cielle.

—¿No lo recuerdas? Haz memoria, fue poco antes de los exámenes finales, cuando todos ya sabían lo nuestro.

—Lo recuerdo —respondió y esbozó una sonrisa algo tímida —. Que vergüenza mi yo de ese entonces.

—¿Vergüenza? —ladeó el rostro el criminal —. Eras realmente tierno en aquella época, tu inocencia era cautivadora.

—Aquel día nos ganamos el odio de Talya.

—Pero valió la pena.

Cielle negó sonriente acordándose a la perfección de los acontecimientos de aquella tarde.

El Abogado del Diablo (BL)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora