Capítulo XV. La fuerza del deseo.

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Rihanna.

- "Es usted encantadora señorita Morris, sí quiere le indicó donde están los servicios."- ya no sabía cómo deshacerme del pesado de William Dawson. Llevaba, casi toda la noche persiguiéndome como si yo fuera un trofeo que hay obtener.

-" No, gracias, señor Dawson, perfectamente soy capaz de ir sola al aseo. Discúlpeme."- me alejé del estúpido, empresario.

Mientras salía de la gran sala, y me dirigía a la zona de descanso donde estaban los aseos, que justamente se encontraban al lado de la gran terraza, iba pensando que prácticamente había recopilado toda la información que me faltaba de los dos posibles clientes del grupo Viera, así que pronto, podría huir de esta pantomima, lo único que me había gustado de toda la noche, fue la reacción de mis jefe al verme, ver a Rayco quedar totalmente desconcertado fue un permio para mí, cuando le vi tirar la copa por la sorpresa, no pude evitar sonreír.

Durante casi toda la noche el CEO no me apartó la mirada, que se iba cada vez oscureciendo más cada vez que yo me acercaba algún grupo donde había hombres, pero en un momento desapareció, y me sentí realmente decepcionada. Al parecer las previsiones que había hecho Andrómeda, habían fallado. Llamé a la poco perceptiva diosa.

- "¿Qué pasa ahora?"- al parecer la diosa estaba ocupada, y yo la estaba molestando.

- "Sólo te quería avisarte de que no cambies de estudios, y sigas con el diseño, porque como pitonisa eres una puta mierda, ahora sigue con lo que estás haciendo, y felicita a tu marido por su gran trabajo."- la risa ronca de un hombre, se oyó cerca.

- "¿No me digas que el idiota de Ray no ha cumplido con las expectativas?"- dijo esta incrédula mientras que al fondo se seguía oyendo una risa masculina.

- "Ni lo ha hecho, ni expectativas de que lo haga, ese gilipollas desapareció en medio de la noche, como los vampiros."- le dije a mi amiga con cierta decepción en la voz.

Ni yo me entendía, por un lado, ni loca quería caer en los brazos de ese tentador Poseidón, y por otro no me gustaba que fuera inmune a mí, cuando el resto de los hombres habían caídos rendidos. Decididamente tenía que pedir una cita con un psicólogo.

Mientras, hablaba con la diosa, me dirigía al aseo, pero en el último momento, la tentadora terraza me llamó la atención, cambié la dirección hacia ella, donde la luna y la iluminación nocturna del hotel, hacían que todo pareciera un maldito cuento, los rosales, la luz, el olor de la flores, la piedra blanca del hotel en contraste con el verde del jardín y la luces brillantes. Había una gran escalera que se dirigía al enorme iluminado jardín, y mis pies fueron solos hasta ella.

-"Perseo, tienes que cambiar de amigos."- oí como Andrómeda le decía a su marido haciéndome reír.

-"Llevo intentando deshacerme de él, desde el parvulario, pero a tu suegra le encanta, lo quiere como un hijo, así que ...."- su esposa lo interrumpió mientras yo no paraba de reír.

-"Lo siento Medusa te tienes que quedar con él, lo que la reina Diane dice es lo que queda, y si ella lo quiere, tú sólo debes adaptarte, lo buenos es que como te vuelve loca..."- la interrumpí rápido.

-"Adiós señora Bencomo, siga con sus quehaceres de estas horas de la noche, con su adorado esposo, y olvídeme un día o dos."- y sin más colgué.

-"Esa mujer era toda una descarada, ¿Cómo se le ocurría hablar de como me afectaba la babosa delante de su marido?"- rugí enfada, mientras de un movimiento me sentaba en uno de los banco que había en el jardín donde una gran fuente iluminada, dejaba ver esa parte del jardín, como si fuera una pequeña parte del paraíso. Miré la fuente para calmarme, mientras a mis oídos llegaba el relajante sonido del agua al caer.

Seducida por PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora