Rihanna.
- "Señorita Morris, está usted embarazada"- por un segundo pensé que había oído mal, que los años de aprender finlandés con mi abuela, no había servido para nada, y que había palabras que lamentablemente aún no había aprendido, aunque mi difunta abuela se había esforzado porque aprendiera el idioma de mis antepasados.
- "¿Podría repetírmelo en Ingles por favor? Creo que acabo de oir que estoy embarazada, debe de ser un error en mi traducción, yo..."- la rubia doctora sonriente me cortó.
- "Exactamente es eso lo que he dicho, señorita Morris, está usted embarazada, ahora toca revisar de cuánto tiempo está, es por eso que se desmayó esta mañana en el supermercado, a veces en las primeras semanas, el cuerpo de la mujer por los cambios bruscos reacciona así..."- la doctora continuó dándome una charla sobre las precauciones que debía de tomar, pero yo lo único que hacía era arrepentirme de haber sido tan idiota, con sólo dos amantes en mi vida, y los dos me habían dejado embarazada. o yo era la mujer más fértil de la tierra, o era un desastre total, que ni recordaba que existían métodos anticonceptivos para estas cosas.
Y más yo que nunca había tenido una menstruación regular, que control podía tener yo, sobre si estaba embarazada o no. Sobre este embarazo solo pensaba que estos era una puta broma, aún no lo asimilaba, lo que estaba claro era que, si apenas yo me controlaba a mí misma, además, con Kenai había tenido el apoyo de mi abuelo, y no hablo sólo económicamente, pero esto no era lo que me preocupaba ahora, no era el dinero era preocupación para mí, tenía suficientes propiedades y ahorros como para sobrevivir años mi hijo y yo. Mas bien el problema era yo, no me sentía preparada, no ahora que mi vikinga, la fuerte y decidida, ya no estaba.
Eso sin contar, lo que me costaba sobrellevar mi vida, sin su fuerza, en un país que, aunque fue él país de mis abuelos, yo no lo consideraba como mío, por mucho que esta mujer me repitió que, por mis venas, corría sangre vikinga.
- "¿Se encuentra bien señorita, Morris?"- me dijo la ginecóloga, haciéndome volver al presente.
- "¿De cuánto estoy?"- me oí decir.
La frase me pareció estúpida, me imaginé que, a la doctora, le harían diariamente esta pregunta, para las mujeres sexualmente activas sería algo normal, pero yo sólo había estado después nueve años, tras haberme quedado embarazada de Kenai, con un solo hombre una sola vez, tan sólo tenía que contar, y sabría casi exactamente, cuánto tengo de embarazo.
- "Eso lo comprobaremos tras hacer la ecografía con más seguridad, si pudiera acompañar a la enfermera para que..."- una sensación de miedo inundó mi corazón y sin poder resistirme salió de mis labios unas palabras que yo nunca hubiera asociado conmigo.
- "Yo... prefiero... no ... saber."- y sin pensármelo salí corriendo de la consulta.
Mi cabeza era un lio, por un lado, deseaba cuidar y proteger al ser que crece en mi vientre, pero, por otro lado, ese niño sería un recuerdo constante, de que el día que fue concebido, yo abandoné a mi abuela en un hospital, y murió sola.
En estas tres semanas y media que llevaba viviendo en Turku, la ciudad natal de mi abuelo aún no había podido superarlo.
Esta ciudad es relajante, y sobre todo es la ciudad donde mis abuelos se enamoraron. Mis abuelos se conocieron y se enamoraron muy rápido, se casaron jóvenes, era algo normal en esa época, mi abuela tenía dieciséis y mi abuelo casi veinte, tras casarse, emigraron a Canadá, y de allí fueron a Estados Unidos, donde nació mi madre.
Cuando mis abuelos se hicieron ciudadanos americanos, mi abuelo se metió en el ejército, exactamente en la Marina, e hizo carrera militar, llegando a ser coronel. Pero mi abuela no le dejó olvidar su país natal, así que cuando mi abuelo estaba destinado en Europa, retomaron el contacto con su familia en este país, fue cuando se enteraron de que mi bisabuelo, le había dejado la herencia a su único hijo, mi abuelo, que estaba guardado bajo un Fideicomiso. Esa fue la herencia que mi abuela me había dejado, una enorme casa en Turku, cerca del rio Aura y una empresa de transporte marítimo, varios edificios de oficinas en Berlín, y una casa en la ciudad de Estocolmo. Pero ni todo lo que ella me dejó ha podido curar el dolor, que siento.
Aún recuerdo que, tras hacer el funeral vikingo para mi abuela, y enterrar sus cenizas en la tumba bajo el ciprés junto al rio Aura, donde estaban enterradas las cenizas de mi abuelo. Nos reunimos en el salón de la gran casa que habíamos heredado Kenai y yo de mi abuela, para abrir las cartas que no había dejado.
Kenai leyó primero la suya en silencio, mientras de sus ojos caían lágrimas, nunca supe que le había escrito la abuela, no me dejó leerlo, según mi hijo, eso era sólo un secreto de su querida abuela y él, algo que debía cumplir él como un hombre en el futuro.
Desde ese día, mi hijo dejó de llorar, para convertirse en el protector de su madre, siempre estaba pendiente de mí, me abrazaba cuando me veía lloraba, y velaba mis sueños, mi hijo de ocho años, que pronto cumpliría nueve, era el adulto de los dos, yo perdía mis fuerzas, mi vena guerrera.
En mi carta por el contrario me relataba la historia de mi herencia, que siempre había deseado que fuera para mí, por desgracia su hija, había perdido sus raíces, para convertirse en una sumisa mujer, que sólo veía a través de los ojos de su estricto marido. Tras la muerte de mi hermano Jeff, mi madre había perdido su alma vikinga, y sus ganas de vivir.
Yo, por el contrario, según mi abuela, había nacido con esa fuerza en mi sangre, ese carácter de mujer fuerte, y rebelde. Me pedía que no perdiera mi fuerza, y que luchara por encontrar la felicidad, que siempre podía volver amar, y descubrir que cuando apareciera el hombre indicado, no debía tener miedo, porque me querría con todo, secretos incluido.
Por un segundo, mientras leía esta parte un mosquito de pelo castaño, y ojos castaños oscuro, con una sonrisa de diablo provocador, se coló en mi mente, pero cuando me descubrí pensando en él. Mi remordimiento actuó, como llevaba haciéndolo estas últimas semanas, y la sensación de sentirme como una maldita traidora, un ser despreciable, me ahogó.
Así estaba yo, desde esa maldita mañana, viviendo como un puto zombi, cumpliendo con mis deberes de madre, y alejándome todo lo que podía de mis recuerdos. Mientras mi hijo cuidaba de mí, recogiéndome cuando me derrumbaba
Cuando llegué a casa, dejé todos sobre la mesa de salón, mi bolso y el documento médico con mi diagnóstico, que se me había quedado en mis manos, al huir de la consulta. Aun Kenai no había llegado del colegio, el abogado de mi abuela lo había arreglado todo, tanto la residencia, como el colegio de Kenai. No era difícil ya que, por obligación, mi abuelo, tanto Jeff como a mí, debíamos de tener doble nacionalidad, tanto la americana, como la finlandesa. Aún recuerdo las quejas de mi padre que quería oponerse, pero al ser mi abuelo su superior al mando tuvo que ceder, para mi padre era ridículo que sus hijos tuvieran esa nacionalidad, ya que éramos para él más que nada americanos, además de mulatos los dos, con rasgos afroamericanos, los ojos eran los que delataban esa rama de nuestra familia.
En el contestador de la casa parpadeaba, eso solo significa que teníamos llamadas grabadas.
Era antigualla de los años noventa por lo menos, pero aun funcionaba. Mi abuela y abuelo odiaban la tecnología. Cuando llegamos por primera vez a la casa, tuve que instalar rápidamente el internet en la casa.
Le di al botón, y a la voz que menos esperaba salió del teléfono.
- "Rihanna soy mamá, estamos viajando para Turku, llegaremos esta noche, prepáranos la habitación principal, tenemos que hablar, tu padre no está muy contento."- con la misma voz exigente y altanera de siempre.
Por un segundo pensaba que estaba alucinando, llevaba más de ocho años sin saber de ellos, todos los contactos que tenía con ellos eran a través mi abuela, ya que ella sabía que mis padres siempre me alteraban.
Sin dudarlo activé mi teléfono por primera vez, desde hacía semanas y llamé a mi abogado. Tras platearle el problema me dijo que estuviera tranquila, que él lo resolvería. Sobre las cinco llegó, Kenai, mientras yo me estaba duchando, mientras yo trataba de calmar mi ira.
- "¿Qué querían mis padres ahora?, ¿Será por la herencia de la abuela?, seguro que es por eso."- mientras mi mente estaba hecha un lio algo que no esperaba sucedió, algo determinante en mi vida.
Nunca supe que fue lo que había sucedido, pero todo este cumulo de coincidencias, la llegada de mis padres, el conectar el teléfono, mi inesperado embarazó, todo esto desembocaría en acontecimientos, para lo que no estaba preparado.
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Seducida por Poseidón
RomanceRihanna Morris, alias Medusa, ha luchado durante toda su vida por proteger a su abuela y a su gran secreto. Un secreto que surgió a raíz de un error que cometió a los 15 años. Un secreto que es su vida, pero que, por protegerlo, no desea que se con...