Capítulo LIII. Usando los poderes de los herederos.

582 84 5
                                    

Kenai.

- "No sé Marcus, hay algo que no me cuadra de la ayudante de mi madre. Mi instinto me dice que sus emociones no son sinceras, que oculta algo."- le dije al Príncipe, mientras jugábamos en mi cuarto con la PlayStation 5.

Debido a la cercanía del nacimiento de mi hermana y de mi primo, el hijo de mi tío Ruyman, y mi tía favorita Emy, toda la familia Bencomo, Vieira, Sinclair, y Newton, se había reunido aquí, en Filadelfia, para estar en los dos felices acontecimientos, así que casi a diario, había reuniones familiares, bien porque mis tías, la abuela y mi madre organizaban fiestas para preparar la llegada de los bebes, o reuniones para que mis tíos , mi abuelo y mi padre pudieran ver el futbol, ya que al ser todos los hombres de esta familia de Europa, adoraban ese deporte.

La verdad es que, ni Marcus, ni yo, sabríamos distinguir cuál de las dos reuniones eran más escandalosa. En la de los hombres, los gritos, las discusiones y las risas retumban en la casa, sobre todo porque, por desgracia, todos eran de equipo distintos, así que las broncas estaban aseguradas. En el de las mujeres de nuestra familia, era aún peor, lo gritos de alegría, las emociones desbordadas, me afectaban sobre manera, es como estar mirando una pantalla con luces calidoscópicas.

Como bien sabéis, soy sensible, en especial, a las emociones de otros, algo que mi madre llama empatía, mi padre llama inteligencia emocional, aunque prefiero la definición de mi tío Ruyman, que dice que yo soy un detector de mentiras ambulante. De hecho, mis tíos Ruyman y Benearo, suelen enviarme, en ocasiones, para hablar con mis tías, cuando, sobre todo ellos, han hecho algo malo, para saber si, por estado de ánimo de mis tías, serán castigados o no.

Sólo existen dos personas en esta familia, a la que me cuestan identificar sus emociones, una es Marcus porque, o desconoce o no sabe cómo expresarlas, y la otra persona es el ser en el que se ha convertido mi madre, últimamente, debido al embarazo, según mi padre. Por lo contrario, mi madre está en su estado actual, una subida y bajada constante de emociones, y todo lo diferente, estar a su lado, es como recibir una sobrecarga eléctrica, en ocasiones hasta me mareo.

Mientras estos incomprensibles mayores se comportan de estas formas tan rara, los niños, nos reuníamos, o bien en el jardín, o en la piscina, con supervisión de servicio de asistencia de la casa o nuestras babysiter, o como ahora, donde los mayores jugamos, en mi habitación, a los videojuegos, mientras mis primos pequeños prefieren los espació abiertos. Y eso es comprensibles porque, casi todos, tienen entre cinco y cuatro años, así que, sobre todo con los gemelos peligrosos, tenerlos encerrado en una habitación, por muy grande que sea, es tentar mucho a la suerte, y a la tranquilidad mental de sus padres.

- "No sé a qué te refieres, pero tampoco es algo que yo pueda detectar, los autistas tenemos este problema."- me dijo el príncipe serio, sin mirarme, en su normal estado inexpresivo, rara era la vez que mi amigo me miraba a los ojos, pero, aun así, con un poco de esfuerzo, podía saber que estaba sintiendo.

- "Lo se', por eso te lo cuento, sé que sus emociones no son de verdad, está mintiendo, y algo me dice que oculta algo, de forma deliberada, su respiración sus gestos, no son ... no sé, quizás me estoy equivocado, pero, me da mala espina."- le dije.

- "¿Quieres que obré mi magia, y la espié?"- me dijo mi amigo, que siempre se ofrecía para ayudarme.

- "¿Estás loco? ¿Después de la última? Estuvimos un mes castigados todos, no vuelvo a meterme en problemas, mi madre no está ahora para que tiente a la suerte, en su estado, me manda a un internado en Siberia."- le dije estremeciéndome sólo de pensar como la señora Viera, se pondría si yo, su hijo mayor, jugaba de nuevo a los espías.

- "¿Y si hablamos con un mayor para que nos ayude, que no sean tus padres, o mis padres?."- me sugirió el príncipe.

-"Pero ¿quién?, a mis tías no se lo decimos, son mujeres y madres, no habremos terminado de contárselo y ya lo sabrían nuestras madres, ¿quieres volver a tener a la princesa Pocahontas, cabreada de nuevo?"- nadie que mirara en ese momento al príncipe Marcus, hubiera detectado nada en su rostro, pero para mí no se me pasó desapercibido, por la forma que apretó los labios, y como le tembló ligeramente las manos, haciendo que fallara en el juego, consiguiendo que lo mataran, los gestos de mi amigo eran imperceptibles, pero para mí, me servía para identificar qué era lo que sentía, y ahora estaba nervioso.

- "Y qué tal si directamente vamos al trono, y nos saltamos a la nobleza."- me dijo con su normal cara inexpresiva.

Marcus adoraba los relatos de la edad media, de fantasías y magia, donde había reyes, magos, y enfrentamientos con espada. Por eso, en ocasiones, hablaba como si estuviera en esa época. Como no le gustaba que lo tocaran, categorizaba por estados de nobleza y de monarquía, quien le podía tocarlo, o no, al ser él un príncipe, sólo los de su misma categoría, o superior podían.

Había puesto nombre a todas nuestras madres con apodos de nombres de princesas Disney, y eso lo había hecho con tan sólo dos años. A mi tía Emy, y a mi madre también les puso nombre de princesas, mi tía Emilia era la princesa Bella, por su color de pelo y ojos cambiantes, y mi madre paso a ser la exótica princesa Vaiana, por el color de su tez y sus rizos.

Por el contrario, todos los hombres, excepto su padre y el abuelo, que tenían ese derecho, mientas mi padre y mis tíos, eran caballeros, no podían tocarlo, en cambio su padre era príncipe, el abuelo y la abuela, eran los reyes, el trono, la máxima autoridad, los únicos que tenían ese derecho, ni yo lo tenía.

Fue por esto por lo que entendí la explicación que mi amigo me había dado. Pretendía que fuéramos directamente a hablar con los abuelos de mis sospechas, y de lo que prendíamos descubrir.

- "Yo no sé, muy buena idea, no la veo..."- el interrumpió mis dudas.

- "Lo peor que pude pasar es que creemos la duda sobre la asistente, y con eso será suficiente para que le pique la curiosidad a la familia, no eres de los que mienten, al contrario, todos saben de tus habilidades, en el fondo sembraremos la duda. Y con eso bastara, para que envíen a mi padre a saber de ella."- me dijo el inteligente príncipe, por algo tenía el grado de niño genio.

Y así lo hicimos, nos llevamos al abuelo a su despacho, y allí, le contamos las sospechas que yo tenía. Su reacción me sorprendió, enseguida, nos dijo que calláramos, que lo resolveríamos entre nosotros, y encargó al príncipe Marcus, que investigara la vida de Melody Miller.

En cuanto a mí, me pidió que, protegido por dos guardaespaldas, vigilara los movimientos, de esa mujer desde la sala de seguridad de la empresa. Según el abuelo, lo importante era que nadie lo supiera por ahora, para que ella no se diera por avisada, y proteger el estado de embarazo, de mi madre, y de mi tía. Estaba a punto de nacer mi primo y mi hermana, y no podíamos ponerlos en peligro.

A partir de ese día, el abuelo buscó una excusa para que nos quedaremos con él en la mansión Bencomo, y nos pusimos a nuestra tarea, siempre supervisados por el rey Carlos, que nos dijo en todo momento, que siempre estaríamos resguardados por guardaespaldas, que ni se nos ocurriera tomar una decisión sin consultárselo primero, y que toda la información que obtuviéramos, se la debíamos pasar a él, que era quien tomaría las decisiones. Nuestro rey nos había dado una orden, y nosotros, como sus príncipes, la íbamos a obedecer. 

Seducida por PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora