Capítulo XVII. Una entrega para un arrepentimiento.

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Rihanna.

Ni sé cómo llegamos a la mansión Vieira, ni como ese hombre, cargada entre sus brazos, me llevó hasta su dormitorio. Lo único de lo que era consciente era de sus caricas, sus besos que me desconectaban de la realidad. No quería que me hablara, no quería que me dijera nada, porque si me dejaba pensar, la magia terminaría, así que cuando él separa sus labios para decirme algo, yo volvía besarlo para silenciarlo, si pensaba podría arrepentirme, y ahora cuando mi conciencia me había abandonado, no deseaba pensar, sólo sentir.

Una vez en su alcoba, fui depositada con delicadeza sobre la cama, mientras el CEO me miró devorándome con su mirada.

- "Eres puro fuego Medusa, no me importa que me mates o me conviertas en piedra después de esto. Sólo vamos a dejarnos llevar y disfrutemos mutuamente."- sólo asentí, no podía hablar.

Mi ropa fue arrancada prácticamente de mi cuerpo, mientras yo sentía que, con cada jalón y desgarro de la tela, mi cuerpo se excitaba más. Mi mente se enorgullecía de que un hombre tan atractivo, y deseable como Rayco Viera, perdiera el control así, tan sólo por tenerme. Como mujer, me sentí más femenina, más poderosa que nunca.

Los besos pasaron de mi boca a mi cuerpo recorriéndolo en sentido descendente, deteniéndose en todos los lugares que me hicieran temblar y gemir de placer. Mi cuello fue adorado, hasta el punto de que podría asegurar que me había dejado marcado con sus labios. Mi sujetador sin asillas fue rápidamente desechado en algún lado de la habitación, mientras una manos cálidas y cuidadosas, recorrían mis senos, haciendo que las cumbres se endurecieran, como pequeñas cimas orgullosas, pidiendo ser adoradas por su magnificencia.

Mis manos consiguieron arrancar los botones de esa camisa, algo húmeda, e introducirse en ese pecho duro, que tembló bajo mi tacto. Pronto la ropa nos estorbaba, y con un gruñido ayudé a Poseidón a quitarse el resto de su ropa, desnudos los dos, nos dejamos llevar por las caricias, los besos, sus manos recorrían mi cuerpo. Yo ya ni recordaba mi primera vez, pero desde luego, que ni por asomo, fue así.

No existía esta ansia que te hacia agonizar, ni este deseo que te hacía pensar que, si él se alejaba, tú morirías entre terribles dolores de frustración, ni que cada beso fuera como agua para un sediento. No existía este calor, que crecía cada vez más, en zonas de tu cuerpo que reclamaban sus caricias, y cuando se producían, era como si tocaras el cielo. No necesitábamos hablar nuestros cuerpos hablan por nosotros.

Uno de sus dedos entró en mi interior, mientras otros de sus dedos acariciaban ese punto tan delicado en mi entrepierna, y de manera sorprendente, sin que yo pudiera controlarlo, estallé en sus manos, y mis gemidos delataron lo que ese hombre le había hecho a mi cuerpo, como lo había controlado, manejado, hasta que finalmente él me liberó, entre cascadas de placer.

- "Estas preparada Medusa"- me dijo mientras entre besos, volvía hacerme desearlo.

- "Para ti siempre, Poseidón"- Esas palabras salieron de mi sin control, sin pensarlas, sin meditarlas, lo dijo la yo encendida y descontrolada que ese hombre había despertado.

Lo sentí colocarse entre mis piernas mientras me miraba a los ojos, y yo le miré a él, nuestros ojos quedaron enganchados. Lo sentí entrar en mí, y todo, pero todo, lo que había a mi alrededor dejó de existir, en algún momento de esa danza, mi cuerpo dejó de pertenecerme, y a el suyo a él, fue algo que más que un mero encuentro sexual, y fui consciente de que nunca más, de ninguna de las maneras, ningún otro hombre podría tocarme, jamás. Las sensaciones me invadieron y mi mente se nublo, sólo el placer existía en mi interior. En un momento tras una gran escalada, ambos llegamos a la cima, para romper el cielo. No quise que eso acabase, no quiero volver a la realidad, a las consecuencias, así que durante esa noche sólo me deje arrastra la veces que ese hombre quiso, para llevarme a ese lugar que sólo él y yo podíamos crear, y así dormimos agotados, uno en brazos del otro. Pero como con todo, la realidad siempre regresa.

Seducida por PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora