Capítulo LIV. Secretos y Castigos. Parte 1.

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Rihanna.

- "Bueno señora Miller, ¿cómo lleva este último mes? Comprendo que debo de haberla vuelto loca con mis exigencias, lo lamento, pero este embarazo me tiene desquiciada, no sé cómo mi marido y mi hijo me aguantan. Menos mal que estoy en la recta final, se supone, en cualquier momento me pondré de parto. Porque unas semanas más así, y comprendo que dimita de su trabajo. Ni yo me soporto."- le dije a mi asistente, la pobre llevaba haciendo un sobre esfuerzo, con muchas de las cosas que, por mi estado, estaba limitadas.

Incluso, aguantando los desplantes incomprensibles de mi hijo Kenai, que desde el minuto cinco que la conoció, la rechazó, algo que en mi adorable hijo era incomprensible, que ese niño de nueve años, que es el ser más empático que conozco, por alguna razón, ha rechazado a la pobre señora Miller, me hubiera hecho pensar en estado natural, pero en mi estado actual, ni lo pensé, un error grave.

- "No se preocupe señora Vieira, es normal, recuerdo lo que es ser madre, y es una fase que no toda mujer puede soportar. Algunas desisten antes."- me dijo con una sonrisa.

Yo intente devolverle la sonrisa, pero, el dolor de riñones que llevaba aguantado toda la mañana, no dejo que mi sonrisa saliera natural. Era extraño, sabía que no había hecho ningún sobre esfuerzo, pero me dolía como si hubiera ido a descargar un camión de cemento al puerto.

Intente caminar para sentarme en mi sillón, justo en el momento que mi marido entró por la puerta del despacho, que me había hecho coger junto al suyo. Siempre me había quejado por el trato preferente, que recibía como asistente de presidencia, parecía más una ejecutiva, que la secretaría del CEO, pero las respuestas de mi marido, cuando me quejaba por ello, siempre me dejaban callada, la mejor de sus respuestas, era cuando decía:

- "La persona que más poder tiene en la empresa, incluso más que CEO, no puede estar un despacho común, con el resto de personal, además recuerda que trabajas porque precisamente por ese poder que tienes, si fuera por mí, estarías descansando en casa. Así que si yo acepto que hagas lo que te dé la gana, tú debes aceptar que yo procuré tenerte lo más cómoda posible. O no hay más trabajo, hasta que nuestra hija tenga por lo menos cuatro meses."- sabía que había tentado mucha suerte con este estado emocional que tenía en mi tercer trimestre, así que decidí ceder con lo del despacho, no se podía ganar siempre.

Mientras caminaba con paso lento, de pronto, un dolor agudo se formó en mis riñones y se trasladó hacia mi bajo vientre endureciendo, si no llega a estar allí mi marido, en ese momento me hubiera ido al suelo.

- "¡Joder!"- la palabra, salió de mi boca en forma de gruñido mientras trataba de apretar la mandíbula para soportar el dolor.

No era una madre primeriza, pero no había que ser un erudito de la medicina para saber lo que significaba este dolor, después de treinta y nueve semanas, y unos días, Dácil Vieira, venía a este mundo.

- "¿Qué ocurre Medusa? ¿te encuentras bien?"- me preguntó Rayco, cogiéndome en sus brazos, para mirarme a los ojos.

- "No, joder, tu hija se hartado de esperar, quiere salir hoy, por como duele, y el dolor que llevo soportando toda la mañana, no creo que tarde mucho."- le dije. Relajándome cuando la contracción pasó.

- "¿Qué? ¿Ya? Pero..."- si no tuviera que prepararme para soportar la próxima contracción, y contar cuando se repetiría, hasta me muy hubiera partido de la risa, de la expresión que tenía Poseidón en ese momento.

El descarado, burlón, y desesperante Rayco Vieira, estaba blanco, como si el color se hubiera ido de su cara, y por unos segundos, hasta pude sentir que temblaba. Mi marido estaba asustado.

- "¡Eh, Poseidón! tranquilo que no es la primera vez que hago esto, pero recuerda lo que hemos hablado, la primera vez, pensé que lo hice porque era una adolescente rebelde, o bien porque tengo un gen vikingo, pero maldecí e insulté a todos los hombres de la Tierra, en especial al cerdo que me dejó embarazada. Si eso vuelve a ocurrir, no te lo tomes como algo personal, de acuerdo, cuando pase la fase de Regan, ósea de la niña del exorcista, te voy a amar más que nunca."- le dije unos segundos antes de que una nueva contracción, me hiciera resoplar como si fuera un toro a punto de embestir.

Seducida por PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora