Capítulo XXXV. La noche de bodas de Medusa y Poseidón.

591 78 2
                                    

Rihanna.

No me preguntes como llegamos a la habitación, que se encontraba en el segundo piso de esa enorme casa de estilo colonial. Ni yo lo sé, ambos estábamos metidos en una nube de deseo, que justificaba que todo a nuestro alrededor desapareciera. Recuerdo a ser guiada por las escaleras de madera por una mano fuertes que sostenían la mía, mientras nuestras miradas coincidían de manera intensa.

No hubieron palabras que estropearan el momento, ni ruidos o interrupciones, que nos sacaran de ese limbo en el que nos encontrábamos metidos los dos, tampoco acercamientos físico intensos, era como si nuestras mentes hubieran decidido no dar ningún paso en falso, que nos hiciera arrepentirnos después, dejándonos espacio para que nosotros fuéramos responsables de nuestros actos, y aun así, tanto él, como yo, caminábamos con paso seguro hacia esa habitación, mientras mi cuerpo anticipaba las sensaciones que sabía que, ese hombre, era capaza de arrancarle sin piedad.

Una vez en la habitación y tras la puerta cerrada, él soltó mi mano, permaneciendo a una distancia de mí, me miro a los ojos con seriedad. No había sonrisas pícaras, ni cometario jocosos, pero si un intenso, y nada disimulado, deseo, que me hacía estar muy consciente de mí misma como mujer, y del deseo que él me provocaba.

Estábamos paralizados, esperando que otro diera el primer paso a la expectativa, hasta que le oí decir con voz tan ronca, que destilaba un profundo deseo contenido, que, al oírlo, mi bello se erizó.

- "Escucha bien Medusa, esta es tú oportunidad de dar marcha atrás, mañana no puede haber arrepentimientos, piensa muy bien el paso que vamos a dar, porque esto sólo cerrará este círculo de manera definitiva, seremos un matrimonio como cualquier otro, si no estas dispuesta, debes decirlo ahora, y salir por esa puerta, no más juegos entre nosotros, debes responsabilizarte de tus actos, de tus decisiones."-

Sabía que, si yo salía por la puerta ahora, él no lo impediría, la dedición en su mirada me lo decía, aunque su voz denotaba, lo que a él le estaba costando acercarse a mí, para llevarnos al paraíso o al infierno los dos, pero estaba decidido, no pensaba mi mover un músculo, hasta que yo hiciera algún movimiento, o salía de la habitación, o cedía a lo que ambos deseábamos, para iniciar una nueva etapa como un matrimonio con todo, dejando nuestro pasado atrás.

Lo tuve claro desde el principio, no dude, mi conciencia liberó algo que yo había retenido hasta ahora, algo que mi corazón ya sabía hace tiempo. Prefería estar toda una vida enfrentándome y discutiendo con ese hombre, a pasar el resto de mi vida sin él en ella.

Me acerqué con paso decido, a cada paso que me aproximaba a él, le advertía, para que él me respondiera.

- "Nunca seré fácil."-

- "Lo sé, ni quiero que lo seas"- me respondió.

- "Tiendo a ser rebelde, cuanto se me obliga a hacer algo que no deseo."- le dije dando otro paso para acercarme a él.

- "Eso es algo con lo que cuento, incluso me encanta ver esa parte de ti, me encanta tu lado salvaje."- me dijo el sonriendo con esa sonrisa que me hace temblar, una autentica sonrisa depredadora.

- "Siempre pondré a mis hijos por encima de ti, y tus deseos."- le dije dando otro paso más, estaba a dos pasos para hacer lo que más deseaba en este momento, que era tocar su cuerpo.

- "No te perdonaría si fuera diferente, ambos conocemos lo que es que tú seas lo último en la escala de valores materna, no permitiría que mis hijos sufrieran lo mismo."- me dijo.

En mi subconsciente, al oir sus palabras, se quedó grabada la idea de que debía preguntar a Rayco sobre su relación con su madre. Pero no ahora, no cuando mi cuerpo, mi mete y mi corazón por primera vez había decidido trabajara en conjunto, para entregarme a la única verdad que existía en mi corazón, y era que amaba a ese hombre. Una revelación que, en un momento, me hizo dudar si dar el último paso, el miedo al dolor, a sufrir por amar a alguien que no fuera la sangre de mi sangre, me hizo dudar en el último momento. Aunque, como siempre que me pasaba con ese hombre, el deseo de olerlo tan cerca, de sentir su calor y que mis ojos no pudieran desviarse de los suyos, como si estuviera atrapada, como si él fuera la luz, y yo una polilla que buscaba su calor, me hizo dar el último paso hasta pegar mi cuerpo al suyo.

Seducida por PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora