CAPÍTULO 3: Demostración

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—¡Basta! —grito una voz entrando a la sala.

Esa voz la reconocía a kilómetros de distancia, la voz de mi abogado.

—Este no era el trato, se suponía que la sección debía empezar cuando yo estuviera presente. No se me informó que se haría más temprano, y tampoco se me informó que se haría uso de la fuerza.

—Abogado Pross su defendida es altamente peligrosa y tuvimos que controlarla —contestó Lord Marshall.

—No es peligrosa. Además como cree que podría hacerles algo en el estado en el que esta.

El señor Pross seguía defendiéndome, aun cuando todo era una causa perdida.

—Le informó Lord Marshall que si mi defendida esta muerta, el gobierno humano va a enterarse de lo sucedido. El señor ministro no va a estar de acuerdo con lo que hicieron.

—Si ella esta muerta, quiere decir que no era la indicada. Ahora señor Pross quiero pedirle que tomé asiento.

Oí el sonido de la silla al recibir el peso del señor Pross. Los pasos de los zapatos que había usado los últimos diez años. El señor Pross no tenía mucho dinero para comprar zapatos.

El aliento a chocolate y el olor de una Azucena. Aspire profundamente y lo primero que me encontré al abrir los ojos fue a el. Era la primera vez que podía ver su rostro y para mi maldita suerte me recordó a mi padre.

Tendría su misma edad cuando lo asesinaron. Sus ojos negros tenían el mismo brillo y su sonrisa resplandecía de la misma manera.
Un nudo se me instaló en la garganta al llegar a creer por un momento que podría llegar a ser el. Solo un instante de alegría por siglos de dolor.

—Señor Pross —murmure—, es bueno al fin poder conocerlo, y tenerlo frente a frente.

—Lo mismo digo —contestó.

Sobre su escritorio reposaba una bella azucena roja.

—Es para ti —añadió, al ver dónde tenía mi atención—. Te la daré cuando salgas de aquí.

—Seguiremos con la sección ya que la defendida esta en condiciones de continuar —intervino Lord Marshall.

Decidí mirarlo fijamente, no iba a hacer nada. Ni siquiera intentaría tocarlo; lo único que quería era tener en mis manos esa Azucena.
Eso y darle un abrazo a el señor Pross. Uno como si el fuera mi padre.

—El concejo vampírico ha decido llegar a un acuerdo con usted. Por sus servicios como cazador tendrá una rebaja considerable en su pena...

—¡Objeción! —exclamo el señor Pross colocándose de pie—. En el trato esta estipulado que si ella decide ayudarles y cumple con el objetivo, será absuelta.

—El consejo vampírico considera que la señorita Scarlett es un peligro para la sociedad. Por lo tanto una vez cumpla su misión será devuelta a prisión.

No.

No iba a ayudarles por algo tan poco. Era la absolución o no habría trato.

—Mi cliente es una de las mejores; teniendo en cuenta que es uno de los pocos cazadores que quedan con vida.  No va a hacerlo por una rebaja a siete cadenas perpetuas —agregó el señor Pross mirándome—. No siendo más, por el momento nos retiramos; deseándoles que consigan lo que están buscando.

El señor Pross era muy inteligente, e iba a conseguir lo que quería.

—Parece que no entiende que no esta en posición de elegir.

—El que no entiende es usted Lord Marshall. Ella no lo hará si no es absuelta —el señor Pross levantó la voz—. Esta en pleno derecho de elegir, y no aceptamos el trato. Es la absolución o nada. Les quiero recordar que ustedes son los que la necesitan.

CAZADORES DE BESTIAS 1: La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora