CAPÍTULO 7: sólo por ellos

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Me subí con cuidado a el auto. O ni siquiera sabía que clase de aparato era ese. Decidí llamarlo la batidora. Porque así era como se movía.

Cerca de mi iban los guardias y el señor Pross. Permanecí con la cabeza pegada a mis rodillas todo el viaje. Llevaba los ojos cerrados para no tener que ver la catástrofe en la cual habían convertido el mundo.

—Scarlett, ¿Necesitas algo? —interrogó el señor Pross—, ¿Te sientes bien?

Sólo asentí con la cabeza. Me arrepentía de haber firmado ese trato para ser libre.

¿Para qué quería una libertad en un mundo ajeno?. Si eso era, un mundo que ya no era el mío. Un mundo en el que cada paso que diera tendría que verle el rostro a mis enemigos.

—Creí que intentaría asesinarnos —comentó un vampiro en voz baja—. No es tan ruda como decían.

Levante la mirada; el vampiro que hablo iba manejando el vehículo. De ellos me separaba una pared de acero impenetrable.

—Eso no es lo que dicen los guardias del Lord. Envió a 4 a el hospital —intervino otro—. Los partió en dos en menos de un minuto.

—Aun así; acaso no la vez —refuto el conductor—. Es una mansa conejita. Yo creo que para lo único que sirve es para la cama. Debe ser muy buena en eso.

Yo era como una bomba. Y ese vampiro había oprimido el detonador.

Al parecer tendría que enseñarle para que servía. Los nanosegundos que siguieron fueron tan rápidos que los guardias humanos sólo alcanzaron a parpadear.

De un sólo puñetazo destroce el acero y con mi antebrazo apreté el cuello del vampiro. El automóvil hermético freno en seco provocando que los humanos se tambalearan.

El compañero del vampiro me colocó un arma en la cabeza. Yo sin embargo seguí apretando con fuerza. Unos segundos más y lograría decapitar a el infortunado. Este se asió de mi brazo para que lo soltara pero yo lo superaba en fuerza.

—¡Suéltalo o disparó! —grito el vampiro.

—Son balas de plata idiota, ¿Qué crees que van a hacerme?

Los guardias humanos se abalanzaron sobre mi. Sentía sus intentos de separarme como unas cosquillas.

—¡Suéltalo! —pidió Antry—. Si no lo haces el Giter te dará una descarga. Ellos ven todo lo que estas haciendo y es cuestión de segundos para que te ataquen.

No le temía a el Giter. Ni a nada.

—Por favor Scarlett no dejes que ellos ganen —me pidió el señor Pross—. Lord Marshall afirmó que eras como un animal. Y que apenas pusieras un pie en libertad intentarías asesinar a los vampiros. Acuérdate que esto no lo haces por ello sino por los humanos.

—Por favor, cálmate —pidió Criss—. Tu eres mejor que esto.

—Si lo haces ellos se saldrán con la suya —intervino Jael.

—¿Quieres volver a prisión? —interrogó Phoe—. Después de esto nadie podrá sacarte de allí.

El vampiro yacía inconsciente bajo mi fuerza. Faltaba poco para que lograra arrancarle la cabeza.

Más los humanos me habían convencido. Siempre fueron mi debilidad y al parecer lo seguirían siendo. Cedi ante la rogativa de los guardias y del señor Pross.

Solté a el vampiro. Los guardias me liberaron enseguida y volví a mi silla. Guarde mi cabeza entre mis manos, y me concentre en el aroma de los humanos que intentaban hacer volver a el vampiro.

—¡Voy a dar aviso a el concejo! —indicó el guardia.

—Ellos ya lo saben. Se te olvida que ven todo lo que sucede a través del collar que tiene en el cuello —intervino Antry—. Más bien llévatelo de aquí; yo conduciré hasta el comando.

En la caja de metal no lograba ver nada más. El señor Pross se sentó cerca de mi y colocó una mano sobre mi hombro.

—Tranquila, lo hiciste muy bien.
—Lo hice por usted. Y porqué no me parece justo que pase sus últimos años de vida yendo a prisión a intentar sacarme de allí.

—Gracias, pero después de tu llegada a el comando te quedarás sola —agregó—. Allí estará el equipo que va a asistirte. Ellos son todos vampiros y licántropos.

—No se si pueda.

—Claro que puedes porqué eres mejor que ellos. No puedes darle el gusto a Lord Marshall de verte destruida —me dijo en voz baja—. Por años han querido tu muerte y no puedes darles la oportunidad de que usen el Giter. Eso podría matarte.

—Quizá tenga razón y sólo por eso voy a intentarlo. Sólo por verlos hundidos y demostrarles que a pesar de haberme encerrado 140 años sigo siendo igual de fuerte o más que antes.

—Eso era lo que quería oír —musito mi abogado—. Y no te preocupes; los guardias humanos son de mi entera confianza. Yo los puse en Gorgona y los escogí especialmente para cuidarte. Confió en ellos y en su capacidad para mantenerte a salvo. También creo en ti y en el cariño que les tienes.

—Espero que eso sea suficiente —añadí.

—Lo será, ahora descansa un poco. El camino a el comando es largo y se que estas cansada —agregó—. Ahora puedes dormir en paz porque no hay ningún vampiro cerca.

Ojala y todo fuese tan fácil. Levante la vista para encontrarme con los ojos de Criss que me miraban fijamente. Al notar mi mirada apartó la vista y siguió hablando de mujeres con los otros guardias.

Aunque el no participaba mucho, le gustaba reírse de las anécdotas de Jael. Quien era pésimo con las chicas y casi siempre terminaba con las mejillas rojizas a causa de las bofetadas que le daban. Phoe alardeaba de todo lo contrario y hasta presumía de haberse cogido a unas cuantas vampiresas. Aunque le habían dejado sin poder caminar bien durante una semana.

Nunca hallé cosa más graciosa que las conversaciones masculinas. Y me divertí durante horas oyendo sus anécdotas. Sus chistes de mal gusto y las bromas que se hacían entre ellos.

Pero lo que más me causaba gracia era que le hicieran bromas pesadas a Antry. El hecho de que este nunca estuviese de buen humor era un aliciente para que los demás se la pasarán mofándose de el.

Antry les gritaba constantemente y los regañaba; sin éxito alguno ya que los chicos volvían a sus andanzas. No obstante era demasiado sobreprotector y solía muy a menudo llamarlos hermanos. Cuando alguno de ellos desaparecía por algún tiempo sin decir a donde iban Antry se la pasaba dando vueltas alrededor de los pasillos. Muchas veces se plantó frente a mi celda mientras intentaba localizarlos. Y cuando aparecían se llevaban in buen regaño de su parte.

Había un gran lazo de unidad entre los cuatro humanos. Sin llevar la misma sangre pareciera que fuesen hermanos. O al menos así era como se comportaban.
 
 

CAZADORES DE BESTIAS 1: La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora