EPÍLOGO

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Me desperté de un salto. El sol me daba en la cara y deje a un lado la cobija que me cubría. La ventana amplia me permitía ver el pequeño Jardín.

Me toque la cabeza y note las pequeñas gotas de sudor en mi frente. Era a causa de las pesadillas que no me abandonaban.

La ventanilla se abrió y por allí ingresó mi desayuno.  Era un tazón de avena con fruta picada. Debía agradecer que habían dejado de darme arroz.

Me apresure a tomarla con mis manos. Mientras comía me deje caer con pesadez en la pequeña silla.

Observé el calendario, exactamente habían pasado diez años. Diez años desde la muerte de Antry...

Y yo seguía soñando con el instante de su muerte noche tras noche. Como un bucle infernal que me recordaba mi inútil vida.

Diez años de soledad.

Diez años presa de mí misma y del concejo vampírico.

El Lord no logró convencer al concejo de que yo era inocente de la muerte de Katerina y de Yulian. Tampoco de que ellos eran los culpables de todo.

Me culparon por eso, y por las muertes de muchos agentes ese fatídico día. No sirvieron las declaraciones de mís amigos, ni los testigos. Nada sirvió.

Y a eso debía agregar que durante mi juicio no me defendí. Es más..., no dije una sola sílaba. Callé, y mi silencio me condenó.

Lord Ariday se aprovechó de la debilidad de Marshall y le quitó el liderazgo del concejo vampírico que por derecho le tocaba.

Fue el quien me condenó. Un siglo de prisión. Para algunos sería mucho para mi era poco, no podría dejar de sufrir por el ni en mil años.

Marshall consiguió mejorar las condiciones de mi estadía en la cárcel. Me dieron una celda con vista a el jardín. La habitación era enorme y contaba con televisión, teléfono móvil, y un computador con acceso a Internet.

Mi celda estaba localizada en el Castillo del Lord. Podía salir a el jardín y entrar cuando quisiera. No había ningún guardia vigilándome.

Sin embargo, no había puesto un pie fuera de esas cuatro paredes en una década.

Marshall se había convertido en mi mejor amigo. Cuando se sentía muy solo el venía a cenar conmigo. Hablábamos por largos ratos hasta pasar la media noche.
Sus intenciones conmigo nunca fueron malas. Y lo había descubierto; el era ahora como mi hermano.

Y el así me veía. Desde siempre me vio así.

Al que nunca volví a ver después de la muerte de Antry fue a Trey.

Renunció a su puesto y se marchó a un lugar desconocido. Nadie sabía de su paradero. Supongo que la muerte de Antry le hizo mucho daño. Él era como su hijo.
Quienes si no se olvidaron de mi fueron mis amigos. Criss, Phoe, Jael, Wenter, Dulty, Sadic, Zatu y Duchelis. Ellos iban a verme y me llevaban presentes. Me hablaban de su vida y me pedían concejos.

Criss se había convertido en la pareja de Wenter. Tenían una relación clandestina. Lo mismo que la de Phoe y Jael.  Jael se había vuelto vampiro, y uno muy fuerte.

Dulty se había ido a su país natal a liderar unas operaciones en contra de licántropos rebeldes. A veces me enviaba mensajes o hacíamos video llamadas; con él y con Sadic que había sido enviado a la Antártida como castigo por golpear a Lord Ariday. Ya que Sadic no estuvo de acuerdo en uno de los requerimientos del Lord.

Zatu seguía siendo el Beta de Duchelis; ambos habían encontrado a sus compañeras y Duchelis esperaba a su segundo hijo.

Ellos alegraban un poco mis días. A pesar de tener cada uno sus vidas se acordaban de mi.

Duchelis y Zatu, por ejemplo, respetaba mi opinión; a veces me parecía que ellos seguían mis órdenes, como antes.

Alguien tocó a la puerta. Sabía quien era, el solía venir a verme todos los viernes.

—Te corté estas rosas maravillosas —avisó abriendo la puerta—, son preciosas.

—Déjalas allí —le dije señalando la mesa.

—¿Cómo estás?

—Estoy como siempre.

—Esperaba que estas rosas te subieran el ánimo —agregó llegando a mi lado.

Escudriñe a Marshall que llevaba puesto uno de esos trajes raros que solía usar. Nunca me acostumbré a verlo vestido como un algodón de azúcar.

—Sabes que hoy son diez años ¿Verdad?

—Sí, recuerda que no solo murió él ese día...

—Sí, lo sé. Ese día nos destrozaron el corazón; a los dos.

—Por difícil que parezca a veces creo que cada día duele más —musito sin dejar de mirarme.

—A mi me pasa igual.

—Es una herida Scarlett, una que nunca cierra.

El lord hizo una mueca y luego dejó las rosas sobre la mesa.

—¿Quizá hoy si te gustaría salir?

—No. Quiero quedarme aquí.

—Esta bien, voy a ordenar una cena especial, para poder hablar...

Alguien llamó afanosamente a la puerta. Era uno de sus sirvientes.

—¿Qué pasa León?, estoy ocupado.

El sirviente abrió la puerta.

—Mi Lord —dijo haciendo una reverencia—, debe venir conmigo. ¡Paso algo terrible!

—¿Qué paso?

El sirviente dudo por unos instantes.

—Acaban de avisarnos que Lord Ariday fue asesinado esta mañana.

—Pero, ¿Qué estas diciéndome?

Eso era imposible. Ariday era el Lord más fuerte que quedaba con vida. No cualquiera podía asesinarlo.

Además tenía una centena de guardias a su disposición. Nunca andaba solo y su compañera era una vampiresa muy fuerte. Ella era una princesa vampírica igual que lo era Katerina.

Alguien muy peligroso tenía que haberlo hecho.

—Lo encontraron esta mañana muerto en su castillo. Los asesinaron a todos incluyendo los sirvientes y los guardias.

—¿Cómo es esto posible? —interrogó Marshall llevándose ambas manos a la cabeza—, ¿Quién pudo haber hecho algo semejante?

—Eso es lo más grave mi Lord.

—¿Qué cosa es lo mas grave?

—Quien lo hizo fue...

El sirviente seguía dudando.

—¡Habla! —voceo Marshall.

La expresión del sirviente no me gustaba. Sus ojos se posaron en los míos antes de hablar. Pocas veces se atrevían a mirarme a los ojos. Y esta vez hubo una excepción; esos ojos cargados de miedo terminaron de alterar mi día. Y las palabras que saldrían de su boca le darían un giro total a mi vida y a mi destino.

—Fue el Alfa oscuro..., él lo hizo.

 
FIN

CAZADORES DE BESTIAS 1: La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora