No soporto a Jack Frost | MRCJF #2

23. Landon in London

Rynoa

Llegué a Paris, estaba cubierto de una fina capa de nieve. Jack Frost había pasado por aquí. No hacía mucho frio, así que era seguro que él se había marchado hace mucho. La nieve estaba empezando a derretirse. Es por eso que los niños no podían armar muñecos de nieve, no había nadie divirtiéndose en las calles.

Suspiré.

Esto ha estado pasando últimamente. Jack Frost no hace bien su trabajo, o, mejor dicho, no lo mantiene. Antes hacía nevar hasta cuando era verano. Ahora a las justas aparece. Estaba muy molesta al respecto, él no puede jugar con el clima de esta manera.

Hace unos días había pasado por Nueva York, el lugar parecía un horno. Tuve que hacerme cargo del lugar yo misma. Soy la Madre Naturaleza, así que sí puedo crear nieve, pero no es tan fácil como lo hace ver Jack Frost. Él es un espíritu que se encarga sólo de eso. Yo vendría a ser algo así como su 'jefa'.

De hecho, al ser la Madre Naturaleza, vendría a ser la 'jefa' de los espíritus que se encargan de las estaciones. Pero jamás he querido contactar a ninguno de ellos. Sólo hay que imaginarlo, si Jack Frost es desesperante, ¿cómo serán los demás? No, gracias, no quiero saber.

Me di una vuelta por toda Francia, creé nieve, o al menos todo lo que pude. Esto sería más sencillo si sólo viniera a verificar que todo estuviera bien. Pero no, Jack Frost tiene que decidir volverse un holgazán.

Me senté en uno de los balcones de Notre Dame, justo al lado de las gárgolas. Sería divertido que ellas empezaran a hablar, así como en la película de Disney.

―Vamos Laverne, dime algo ―dije a la nada en realidad, porque sabía que las gárgolas no iban a empezar a hablarme.

―Has perdido todo rastro de cordura―dijo una voz a mis espaldas. Giré y me encontré con los ojos azules de Jack Frost.

Idiota.

― ¿Qué haces acá? ―me preguntó.

―Tu trabajo ―respondí mientras volvía a mirar al frente.

― ¿Mi trabajo? ―se sentó a mi lado―. ¿Fuiste tú la que ha hecho nevar?

Asentí. ―Casi no había nieve, he estado medio día tratando de hacer que nevara en toda Francia.

― ¿Por qué?

― ¿Por qué? ―repetí sin creer lo que oía―. Porque no has estado haciendo lo que debías. Sabes que en el hemisferio norte es invierno y aquí nieva bastante. Pero tú ―lo señalé― no has hecho nada.

―He venido antes, ¿no notaste que había nieve? ―respondió ofendido.

―Antes hacías nevar casi a diario, ahora no había nieve. Bueno, casi nada de nieve, hasta podría haberse confundido con que alguien lanzó azúcar o sal al pavimento.

Él empezó a reírse, lo cual me descuadró por completo.

― ¡No es gracioso! ―me quejé.

―Sí, lo es, no puedo creer que me estés reprochando por no hacer nevar ―siguió riéndose―. La primera vez que nos vimos me gritaste por hacer que nevara.

Me crucé de brazos. ―Te grité porque estabas haciendo que nevara en primavera, incluso en verano.

―Bien, lo lamento. Haré mi trabajo. ¿Contenta?

Resoplé. ―Dudo que vayas a hacer tu trabajo. Seguro vas a ir con tu amada Bianca y no volverás a hacer tus labores hasta que sea invierno en el hemisferio sur.