53. Antes de la batalla

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Rynoa

Ahora que ellos confiaban en mí, ya no me tenían encerrada en una jaula. Me habían proporcionado una habitación propia, la cual aún se me hacía un ambiente extraño. Quisiera estar en mi palacio, pero, por órdenes de Hakutón, todos debíamos quedarnos en su guarida de Trovernic. En cualquier otro momento, lo habría mandado bien lejos, pero hoy no quería luchar. Lo haría dentro de poco.

—Preciosa, Ry —cantó Pitch al entrar al cuarto sin tocar la puerta—. Te tengo una gran noticia.

—¿Te quedan tres segundos de vida? —pregunté con esperanza.

La risa de Félix se oyó detrás de Pitch. A él le encantaba que me burlara de su compañero. Para mí, los dos eran igual de idiotas. En serio, no sé por qué Hakutón les tiene tanta estima, yo que él los habría desterrado hace tiempo.

—Me encanta tu sentido del humor —me alagó Félix.

Como todos los días, no tenía ganas de aguantarlos.

—¿Pueden largarse? Malogran mi día con su presencia —gruñí.

Lamentablemente, ninguno de los dos se movió. En lugar de eso, se acercaron a mi cama, donde yo me encontraba sentada con las piernas cruzadas. Si alguno de ellos intentaba algo, los decapitaba. No me importa lo que Hakutón tuviera que decir al respecto.

—Te dije que tengo una sorpresa —repitió Pitch.

Félix carraspeó. —Tenemos, querrás decir.

Su intercambio de palabras era como una muerte lenta y dolorosa. Si cierro los ojos y lo deseo con todo el corazón, ¿desaparecerán?

—Ry, ven con nosotros —me pidió Pitch—. El señor Hakutón nos llama.

Al menos habían dejado de discutir. Ambos parecían un par de niños más que un par de villanos. En serio, dan vergüenza ajena.

—¿No que había una sorpresa? —me burlé de él.

Ambos asintieron, pero no dieron más explicaciones.

Con desgano salí de mi cama. Si Hakutón llamaba, entonces debía ir. No podía decirle que no a mi nuevo... ¿jefe? ¿Es esa la palabra? Me da igual, el sentido es que, si él llama, debo acudir. Esas son las desventajas de seguir a un ente malvado. Pero, bueno, tenemos que hacer lo que tenemos que hacer, ¿no?

—¡Te vas a emocionar! —exclamó Félix, antes de rodear mis hombros con su brazo. Nuevamente lo hice hervir en esa zona y lo retiró—. ¿Cuándo dejarás de quemarme?

—Cuando dejes de joder —refunfuñé.

Pitch se reía al lado, pero al menos era lo suficientemente inteligente como para no sacarme de quicio en ese preciso momento. Más le vale a Hakutón tener una buena razón para llamarnos. Tenía asignado visitar a varios espíritus para que se unieran a nuestra causa. Y, luego, debíamos avisar a los guardianes que nos enfrentaríamos en Treno. De verdad, no entiendo por qué todo es en Treno. Pero, no iba a cuestionarlo ahora mismo.

Cuando por fin llegamos al Salón del Trono, noté que Hakutón no estaba sentado en él. Lo busqué con la mirada, estaba de espaldas a nosotros a un lado de la sala.

—Por fin llegaron —sonaba molesto. Pero no giró para encararnos, se quedó en su posición—. Creí haberles dicho que no se demoraran.

Ambos idiotas se arrodillaron en sus lugares, yo permanecí de pie.

—Lo lamentamos —se disculparon al mismo tiempo.

—No volverá a suceder —respondió Pitch. Si soy sincera, me sorprende que ninguno dijera que nos habíamos retrasado «diez segundos» por mi culpa. Probablemente ambos tenían demasiado miedo como para dar escusas a Hakutón. Él no es del tipo que perdona.

No soporto a Jack Frost | MRCJF #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora