7

154 38 38
                                        

Considerando que Constanza no me dijo nada hasta el momento, es evidente que no leyó mi poema

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Considerando que Constanza no me dijo nada hasta el momento, es evidente que no leyó mi poema.

Fui un idiota. ¿Cómo se lo di? Aunque, técnicamente, me lo robó a último momento.

Había estado escribiéndolo por días. Noche tras noche viendo qué palabras rimaban mejor, escuchando canciones que me inspiraran. Viendo cómo escribirle todo lo que me pasaba con ella sin ser pesado ni parecer un tonto.

Era una ilusión pensar en que nos seguiríamos viendo con la misma intensidad de antes o que nos visitaríamos tan a menudo. Yo entraría más temprano que ellos al colegio y mis talleres eran hasta muy entrada la tarde, en tanto que sus materias a contraturno apenas llegaban a las tres.

Las clases habían terminado ayer y no tenía novedades de ella.

Es sábado, pero aun así, ambos teníamos teléfonos de línea para llamarnos o, incluso, una bicicleta sobre la cual ir y venir.

Me puse paranoico, levantando el tubo de teléfono mil veces, pensando en que nos habían cortado el tono.

No, el tuuuuuuuuuuuuuuuu constante me indicaba que funcionaba bien. Entonces, ¿por qué no me llamaba?¿Por qué no venía a decirme qué le pareció lo que le escribí?

―¿Qué te pasa pibe que estás dando vueltas como una calesita? ―Dardo, el compañero de trabajo de papá, sonrió. Sorbió su mate hasta el fondo, hizo el ruido característico de la sequedad de la yerba y volvió a cargarlo.

―Nada.

―No mientas, ¿es por una minita?

―No le digas minita. ―Ofuscado, respondo.

―Ahhh, bueno. Es por una chica...―Dardo me conoce hace mucho tiempo, casi desde que aprendí a caminar, y si bien es amigo de mi viejo, su actitud nunca me gustó. Molestándome a menudo con cosas del colegio o con esta clase de situaciones, se ganó mi repudio.

Salgo del taller de mi papá sin conseguir hablar con él, sin que me dé un consejo – no es muy hábil pero es mayor que yo y algo más de experiencia tiene – y voy en busca de mi bicicleta.

Pedaleo las calles que me separan del barrio de mis amigos y para cuando estoy llegando a la dirección de mi amiga, la ambulancia en la casa de Juani me llama la atención. Sin dudar, desvió mi plan: tiro mi bici en la vereda, corro el pasador de la reja y subo los escalones. Toco la puerta y es Iñaki quien me abre.

―¿Pasó algo grave? ―pregunto, agitado.

―El gil de mi hermano se cayó de la casa del árbol. Se hizo torta la gamba ―dice con total desinterés.

―¿Está en su habitación? ―Iñaki me deja en la sala mientras que él se va hacia la cocina sin responder ―. Boludo. ―Siseo y sorteo los escalones a la planta alta de dos en dos.

Varias voces me conducen hacia el cuarto de mi amigo; para cuando llego, entro sin importar que hay dos personas con chaqueta celeste y sus padres rodeando su cama.

"Algo más" -Completa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora